𝔦. nueva escuela

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— Debes estar muy agradecida por el hecho de que te hayan aceptado en esta escuela, Hyori — mi madre repetía una y otra vez mientras desayunábamos.

Rodé los ojos por el hecho de que ya había escuchado esa frase más de diez veces esta mañana, así que me quedé en silencio disfrutando de mis cereales.

— Hyori — fijé mis ojos en papá en cuanto me habló — Si llegas a desaprovechar esta escuela, que por cierto es muy buena, no nos quedará más remedio que enviarte a uno de esos internados que quedan muy lejos de aquí, para mejorar tu comportamiento — mencionó, mirándome muy seriamente desde el otro extremo de la mesa.

Tragué saliva, muy nerviosa de tan solo pensar en esa posibilidad.

— Como digas, padre — no quería llevarle la contraria, ya estaba harta de que jamás se pusieran en mi lugar, así que terminé rápidamente mi desayuno para poder ir a esta supuesta "muy buena" escuela.

Mi relación con mis padres jamás fue cercana, ellos apenas me conocían realmente, se la pasaban trabajando y cuando estaban en casa lo único que hacían era regañarme por mi supuesto "mal comportamiento" en mis distintas escuelas, pero jamás dejaban que les explicara claramente mi situación, culpándome de todo injustamente.

No había durado ni un miserable año en ningún establecimiento educacional, siempre había alguien ahí para hacerme la vida imposible, jamás he tenido una amiga y creo que a este punto ya no tendré. Mis padres me recriminan por mi temperamento, pero no saben que es la única defensa que tengo frente a las personas que han querido hacerme daño a lo largo de la vida, porque al parecer a cada escuela que vaya tendré a alguien con intenciones de molestarme y lastimarme, pero eso sí, yo no me quedo sin devolvérselas, y por lo mismo, he sido expulsada múltiples veces injustamente.

Me despedí fríamente de mis muy cariñosos padres — nótese el sarcasmo — y comencé el rumbo hacia mi nueva escuela, no sin antes sacar un cigarrillo y un encendedor de mi mochila, para proceder a fumar mientras caminaba observando el cielo del amanecer. El hecho de fumar como también mirar el cielo eran lo único en esta vida que me traía algo de paz, uno más que otro, pero necesitaba a ambos por igual. Mis padres no sabían que fumaba, o tal vez ya se habían dado cuenta y no les importaba — lo que era más probable.

Un poco antes de llegar a mi destino boté el cigarrillo en un basurero que encontré para después adentrarme en la institución. Con mis padres ya habíamos ido a conocer la escuela unos días antes, por lo que no me fue difícil llegar sola.

Montones de estudiantes se esparcían de aquí por allá en ese gran establecimiento al que a partir de hoy iría desde lunes a viernes, todos con el mismo uniforme aburrido y simple.

Ignoré todo a mi alrededor para concentrarme en buscar a la orientadora para que me pudiera decir cuál sería mi horario, además del salón al que debía ir. Luego de recorrer unos minutos aquellos pasillos llenos de estudiantes, visualicé la oficina de la orientadora, en estos momentos agradecía haber venido a conocer la escuela antes o sino ahora me encontraría realmente perdida.

Llegué hasta la puerta, ignorando en todo el camino algunas miradas curiosas por parte de los demás estudiantes, toqué la puerta esperando a que la orientadora me dejara entrar.

— ¡Pase!

Me adentré en aquella oficina, cerrando la puerta a mis espaldas.

La mujer me sonrió levemente para después darme mi horario y darme algunos consejos sobre la escuela, era muy amable, así que obviamente también me comporté amablemente con ella.

𝐇𝐈𝐆𝐇 𝐒𝐂𝐇𝐎𝐎𝐋 𝐒𝐖𝐄𝐄𝐓𝐇𝐄𝐀𝐑𝐓𝐒 | Yang JungwonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora