Mi vida es un orden perfectamente desordenado, me esfuerzo cada día en que eso no sea así, en tener horarios y rutina, pero nunca lo consigo. No es que me guste ir a lo loco, pero siempre llego corriendo a los sitios por una cosa o por otra. Como ahora mismo, estoy corriendo como una desesperada para no llegar tarde a la firma del contrato.
- Buenos días-. Dije después de recuperar el aliento.- El señor Ponce me está esperando-. La chica levantó la vista del ordenador y me miró sonriendo.
- Arielle García ¿no?-. Pregunto mientras miraba la agenda.
- La misma-. Le devolví la sonrisa.
- La están esperando-. La muchacha se levantó de su sitio y me acompañó hasta la puerta del despacho.
- Gracias.- Entré dentro y la puerta se cerró detrás de mí.
Sonriendo como una colegiala enamorada me encontré delante de un grupo de peces gordos de la televisión nacional, simplemente me sentí como se sentiría un ratón en presencia de un grupo de gatos. Tomé asiento en una de las sillas y pasaron a explicarme todo lo referente al programa, que por cierto se iba a llamar "La mirada de Arielle".
La mecánica del mismo era muy sencilla, yo... para que todos sepan por donde voy, era una nueva versión de "21 días" y "Conexión Samanta", pero en lugar de presentarlo Samanta Villar o Adela Úcar, lo presentaba Arielle García, o sea yo ¡por Dios que ilusión tan grande! Ambas eran unas grandes profesionales, pero ahora me tocaba a mí y ellas... bueno espero que tengan suerte en todo.
- Bien Arielle-. El señor Ponce me miró.- Mañana tienes que estar en el Estudio 3 a las diez, allí te contaran de que va a ir el primer programa y ya te avisaremos para la promoción-. Asentí y salí del despacho con una copia del contrato en la mano.
Vale, el contrato estaba firmado, lo guarde cuidadosamente en la carpeta que llevaba y mire a los lados cuando ya estaba fuera del edificio. Era momento de llamar a Noa y JD e invitarles a cenar a casa para celebrarlo, pensé en prepararles la comida, pero seguro que agradecerían más un chino, un japonés o incluso unas pizzas. Después de colgar llamé a mis padres y como acto de caridad del día decidí ir a comer a su casa.
- ¡Mi niña!-. El grito de mi madre se instaló en mi oído un rato y sonreí sin convencimiento, me abrazó y se separó rápidamente.- Arielle hija-. Me miró de arriba abajo.- ¿Así has ido a la firma del contrato?
- No, he pasado por casa a cambiarme-. Mi madre suspiro aliviada y entramos en casa, me mire rápidamente. Obviamente había mentido, llevaba un traje de chaqueta negro, más adecuada imposible. Seguro que era por los zapatos, pero es que mis pies tenían una mala relación con los tacones.
Entrar en casa de mis padres era como ver Cuéntame, vamos un regreso al pasado. La casa había variado poco desde que yo me había ido, y para mi sorpresa me gustaba que fuera así. Una chica cosmopolita como yo, acostumbrada a las grandes ciudades me estoy tirando el rollo, es verdad que entrar a mi casa me recordaba toda mi niñez, los cumpleaños, los días que venía a dormir Noa y las horas que pasaba en mi habitación escuchando música o leyendo libros. Pero más cierto era que cuando acabé la carrera de Periodismo y conseguí mi primer trabajo salí volando de allí sin retorno.
Con mi primer sueldo en la radio pague el alquiler y la fianza, ese mes sobreviví a base de sándwich, ensaladas y sopa de sobre. Unos meses después me subieron el sueldo, pude comprar helado y chocolate y fue cuando todo cayó en picado. Después de trabajar en la radio un par de años decidí probar suerte en la prensa escrita, como reportera en una revista del corazón y no me fue mal, de allí pasé a uno de los mejores trabajos de mi vida, crítica literaria y de cine. Me pagaban por ver pelis y leer, era lo más.
Justo cuando iba a volver a la radio se cruzo por mi vida James y decidí dejarlo todo por amor, se puede ser tonta, pero yo simplemente me llevo el premio con honores. Decía que le gustaban mis curvas, mi forma de hablar y mi sonrisa. ¡¿Pero qué forma de hablar gilipollas?! Relaxing Arielle, relaxing.
Bien, como iba diciendo, cuando volvía a mi casa tenía sentimientos encontrados, por una parte me sentía bien, pero al rato quería salir corriendo de allí por culpa de mis padres y su "delicada" forma de hacerme sentir mal.
- Cielo, enhorabuena por el trabajo-. Me acerqué a mi padre que me esperaba con los brazos abiertos, me dio un beso en la frente y sonrió.- Ya era hora de que volvieras a casa, tú no estás preparada para estar sola en el extranjero-. La palmadita en la espalda me sentó como debió sentarle a Froilán el tiro que se pegó en el pie.- Pero te reconozco el merito, cariño.
- Gracias por tus bellas palabras, papá-. Le devolví la palmadita y me dirigí a la cocina a por un poco de agua, para llevar bien el mal rato. ¿Agua? Mejor una copita de vino, seguro que era más llevadero.
La comida con mis padres fue todo lo mal que yo esperaba, criticas al pelo, la ropa, criticaron hasta los ojos. Según mi madre habían perdido brillo y preguntó si había sufrido algún desengaño amoroso. ¿O sea hello? Mi vida se contaba por fracasos amorosos.
Gracias a Dios, Alá, Buda... me invente una patética escusa y me fui de mi casa con el ánimo un poco por los suelos, pero lo recuperé pronto ya que me había provisto con un poco de chocolate, para que luego digan que ni soy precavida, ni responsable. Disfrutando de cómo se deshacía la onza de chocolate en mi boca llegué al centro de la ciudad y me pasee por las tiendas de muebles, mi nueva casa daba penita verla del poco mobiliario que tenía. Mientras miraba camas, sillas, mesas y sofás pensaba en esa canción tan conocida de Carlos Gardel...
"Volver con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien"
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Arielle y los hombres
Короткий рассказArielle es una chica normal, con sus defectos y virtudes. Tiene lo que necesita para ser feliz, trabajo, amigos, familia... pero en esa ecuación siempre falla el amor. Arielle es independiente, tímida en algunos aspectos, atrevida cuando menos lo es...