2. Daehyun

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Antes de subir a la habitación del hotel, me serví un café de la máquina de recepción. No me gustaba, me parecía un brebaje horrible, amargo, pero me activaba y me había acostumbrado a ese aguachirri color barro, ya que los refrescos me producían gases.

Creí que pasar mis vacaciones en una ciudad pequeña de un país europeo sería buena idea, pero me sentía perdido y solo. Ni el dinero podía comprar la libertad que necesitaba ni tapar el vacío que llevaba sintiendo desde hacía un año.

Aislarme en mi propia amargura no estaba siendo la mejor decisión y solo había aumentado mi ansiedad por disminuir el sentimiento de soledad, pese a que era querido por millones de personas. Estaba enjaulado, sin poder desprender las alas por completo, sin poder ser yo mismo, como artista, como persona. No era libre y, pese a estar siempre acompañado, estaba más solo que nunca.

Me recosté sobre la cama y hablé con JM, uno de mis compañeros de grupo, mi mejor amigo desde nuestro debut; pero nunca le había contado mis pensamientos más profundos sobre el abandono y él era ajeno a lo que se me cruzaba por la cabeza. Habíamos logrado tanto...

Estábamos viviendo un sueño, tras comenzar de cero, pero no tenía tan claro que volviéramos a ser lo mismo después de nuestro descanso.

De no ser por aquella audición, quizá estaría plantando tomates, idea que echaba raíces en mi cabeza. No era algo indigno, sino que mis aspiraciones eran mayores y nunca estuve seguro de si habría sido un buen saxofonista de mayor cuando mi padre solo me enseñó a abonar la tierra y creía que aquel instrumento solo era un juguete.

Saqué mi cuaderno y empecé a escribir. Llevaba días con la letra de una nueva canción en la cabeza, pero tenía que pulirla. Anoté varias líneas, pero eran confusas. Quizá la acabara cuando volviera a la rutina, a mi vida como artista, como ídolo, a encerrarme en las cuatro paredes que formaban mi zona segura, como un pájaro que no sabe volar. No sabía hacer nada más que música, no era capaz de imaginar otra cosa que música. Quizá era yo el que no quería salir de la jaula.

Deseaba ser libre, pero no estar solo, y era como me sentía en la cárcel de mi sueño hecho realidad. Solo. Mi vida era un mar de contradicciones. Quería y no quería. Simplemente no estaba seguro de lo que en realidad buscaba, porque, cuando una persona cree tenerlo todo, ¿qué le queda?

Me había replanteado dejar el grupo hasta que me surgió la idea de continuar mi carrera artística en solitario. Amaba la música y no contemplaba una vida sin ella. Aun así, había un vacío oscuro en mi pecho que no sabía cómo llenar.

Estaba hueco por dentro.

Mi primera muerte había llegado. La música ya no me apasionaba, no me satisfacía. Necesitaba un respiro, e ir por separado me contemplaba esa posible libertad y paz que buscaba, ser más Daehyun; pero, a la vez, no estaba seguro de si quería seguir siendo el anhelo de tantas personas. Prometí a mis fans que jamás los abandonaría, pero ¿ellos estarían siempre para mí?Saber que había logrado tanto me llenaba el corazón de alegría. Estábamos cumpliendo el sueño de cambiar el mundo con nuestras palabras y la gente nos amaba; otros tantos nos odiaban, pero estábamos dispuestos a pagar ese precio. Nuestro fandom nos hacía seguir adelante, lo hacíamos todo por y para ellos, pero cada uno de los integrantes de ese gigantesco grupo de fans que tanto nos apoyaba tenía su propia vida. ¿Nosotros qué poseíamos? ¿De verdad disponíamos de una vida o solo era un trabajo camuflado? Nuestra vida era el trabajo, nues tro trabajo era nuestro sueño, y nos habíamos condenado a él.

Elegimos no tener una vida normal y sentía el peso de las cadenas en el cuello. Estábamos solos en un mundo en el que el valor de una persona se mide con el dinero que produce.

Después de ocho años, lo veía todo desde otra perspectiva y estaba seguro de que, si abandonaba ahora,en la cima de mi carrera, luego me arrepentiría, por-que en algún momento llegaría el fin, el día en que no pudiera seguir aunque quisiera. ¿Sería capaz de vivir de otra forma?

Pero estaba tan cansado... Cansado de no vivir normal, de no ir al cine, salir con un grupo de amigos, enamorarme. No había tiempo para eso.

Le di un sorbo al café y la cara se me transformó en una mueca de asco. Estaba frío. Cerré el cuaderno y tiré el bolígrafo al suelo; me recosté más sobre los almohadones de plumas y me giré, quedando de frente al espejo del armario. Me veía diferente, pero no dejaba de ser el mismo. Me rasqué la barbilla; me había crecido un poco la barba, la poca que me salía, en ese aspecto me sentía afortunado.

Me puse las gafas para verme mejor, pero los ojos se me habían empañado de lágrimas.

Estaba solo. Muy solo.

Pero no quería volver.

Lloré en silencio, y la imagen de aquella camarera con nariz roja atravesó mi mente. ¿Se sentiría tan sola como yo? ¿Tendría una existencia tan vacía como la que sentía yo en ese momento?

Como una flecha en el cielo azul (Disponible en Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora