Salgo temprano para tirar todas las notas al tacho de la basura de la calle. Me cruzo de nuevo con el chico de antes, no me dice nada, así que continúo con mi trayecto al contenedor. Abro la tapa y tiro la cajita. Hace tanto frío, la nieve sigue cayendo. Si se mantiene así, habrá un temporal o algo por el estilo. Voy por el caminito que tengo hasta la puerta de mi casa, pero soy detenida antes de entrar. Como si una película se repitiera, el muchacho de cabello negro que es cubierto por un gorro por el helado frío de la mañana, vuelve a estar ante mí. No me había percatado de que sus ojos se veían tan claros. Me quedo observándolo, bastante tiempo, hasta que me da una nota. Frunzo el ceño y le vuelvo a preguntar como aquel martes en la tarde.
―¿Quién eres?
―Soy Eynan, vivo a unas cuadras. ―Parece que al fin me escuchó―. Estoy trabajando ―me cuenta.
―Soy Noemi. ¿Por qué me has dado esta nota? ―Alzo el papel.
―Es de mi trabajo, lo estoy repartiendo. Siento incomodar.
Indignada, abro el papel, pues el chico cree que es un folleto, pero sé que es una nota.
"Al fin lees mi mensaje, pensé que ya no tendría oportunidad. Estoy dispuesto a darte coraje, así que ignora lo demás".
Le muestro a Eynan, pero solo visualiza un folleto, así que descubro que él no tiene nada que ver en esto.
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Hay notas que no son cuentos de hadas
Historia CortaRecibir una nota puede ser curioso, atemorizante o hasta halagador, pero si las notas provienen de algo desconocido, da todavía más terror. *Por Viviana Valeria V.