005. El amor un veneno, el miedo un debilitante y el autoconocimiento un premio

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Hiccup despertó con la respiración agitada y sudando

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Hiccup despertó con la respiración agitada y sudando. Nunca antes había tenido una pesadilla que se sintiera tan real como aquella, tampoco que los dioses estuvieran en ella. ¿Habrían interrumpido su sueño para amenazarle?. Si era así, algo importante debía ser.

Entonces recordó lo que le habían dicho: " Esto pasará, pero tú puedes evitarlo, deja que Astrid haga su trabajo y tras hacerlo deberás morir por ella. "

No podía dejar de pensar en aquello, pues le dolía tener que hacer lo que le pedían, pero tampoco podía dejar que le hicieran eso a Astrid aunque se tratase de su padre. No supo cuanto tiempo había estado sentado en la cama con aquella inquietante mirada, no obstante, vio a Astrid posada en la entrada de la habitación con los brazos cruzados.

— Eh, hola... — le saludo un poco incómodo.

— Parece que has visto a tu peor pesadilla — bromeó ella acercándose un poco a él.

Él no comentó nada, solo se levantó de la cama. ¿Qué le iba a decir?, ¿que tenía que morir para que no la mataran delante de sus ojos?, ¿qué desde aquel beso había nacido un sentimiento que no deseaba? cualquiera de las dos era totalmente una locura, aunque morir por ella era la mejor opción que confesarle algo tan íntimo.

Ni siquiera se dignaba a mirarla a los ojos después de aquello, no podía articular alguna palabra sin sonrojarse. Cuál fue su sorpresa al sentir aun esos labios posados en los suyos y la ansiedad que tenía de volver a sentirlos. Se tachó de un loco perdido y sacudió con fuerza la cabeza para quitárselo de encima.

— Solo he tenido una pesadilla — responde finalmente.

Entonces, él se fijó en esos ojos que había prometido no volver a mirar y se encontró con unas sombras oscuras debajo de estas. Parecía que no había sido el único en tener una noche dura.

— Una noche difícil, ¿verdad?— preguntó con una mueca que se asemejaba a una sonrisa.

Ella asintió.

— Pienso que los dioses están jugando con nosotros.

Él, cohibido, inclinó la cabeza en señal de afirmación y se dirigió a la puerta donde Astrid estaba apoyada, con la intención de abandonar el espacio. Ella le siguió por detrás, cosa que hizo que Hiccup se sintiera aún más intranquilo. Pues no entendía para que le iba a seguir, tal vez, solo tal vez hubiera soñado lo mismo y temía que hiciera una locura antes de que cumpliera con su deber. Un deber que desconocía por completo.

Trató de hacerse el desinteresado y se preparó un desayuno de lo más ordinario, un vaso de leche y un trozo de pan. Ella se sentó frente a él, sin intención de desayunar nada, solo permaneció observando pensativa.

— ¿Cómo es enamorarse? — soltó ella de repente.

Hiccup casi escupe la leche que estaba bebiendo y no supo porque pero su mano empezó a temblar. Dejó despacio el vaso en la mesa y posó sus manos en la barbilla de forma pensativa. Enamorarse era complejo, el amor lo era aún más. Unos podían sentir mariposas en el estómago mientras otros solo sentían atracción, pero para él, el enamorarse era una vitamina debilitante, que consumía por completo sus pensamientos y sueños, que le quitaba el aire y le ponía nervioso.

El enamorarse le hacia ver como un tonto, un tonto perdido. Enamorarse era un veneno peligrosamente embriagador. Por eso no tenía alguna respuesta clara de lo que era enamorarse.

— Bueno.... es... es... — intento, intento de verdad formular una frase, pero no le salían las palabras.

Astrid esbozo una sonrisa al ver como este se sonrojaba.

— Los dioses tenían razón, te estás enamorando.

A Hiccup se le palideció la cara, en qué estaba pensando, claro que sabía sus sentimientos, probablemente supiera también que tenía que morir por ella y que su padre iba a matarla si no lo hacía, los dioses se encargaban de decirle todo.

Se levantó bruscamente del asiento aterrado por aquellas palabras que muy bien sabia lo cierto que eran, asustandola un poco por su brusquedad, entonces aprovechando su sorpresa, salió escopeteado de la casa. Corrió sin ningún camino al que seguir y continuó corriendo pese a ser llamado, y siguió hasta que tropezó y cayó al suelo de rodillas, sin aliento y sudando. Y es cuando se percató de lo cobarde que había sido al haber salido huyendo de aquella manera.

Su respiración era sonora y rápida cuando Astrid había llegado a su lado, también algo cansada. Se arrodillo junto a él y analizó el rostro del joven detalladamente, como si aquello le descifrara cada pensamiento que tenía, cada secreto que había ocultado, él se sentía desnudo ante su mirada.

Era cruel, ver como ella podía leerle como un libro abierto, mientras que él no podía leer nada de ella.

— Eres cruel. — dijo finalmente con un nudo en la garganta — Eres malvada, insensible y... No se que quieren los dioses, pero por favor... Por favor, déjame solo, deja de seguirme.

— Vale, como quieras.

Tras decir aquello, ella se marchó dejando a un solitario Hiccup perdido en sus pensamientos. Puede que hiciera mal pidiendo que le dejara de seguir, tal vez, él era el que estaba siendo cruel, pero necesitaba estar a solas.

Con las pocas fuerzas que sentía, se levantó del suelo y partió al acantilado donde su padre le había hablado de los dragones cuando apenas era un niño pequeño. Se sentó en la orilla y dejó que el viento arrastrara sus lágrimas y sus pensamientos.

¿Qué era lo que querían los dioses de él? ¿qué querían para arrastrarlo a su final? y lo más importante, ¿por qué habían traído a aquella mujer que le estaba volviendo aún más enfermizo de lo que estaba ya?

Aquello le producía angustia porque aun estando escrito su destino, él se sentía esperanzado de poder cambiar las cosas, de demostrar a los dioses y a su padre de que estaban equivocados, que había otra formas de traer la paz, de evitar ese drástico giro.

Se levantó más calmado y sorprendentemente más decidido, se limpió las lágrimas que tenía aun en los ojos. Se levantó el borde de la camiseta para observar el sol que ahora se encontraba dibujado en su piel y lo acaricio.

Él quería cambiar su historia y lo iba a hacer, porque él era Hiccup Haddock III. 

Astrid (Reescribiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora