05~ Perdóname...

177 11 0
                                    

Llegue a casa dando botes de la rabia y el coraje no se me quitó de encima hasta que no me di una ducha, como dije anteriormente soy escorpio y eso se reduce a que soy orgullosa y rencorosa hasta límites insospechados, pero también soy un trozo de pan y aunque piense mil ideas de venganza, nunca hago nada en contra de nadie, sea lo que sea lo que me haya hecho.


Después de la ducha milagrosa me senté en el sofá a pensar en lo que había pasado, Palas tenía razón, y la culpa también era un poco mía, pero que sus formas no habían sido las más adecuadas era culpa suya. ¿Qué iba a hacer ahora? Seguro que Ponce y los demás estaban ya enterados de todo y yo ya estaba de patitas en la calle. Pero, si aún no estaba lista mi carta de despido, yo misma la redactaría. ¡Estaba decidido!

Mañana mismo llevaría mi renuncia y pediría perdón a todos, Palas incluido, pero me había dado un golpe bajo y eso no lo iba a tolerar y menos de él, que lo consideraba un gran amigo desde la Universidad. Estaba tan alicaída que no tenía ganas ni de tomar helado para animarme y cuando estaba por prepararme un triste sándwich para no irme a la cama con el estómago vacío, sonó el timbre.

- Buenas noches-. Me quede muda al abrir la puerta.- ¿Puedo pasar?

- Sí, claro-. Cerré la puerta y le ofrecí asiento.- ¿Qué haces aquí?-. En el reducido grupo de personas que vendrían a mi casa nunca pensé incluir a Palas, era un chico sociable, pero ese comadreo de ir a casa ajenas no era lo suyo.

- Bueno...-. Se llevó una mano a la cabeza y se movió el pelo.- Quería hablar contigo.

- Bien-. Asentí.- ¿Quieres tomar algo?

- Una cerveza estará bien-. Fui a por la cerveza y me senté con él en el sofá.

- Ya tengo lista la carta-. Dije simplemente, mientras él daba un sorbo a la cerveza y levantaba una ceja.

- ¿Qué carta?-. Dejó el botellín en la mesa.

- La de renuncia-. Lo miré.

- ¡¿Estás loca?!-. Se levantó del sofá de un salto.- Sabía que ibas a hacer algo así, Arielle he venido porque...-. Se volvió a sentar y se tranquilizó un poco.- Quería pedirte una disculpa.

- ¿Qué?-. Mi cabeza seguía dando vueltas como una noria y no me enteré de casi nada.

- Perdóname, Arielle-. Repitió y apartó la mirada tímidamente.- Fui muy duro contigo, no pensaba lo que decía.

- Pues anda que si llegas a pensar-. Solté una carcajada para suavizar el asunto.- Yo también lo siento, debería haberte dicho antes que el tema del programa no me terminaba de convencer.

- Bueno, de los errores también se aprende-. Asentimos los dos y me miró fijamente.- ¿Qué vas a hacer con esa carta?

- ¿Quieres romperla tú?-. Nos reímos y sin perder un segundo la hizo mil pedazos y luego la metió dentro del botellín, que aún tenía cerveza.

- No sea que quieras jugar a los puzzles-. Nos volvimos a reír.

- Tengo una copia guardada en el ordenador, pero no te preocupes que la borro-. Asintió y sonrió.


La noche dio un vuelco inesperado, yo pensaba que iba a cenar un triste sándwich y me iba a meter en la cama a dar vueltas pensando en todo lo que había pasado, pero nada más lejos de la realidad. Después de la charla con Palas, y ya que estaba allí el muchacho, lo invité a una humilde y rápida cena en la que no faltó la cerveza y los recuerdos. Me lo pasé genial con él y dijo algo que al final si me dejó pensando parte de la noche, era importante reconocer los errores y pedir perdón.


A la mañana siguiente me levante con fuerzas renovadas y con una idea fija en la cabeza, pedir perdón a mi madre por el numerito de ayer, sin dejar de reconocer que ella también era un poco desagradable diciendo las cosas. Me levanté, me vestí rápidamente e hice la cama. Caminé tranquila hacía el trabajo y como siempre Palas era el primero, le lleve un café y seguimos con nuestra rutina.

Palas me informó de que se haría el programa de Juan Ramón Jiménez y esa mañana ocupamos la mayor parte del tiempo a preparar el diario de rodaje, está vez me tendría que aprender el tan sonado "Platero es un burro pequeño, peludo, suave..." para la introducción y algunos otros pasajes para ir orientando a los espectadores por el pueblo de Moguer, en Huelva, que por cierto era la ciudad natal de mi abuela y en la que yo misma había vivido varios años. También apoyaríamos las grabaciones de Moguer con las de otros lugares donde vivió el poeta.


La mañana pasó muy rápido y a la hora de comer me presenté en mi casa sin previo, cosa que a mi madre le sentaba como un rayo, pero bueno...

- Arielle-. Dijo al abrir la puerta.- ¿Ha pasado algo?

- No mamá, venía a verte-. Su cara fue un poema.

- Mi niña-. Me abrazó.- Pasa tesoro, pasa.


Entré en casa y me senté en el sofá, después de decirle a mi madre mil veces que no había venido a comer, por fin se sentó a mi lado y pude soltar lo que tenía pensado.

- No te preocupes mi vida-. Mi madre me cogió las manos.- De los errores se aprende.

- Por eso, como de ellos se aprende te toca a ti-. Sonreí.

- ¿A mí qué?-. Preguntó sorprendida.

- Pues pedirme perdón, mamá-. Le comenté.- Reconoce que tus palabras no fueron las más acertadas.

- Chica, es lo que pienso-. Se indignó.- No puedo pedirte perdón por eso.

- ¿Qué?-. Esto estaba llegando a un punto que no me estaba gustando.

- Arielle hija, aunque te pida perdón voy a seguir pensado que ibas como una morcilla de Burgos a Los Goya-. Así, sin anestesia ni nada mi madre me dijo lo que pensaba, eso sí, con la sutileza que la caracteriza.

- Estoy flipando-. Susurre levantándome del sofá.

- ¿Ves? Es que nunca has sabido aceptar las críticas, Arielle-. Mi madre seguía hablando mientras yo iba hasta la puerta.


Sin despedirme pegué un portazo y salí de casa de mis padres, me parecía imposible que mi madre me hubiera zampado todo eso, no quería pensarlo más y decidí olvidar lo que había pasado, me imaginé que llevaba un paraguas y todo me fue resbalando. De un modo irónico empezó a sonar en mi cabeza, esa canción de David Civera...

"Perdóname, yo no sabía lo que hacía"

Arielle y los hombresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora