002. La luna 🌒

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La antorcha les iluminaba el rostro en la oscuridad de la noche

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La antorcha les iluminaba el rostro en la oscuridad de la noche. Él se esforzaba en mantener los ojos abiertos ante cualquier posible movimiento ajeno a los suyos. Pese a encontrarse en su casa, le aterraba la idea de que su padre o cualquiera de la aldea se encontrase con ella. Pues sería motivo de habladurías no deseadas.

Analizo el trastero en el que se encontraban y pensó que sería un buen escondite para esconderla.

— Vale. Puedes quedarte aquí. — se rasco la cabeza nervioso— No salgas de aquí si no te lo pido. Es peligroso.

Astrid asintió, aunque tenía claro que no le iba a hacer caso y se puso cómoda esperando con atención a que él abandonara el lugar. Él observó por décima vez la zona y ella cansada de su preocupación irracional le empujó hacia la puerta sin muchos esfuerzos. Hiccup se tambaleó hacia delante y tan pronto como se encuentra en el umbral de la puerta, está la cierra de un ligero portazo.

Aturdido se despeina el flequillo, mientras se encamina al gran salón donde se había organizado una fiesta de obligatoria asistencia y al que llegaba tarde. A él no le entusiasmaba mucho esas cosas, prefería estar en su taller distraído con su libreta de dibujos que juntarse con la muchedumbre de las fiestas donde además de bailar siempre estaba presente el alcohol.

Al llegar a las enormes puertas del gran salón pudo escuchar las voces y risas que provenían de ella. Respiró con profundidad para calmar su nerviosismo y agarró el manillar de la puerta para abrirla. Se encontró de golpe con el olor del alcohol que había hecho estragos en muchas de las personas presentes e inevitablemente se tapó la nariz con la mano.

Mientras caminaba con torpeza al trono en el que se encontraba su padre, él era empujado por todos los que se encontraban en la fiesta. Al llegar, se tiró en la silla que estaba al lado de el de su padre y él, Estoico el vasto, le miró de manera interrogativa. Sabía lo que le iba a preguntar a continuación y pensó en una excusa que fuera creíble, porque decirle la verdad podría parecerle una historia inventada.

— Lo siento papá — empezó disculpándose— Puedo explicartelo.

Pero no pudo terminar la frase, pues el jefe le había mandado a callar cuando apareció una figura femenina, que él sabía muy bien quien era al enfocar su mirada en ella. Por muy poco se cae de la silla al percatarse de que era Astrid, vestida con un vestido atractivo que causaba las miradas indiscretas de los presentes.

Lo que le puso más nervioso era como se acercaba hacía él. Tenso, se le enrojeció las mejillas tras ver lo cerca que se había puesto de él, despertando la curiosidad de los demás, sobre todo el de su padre.

Astrid relucía con su vestido, presumiendo de sus llamativas curvas y dejando entrever su tatuaje. Llevaba su pelo bien arreglado y rizado y no le faltaban joyas que le decorasen el cuello y las muñecas.

— Te dije que te quedaras allí... — le susurro demasiado cerca de lo que debería, tan cerca que le provocaba que el corazón le diera un vuelco.

— Yo, al contrario de lo que creías, he decidido venir a divertirme — respondió llevándose el vaso de alcohol que le habían ofrecido al entrar y le dio un pequeño sorbo esbozando una sonrisa pícara — Deberías hacerlo tú también.

Él titubeó, mirando incómodo el vestido que llevaba puesto para no tener que mirarle a los ojos. Es entonces cuando se percata que el tatuaje tenía forma de una luna.

— El tatuaje — señaló su escote — es una luna.

— Ahora ya sabes porque me gustan las fiestas — bromeó ella.

Le cogió de la mano tomando por sorpresa al joven castaño y le llevó a rastras directo a la multitud donde menos le apetecía estar, pero pudo hacer poco para que le soltara. Por lo que prosiguió su camino sin rechistar.

Llegaron a la barra improvisada que habían instalado en el gran salón y Astrid pidió alcohol para los dos, cosa que Hiccup negaba desinteresado por el ofrecimiento que le hacía aquella hermosa joven. Pero ella ignoraba toda su negación y se lo tendió en la mano.

— Yo no bebo— tartamudeo nervioso.

— Pues más vale que te esfuerces.— contestó con agresividad— Tenemos que hablar y tener que hacerlo sin alcohol es abrumador y poco interesante.

A Hiccup le atormentaba aquella actitud que tenía ella, le sorprendía lo atrevida que era y su carácter, carácter que siempre le había dicho su padre que debería tener. Pero él no podía, simplemente era él, torpe, inseguro, sarcástico pero trabajador. No podían pedirle ser alguien que no podía ser, podía fingir ser fuerte pero no podía fortalecer su blando corazón. A veces él lo deseaba, pues siempre atraía a las desgracias, cada paso que daba era en falso e intentaba llamar la atención de la aldea para que vieran lo que querían que fuera, sin embargo, siempre terminaban humillandolo. Entonces, ¿quién debería ser?

Pasó el tiempo que llevaban saliendo de la fiesta pensando, preguntándose porque ella se había interesado en él para crear un vínculo, eso le generaba un nudo en la garganta y no pudo no atormentarse por ello.

— ¿Por qué yo? — le preguntó inesperadamente. — ¿Por qué tenía que ser yo entre tantas personas?

Ella no entendía la pregunta que le había lanzado.

— No te entiendo.

— No deberías haberlo hecho. Te arrepentirás pronto.

Ella paró en seco, comprendiendo porque le estaba preguntando aquellas cosas y mientras recibía el golpe de aire en la cara se giró para mirarlo. A ella le molestaba que le cuestionaran su capacidad de elección.

— Vaya, pues será verdad que querías morir ahogado. Que lástima...

— No, yo no quería — se excuso sorprendido por aquella confesión — yo no quería morir.

— A mi no me puedes mentir — le encaró — los dioses me lo dicen todo. Me dicen todo lo que piensas, que es lo que comes, a qué hora te acuestas. Así que no te atrevas a mentirme otra vez.

Hiccup se rasco la nuca y lanzó un largo suspiro de rendición. Mientras que ella se acerca despreocupadamente hacia él, sujetándolo de la camiseta de forma amenazante.

— Ah y una advertencia más, no te toques el tatuaje si no quieres morir del susto — le dijo con un tono algo amargo antes de soltarle y marcharse del lugar. 

Que lastima es ver como la luna rehúsa encontrarse con el sol.

Astrid (Reescribiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora