Prólogo.

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─¿Etoro-... qué? —preguntaba el azabache de piel acaramelada a su compañero de tragos.

─Etoro no, Erotofonofilia. —repetía Jacob.

—¿Qué mierda ese ese trabajo? —preguntaba Aubrey con el ceño fruncido.

—La gente me llama para tener sexo telefónico. —exclamaba el castaño encogiéndose de hombros.

—¡¿Qué?! —Aubrey estaba horrorizado.

—Eso Brey, es una línea erótica. Trabajo para un empresa que se encarga de eso. Cobro todos los viernes y el dinero se basa en cuantas llamadas entran a mi línea y por cuánto tiempo. —Jacob tomaba otro trago bajo la mirada asqueada del castaño—. Es dinero fácil y salgo intacto físicamente.

Kellin lo escuchaba atento sin decir una palabra.

—Es asqueroso, ¿solo hablas con mujeres? ¿de todas las edades?

—Si, también hombres —exclamaba.

—¡Ay, que asco! —decía descaradamente.

—Los hombres son más necesitados que las mujeres, pero creeme que también llaman bastante.

—¿Cuánto dinero sacas? —preguntaba finalmente Kellin.

—Entre 200 y 300 dolares —respondía—. No es la gran cosa, pero si logras tener bastantes llamados y tiempo de conexión, haces una diferencia.

—Eso es estúpido. —decía Aubrey.

—Es dinero fácil. —respondía Jacob sin sentirse ni un poco ofendido—. Ya tengo un trabajo y los estudios me están consumiendo, el dinero no me está alcanzando. Tenerlo como un trabajo S.O.S cuando careces de tiempo, es genial.

Kellin había quedado con la boca abierta, pese a que él ayudaba a sus padres en la pequeña librería, necesitaba más dinero para mudarse a la ciudad, mantener sus estudios y tener su propio lugar.

Tenía un segundo trabajo en la cafetería de enfrente del estudio de fotografía, pero aún no llegaba a ahorrar lo suficiente para independizarse, y el viaje costaba bastante, necesitaba mudarse al centro.

—¿Cómo haces para entrar? —preguntaba finalmente.

—¿Estás loco? —decía su amigo.

—Brey, necesito dinero. Ya tengo dos trabajos y necesito una entrada extra para mudarme al centro. —respondía bebiendo su cerveza y pidiendo otra.

—Puedes venir conmigo y mi hermana. Te lo dije millones de veces. —respondía ofendido.

—Ah, ah, no, no. —respondía al instante— Tu hermana tiene cierta obsesión conmigo. No me sentiría cómodo viviendo con ella.

—Eres el único que no desea follarsela —decía Aubrey divertido.

—No es mi tipo. —comentaba Kellin.

—Porque no tiene nada que le cuelgue entre las piernas. —respondía Jacob entre risas.

—Touché. —decía el azabache.

—Es asqueroso ¿Qué tal si te llama un viejo? —preguntaba.

Kellin se encogía de hombros—. Pensaré en los 200 dolares que podré obtener al finalizar la semana —decía divertido chocando palmas con Jacob.

—Son unos imbéciles. —decía el rubio riendo ladino y negando.

—En fin ¿Cómo tengo que hacer? —repetía.

—Puedo darte el número de mi Jefa. Le vas a encantar porque tu voz es perfecta para el trabajo.

Kellin sonreía de forma sexy respondiendo un: "Lo sé" exageradamente grave y sensual.

Esa misma noche Jacob le había brindado el número de su Jefa, Maddie Baker, a quien había llamado el lunes en el horario de las nueve de la mañana, como su compañero le había indicado.

—¿Aló? —decía una voz femenina muy sensual del otro lado.

Kellin carraspeó y finalmente exclamó—. Buenos días, mi nombre es Kellin Bostwick. Jacob me pasó su número.

Un silencio incómodo se hacía del otro lado, su compañero había prometido que hablaría con su jefa sobre él ¿quizás lo había olvidado y no se esperaba ser molestada a esa hora?

—Jacob dijo que eras dueño de una voz seductora. Pero esto supera mis expectativas —replicaba la mujer.

El ego de Kellin había volado por las nubes ante aquel cumplido.

—Gracias, Madame. —respondió coqueto.

—Si. Ven a verme a las 13:45 de hoy. —decía sin más—. Tengo ese tiempo libre ¿y tú?

—Estaré a esa hora donde usted me indique. —exclamaba.

—¿Este es tu número personal? —preguntaba.

—Si, Madame.

—Perfecto, te enviaré la ubicación. Ahora debo hacer otras cosas, te estaré esperando, Bostwick. —decía de forma sensual.

La llamada era finalizada por la mujer sin siquiera esperar un saludo de despedida o un agradecimiento por parte de Kellin.

Pero éste ya había sido advertido al respecto.

—"No creas ni por un segundo que está coqueteando contigo. Maddie Baker es una señora casada, solo se dedicó mucho tiempo a esto y su voz es sensual y coqueta por naturaleza, pero sé respetuoso con ella".

—Joder, casi me hago heterosexual —exclamaba con algo de nervios.

Se preparaba para salir nuevamente al centro, el viaje era largo y tenía que llegar a cumplir su horario habitual en la cafetería para luego cursar sus estudios a la salida.

Le interesaba mucho este nuevo empleo, a decir verdad, le interesaba el dinero fácil que iba a conseguir.

No sería difícil, solo era ponerse en el papel que el cliente anónimo pidiera y estar preparado mentalmente para que la otra se masturbase con su voz.

«Es pan comido».

Jacob le había comentado que no todos se masturbaban, algunos simplemente eran fanáticos de las sensaciones provocadas, pero bueno, el tiempo de conexión era muy importante. Si él lograba que la misma persona pidiera nuevamente por él, obviamente tendría un bono extra a fin de mes, y Kellin se tenía mucha fe, siempre había sido halagado por su voz.

Y no sería la primera que alguien se corriera a causa de eso, aunque nunca había intentado el sexo telefónico, no lo creía algo complicado. Aparte su compañero le había explicado que si en algún momento se quedaba sin palabras o no sabía cómo empezar, tenía una pequeña guía que podía usar, una para mujeres y otra para hombres.

El ser gay, le daba puntos extras ya que había una línea especial para aquello, o sea que si alguien con clientes heterosexuales llegaba a ganar ese dinero, cuanto más él al arriesgarse a hablar con ambos sexos.

Si, esto era lo que necesitaba y lo aprovecharía al máximo, no veía la hora de salir de su casa e independizarse de una maldita vez.

𝗘𝗿𝗼𝘁𝗼𝗳𝗼𝗻𝗼𝗳𝗶𝗹𝗶𝗮 | Kellic.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora