Capítulo 8

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—MARINETTE, ¡CUIDADO!

El grito de Rosita despertó a Marinette, no por primera vez, de la ensoñación en la que estaba en ese momento.

—Perdona, Rosita, ¿qué decías?

—Que tengas cuidado. Es la cuarta vez que "casi" levantas un erizo de mar en lugar de la concha de los cangrejos ermitaños.

—Ah, ¿sí?

—Sí.

—Pues, gracias, supongo...—dijo Marinette evidentemente confundida.

Pero Marinette seguía igual de distraída y, mucho se temían Rosita y Juleka, volvería a intentar alcanzar un erizo si no la alejaban urgente del peligro.

—Marinette, ¿por qué no vas separando a las estrellas de mar por colores en lo que Juleka y yo terminamos aquí? —Sugirió Rosita con suavidad—. Así esperas por Alya.

—Está bien.

Marinette en realidad no tenía su mente dedicada a ninguna otra tarea que no fuera pensar en Adrien y en su rostro esa mañana cuando sus impresionantes ojos verdes se habían abierto. Tarareando una melodía que sólo ella conocía, trabajó automáticamente en separar las estrellas de mar por colores mientras sonreía como tonta imaginando los mil y un escenarios en los que ella aparecía ante el joven, hablaban, se enamoraban y luego...

Luego qué...

En ese momento se ensombrecía hasta cierto punto su hermoso sueño, porque ella tenía una aleta y no podía estar en la superficie mucho tiempo y él poseía dos piernas y un par de pulmones que no le permitían vivir bajo el agua.

Cualquiera se hubiera desanimado con semejante pronóstico, pero Marinette simplemente cortaba el sueño en ese punto y creaba uno nuevo, más estrambótico que el anterior.

En el momento en el que se imaginaba que él la llevaba en sus brazos mientras ambos contemplaban el amanecer desde el arrecife de coral más próximo a la costa, Marinette detectó una presencia cerca de ella. Imaginando que era Alya, simplemente se volteó con una enorme sonrisa que desapareció en el instante en el que reconoció a la otra sirena. Buscó con la vista a Rosita y a Juleka, pero, por suerte, estaban lo suficientemente lejos como para escuchar la pelea que sin duda iba a comenzar en breve.

—Lila...

Marinette se puso en guardia de inmediato, cualquier resto de ensoñación oculto bien profundo en su subconsciente. Aquella era una anguila eléctrica de la peor calaña, y era incluso peor porque su apariencia angelical engañaba demasiado a los que cometían el error de aparecer en su camino.

—Hola, Marinette...—su voz cantarina no engañó a Marinette ni por un segundo. Lila sabía que Marinette la había calado hacía tiempo. Si le estaba hablando, era por algún plan retorcido, de eso no tenía duda alguna.

—Lila, ¿qué haces aquí?

—Oh, Marinette, resulta que esta mañana observé un espectáculo la mar de interesante.

—No creo que me interese nada de lo que hayas visto, Lila.

—Yo creo que sí. —Y se acercó a Marinette como si fueran mejores amigas haciéndose confidencias—. Imagínate que vi cómo una sirena se alejaba de un humano.

Marinette sintió cómo se le erizaba hasta la última escama de su aleta. Aquello, definitivamente, no iba a terminar bien.

—Pero no se alejaba con miedo ni con reluctancia —continuó Lila—: se alejaba con cariño, como si esperara volverlo a ver. Imagínate mi sorpresa teniendo en cuenta mis terribles experiencias con los humanos...

La Sirenita. Luchando por amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora