004. Los sentimientos

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Él sostuvo su mano en el pecho nervioso, sin ser capaz de reaccionar. De cierta forma sabía que no le mentía, pues había visto como ella se transformaba en un dragón, pero, él, ¿un dragón? Era simplemente una locura.

Parecía más aturdido de lo que Astrid se imaginaba y ella no sabia que hacer al respecto, pues apenas sabía tratar con los humanos como cuando ella aún vivía. Conocía las emociones y los sentimientos que podían sentir, pero, sin embargo, le era complicado saber actuar ante aquellas emociones. Además, Astrid vivía encerrada en la vida pasada, lo que hacía que fuera más difícil abrirse.

Si no fuera por los sonoros pasos de alguien acercándose, no habría sabido actuar y les habrían pillado compartiendo aquel secreto que debían ocultar. Pero, no obstante, no era suficiente mirarse los ojos para que aquella persona que se acercaba dejará de sospechar.

Por lo que ella dio el paso para acortar el espacio que les separaba y le acorraló en uno de los árboles. Hiccup, sorprendido y agitado, se encogió lo más que pudo en el árbol temeroso de lo que iba a hacer la rubia.

— Relájate — pidió ella con algo de brusquedad— sino esto no parecerá real.

— P-pero...— tartamudeo por lo cerca que se encontraba, casi podía sentir su aliento.

— Solo va a ser un beso — le resto importancia, aunque para él lo era pues sería su primer beso — Tiene que creer que somos dos amantes.

Si bien él pensaba que eso era poco posible, cuando visualizó al hombre que ella había estado pendiente durante el tiempo en el que se encontraban en aquel bosque. Sintió como él los miraba y no tuvo tiempo de reaccionar, pues Astrid unió sus labios en un beso apasionado como si de verdad se tratase de dos amantes escondidos de todas las miradas por su amor prohibido.

Hiccup no sabía cómo acompañar con el beso por lo que dejó que ella lo hiciera y aunque se sentía muy nervioso apoyó sus dos manos en sus hombros. Cuando el hombre pasó desapercibido, ella se separó con algo de brusquedad, cosa que hizo que él perdiera el equilibrio.

Cayó al suelo de espalda y ahogó un grito de sorpresa. En el suelo, se tocó el pecho mientras respiraba con rapidez, sintiendo un sentimiento que nunca había tenido antes. Se le aceleró el corazón al mirarla, ahora, después de aquel beso le miraba de otra forma. ¿Solo él lo estaba sintiendo? Eso pensó al mirar el rostro impasible de ella.

Astrid dio media vuelta dándole la espalda a Hiccup, aquello le demostraba que estaba poco interesado en lo que él pensara, cosa que hizo que se le encogiera el corazón.

— ¿Qué haces en el suelo? — preguntó ella mirándole de reojo— Levántate.

— Y-yo..— no supo completar la frase y tampoco le dio tiempo, pues ella se había encargado de levantarlo con tal fuerza que exclamó un gruñido de dolor.

De camino a su casa, se dio cuenta que le empezaba a doler el brazo donde Astrid había presionado con tanta fuerza y se lo acarició pensando que así aquel dolor se iría pero perduró hasta que llegó a su casa. Astrid se había ido por otro sitio donde según ella llegaría antes, pero él sabía cada rincón que había en aquella isla y sabía que le había mentido, pero mucho no le importo. Pues su corazón empezó a latir a mil al recordar aquel beso que se habían dado.

Se tocó el pecho por instinto y aquello le asustó, pues nunca antes había experimentado aquella emoción, sabía lo que era, porque escuchaba a muchos aldeanos decirlo. Pero le daba miedo haberse enamorado de alguien que ni siquiera era una humana.

¿Cómo podría estar seguro de que lo estaba?

Nadie podría decírselo, por lo que no le quedó otra que esperar a que aquel sentimiento se pasara, no podía enamorarse de ella.

Cuando llegó a su cama se echó a la cama agotado por aquel largo día con muchas emociones y preguntas que le gustaría tener respuesta, pero no las pudo tener, por lo que se preparó para ir a la cama.

— Mañana se me habrá olvidado todo — se dijo así mismo para así creerlo.

Cerró los ojos y sorprendentemente se quedó rápidamente dormido, cuando normalmente tardaba horas en dormirse completamente.

Hiccup que dormitaba tranquilamente a la luz de la luna llena, noto una mano acariciar su cara y pelo, una mano que conocía muy bien

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Hiccup que dormitaba tranquilamente a la luz de la luna llena, noto una mano acariciar su cara y pelo, una mano que conocía muy bien. Se dejó acariciar disfrutandolo y entreabrió los ojos para encontrarse con una melena rubia y ondulada sacudida por el viento. Él pronto se percató de que se encontraba en un campo repleto de flores y no en su cama.

Entonces volvió su mirada en la mujer que sonreía ligeramente, era Astrid. Pero una Astrid más adulta y madura, cariñosa. En lo poco que había estado con ella, nunca antes había visto aquella faceta suya, le gustaba aquella Astrid, aunque no podía dejar de pensar en la Astrid que conocía.

Se levantó del campo algo desorientado, aunque pronto descubrió donde se encontraban, el mismo sitio donde se dieron aquel beso. Un escalofrío le recorrió la columna vertebral. Pero, sin embargo, tan pronto como ella le miraba con esos ojos cristalinos de forma tan cómoda y familiar, se le pasó. Pensó en que debía ser un sueño, estaba seguro de ello, pero lo disfrutaba tanto que no quería despertarse de aquel sueño.

Ella lo ayudó a levantarse y le dio un corto beso en la mejilla que provocó que este se sonrojara, lo que causó que Astrid se riera. A Hiccup le fascinó esa risa que no pudo evitar reír también. Él le dijo que le quería y ella contesto que también. 

— Pero no podemos estar juntos — confeso — Los dioses me van a castigar por amarte.

De pronto, de la manera menos esperada una oscuridad absorbió la imagen de Astrid y se lo arrebató de un golpe, sin dejar que este pudiera reaccionar ante aquella confesión que le comprimía la garganta. Mientras la oscuridad se la llevaba él le susurro al aire suplicando que ella no fuera castigada, que lo castigaran a él. La oscuridad siguió avanzando al tal punto que Hiccup se adentro en él. Encontrándose en un gélido invierno que le congelaban los huesos, mientras presenciaba la muerte de ella. Estaba atada a un poste con unas cuerdas rodeándole el cuello y las extremidades limitando completamente su movilidad. Su padre sujetaba una hacha larga con la que la sacrificaría acusada de hechicería y con ella le cortaría la cabeza.  Le vio con un nudo en la garganta, mientras ella simplemente sonreía apenada y es entonces cuando escuchó la amenaza de aquellos dioses crueles que habían arrebatado la vida de la joven, llevándose consigo lo que podría haber sido una pareja feliz.

— Esto pasará, pero tú puedes evitarlo — dijo una vocecilla — deja que Astrid haga su trabajo y tras hacerlo deberás morir por ella. 

Astrid (Reescribiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora