Capítulo 6.

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El castaño se encontraba en su oficina con un terrible dolor de cabeza, otra vez. Había tenido dos reuniones que habían sido exitosas, pero de igual forma los correos de voz, los emails y mensajes de textos de su padre, no cesaban ni por un segundo.

Los había ignorado, pero ya estaba colmando su paciencia y Danielle había quedado en pasar para salir a almorzar, pero ya estaba mentalmente arruinado.

Las pastillas no estaban dando resultado en calmar el dolor, estaba demasiado estresado.

El sonido de la puerta lo sacaba de sus pensamientos.

—Adelante. —exclamaba.

Su elegante y jovial esposa entraba con un pequeño frasco de pastillas.

—Las que funcionan. —soltaba depositando el frasco e iba en busca de agua al mini refrigerador que Vic tenía en su oficina.

—¿Qué haría sin ti? —cuestionaba tomando una pastilla y luego el vaso que la pelirroja le entregaba.

—Deberías volver a qué te analicen y dejar de medicarte solo. —respondía con seriedad.

—Es solo estrés, Danielle, ya me lo dijeron mil quinientas veces. Solo debo hacer algo que me desestrese para que no se propague en otro tipo de dolor físico.

La pelirroja asentía.

—Papá te manda saludos y te felicita por la apertura de la escuela pública. —exclamaba relajada.

Su suegro, a pesar de también haber planeado la boda de su hija sin preocupaciones sobre si era amada o no, no era tan rígido como su viejo. Al fin y al cabo su empresa era por poco más grande y con mayores ingresos que la del padre de Danielle.

—Mandale mis agradecimientos.

Danielle asentía y lo miraba como veía su teléfono tan sumergido en este que aún no se levantaba para llegar a la reservación de su almuerzo.

—¿Alguien interesante robando tu atención? Porque nunca te vi mirando el teléfono con una especial sonrisa.—decía dulcemente.

Fuentes negaba y se levantaba para tomar su abrigo y salir.

—Te contaré en el almuerzo, vamos.

Tomaba a su esposa de la cintura para salir como la hermosa y joven pareja de casados por la que casi todos sus empleados morían de amor.

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—¡Kells, tengo hambre! —gritaba Aubrey desde su mesa—. ¿puedes apresurarte?

El azabache quería incendiarlo con la mirada mientras que Jacob se reía de ambos.

—Sue, iré a cambiarme. Prepara la bandeja del... ¡Imbécil de Aubrey! —gritaba para ser oído—, con mi almuerzo y el de Jacob y volveré para llevarlo a la mesa.

—Seguro. —asentía la rubia.

Mientras tanto en los vestidores se quitaba su ropa de trabajo para luego correr a cursar en la universidad. Se sentía agotado y la semana todavía no terminaba. Encima estaba enojado y frustrado porque el tal Vic no había respondido ninguno de sus mensajes—tampoco lo había bloqueado—pero no esperaba ser ignorado así.

«Engreído»

Volviendo en busca de su almuerzo y el de sus amigos, llegaba a la mesa con millones de pensamientos e ideas para persuadir al tal Vic y lograr una cita, lo que sea, pero verlo.

Aquel llamado lo había dejado aún más loco e intrigado, había tenido un sueño húmedo con el dueño de aquella voz.

Estaba en una cama y estaba siendo deliciosamente embestido por un hombre sin rostro que golpeaba su punto dulce y lo hacía gemir demasiado. La mejor parte era haber soñado que aquel hombre era el tal Vic, hablándole sucio en su oreja sin dejar de follarlo.

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⏰ Última actualización: Oct 16, 2023 ⏰

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𝗘𝗿𝗼𝘁𝗼𝗳𝗼𝗻𝗼𝗳𝗶𝗹𝗶𝗮 | Kellic.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora