VII. De Compras

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Al día siguiente retomé mi rutina con normalidad, sintiéndome ya descansado. Fui al gimnasio para compensar el día de entrenamiento perdido y en la noche asistí nuevamente al instituto a impartir clase.

Más tarde esa noche, luego de salir del trabajo, me contactaron unos viejos amigos con los que hace un par de meses atrás me había visto por última vez. Desde hace tiempo teníamos planeada una salida grupal, la cual por cuestiones de tiempo se vio postergada por varias semanas, pero al fin quedamos en concretarla el viernes, para despejarnos un poco de los agobios de la vida adulta.

Este grupo de amigos estaba conformado por dos compañeros míos de la secundaria y un tercero que fue invitado por uno de ellos a juntarse con nosotros. Este último no era muy de mi agrado, pues era un tipo tímido y de pocas palabras que con frecuencia se mantenía en silencio cuando mis amigos conversaban conmigo sobre mi exitosa carrera en redes sociales. Una vez le pregunté si me seguía, se detuvo a mirarme como si la pregunta lo pusiera en conflicto, y se atrevió a confesar que la clase de contenido que yo hacía no era algo que él gustara consumir. No dije nada, pero de inmediato pude hacerme una idea de lo pisoteado que estaba ese hombre.

Se llamaba Alex, pero para mí siempre fue la mascota del grupo; un sujeto sin amor propio que en vez de aprender su lugar como hombre prefería seguir siendo un asqueroso beta. Era unos pocos centímetros más alto que yo, pero su cuerpo flaco y desgarbado lo hacía lucir descuidado, poco masculino y muy miserable.

Afortunadamente en la mayoría de las ocasiones no nos acompañaba, pero para el plan del viernes si se había apuntado, lo cual para mí era como una pequeña y molesta piedra en el zapato.

De cualquier modo, ignorarlo esa noche se me hizo fácil, siendo él tan callado y reservado era más similar a un poste andante que a una persona.

Nos dirigimos a un bar donde beberíamos algo, y pescaríamos algunas chicas lindas para tener sexo con ellas más tarde.

Los viernes por la noche, cualquier bar de reputación medianamente decente ubicado en el centro de la ciudad era una vitrina de delicias para escoger, era ese mercado del que tanto hablaba en mis vídeos.

Hermosas chicas de exquisitas figuras y provocativas vestimentas salían a divertirse y a ligar; era obvio que ninguna de esas valía la pena como pareja si visitaban bares a altas horas de la noche, muy seguramente tenían ya un alto historial de acostones, lo que disminuía drásticamente su valor, pero mientras estuvieran buenas podían todavía ser útiles para entreneterse con ellas.

Se podía ver de todo, desde hermosas jovencitas en su punto más valioso, hasta las avejentadas mujeres ya chocadas contra el muro, yendo a dar lástima como siempre, quizá con algo de suerte lograrían que algún simp falto de criterio les diera algunas migajas de atención.

Entre toda esa gente llamó mi atención una joven morena de rizados cabellos castaños. Traía puesto un ligero y ceñido vestido negro que resaltaba su figura esbelta y dejaba al descubierto parte de su delicada espalda. Quise acercarme a ella, pero estando ya a poca distancia se fue en compañía de un muchacho que parecía ser de su misma edad; miré la escena con cierto rencor pero preferí no dar mayor importancia a lo sucedido; las zorras abundan y con dinero es fácil tenerlas comiendo de la palma de tu mano.

Por desgracia la noche no resultó tan divertida como esperábamos. El idiota de Alex se retiró del lugar mucho antes que nosotros, y ya a altas horas de la madrugada uno de mis amigos estaba tan ebrio que ni siquiera podía mantenerse en pie. Tuvimos que llevarlo a su casa mientras yo conducía su auto ya que él no estaba en condiciones de hacerlo.

Para cuando llegué a mi departamento eran poco más de las dos de la mañana, me sentía un poco decepcionado de la salida tras no haber conseguido sexo casual y habernos tenido que ir antes de lo previsto por culpa de ese estúpido borracho.

Con Aroma a FresasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora