1- La selva de mármol y arena

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La gran mayoría se contentaba con la magia del lugar. Él buscaba la magia en la persona. Marco sabía mejor que nadie que su vida daría un giro el día en que el señor Way regresara al hotel. Aquel marcaría el fin de una era de eternas preguntas sin responder. "¿Dónde había estado?" ¿Qué había estado haciendo?" Absolutamente todos lo querían saber. Especialmente él. Y ahora, finalmente lo haría.

El día en la isla amaneció tan soleado como de costumbre. El blanco de la arena y la transparencia del agua constituían excusa suficiente para alegrarle la mañana incluso hasta el más pesimista de los transeúntes. Turistas y locales por igual. Aunque él bien sabía que no había tiempo para distracciones. Su cargo no se lo permitía. Pronto cruzó a paso decidido el último tramo del corredor que llevaba desde el edificio central hacia la playa y entró por la inmensa puerta vidriada de lleno en el hall principal del célebre hotel de cuyas filas ya formaba parte desde hacía tres años.

Marco no tenía una tarea específica. No era botones, cocinero, mozo o miembro del servicio de limpieza. No. Él era el asistente de la encargada de relaciones públicas del hotel. Aquella a la cual la mayoría de los empleados solían referirse como "La jefa". Esto lo hacía más bien una suerte de comodín. Él no sabía si había algún motivo especial para ello. Lo cierto era que, cuando llegó al Grand Way, no tenía experiencia ni experticia en ninguna de las tareas que suele llevar a cabo un empleado de hotel. Fueron entonces su simpatía y su carisma los que, habiendo agradado tanto a la jefa, llevaron a esta a contratarlo de inmediato. O eso es lo que él solía decirle a la gente por lo menos.

La fiesta tendría lugar en el maravilloso "Old Antoine". Aquel que horas más tarde recibiría a decenas de excéntricos personajes, entre los cuáles se encontraría el legendario fundador del hotel. Sendas mesas redondas habían sido ubicadas a lo largo y a lo ancho y, en el fondo, reposaba un gran escenario que numerosos artistas de renombre habían sabido ocupar año tras año. Alrededor de las nueve de la noche, cuando empezaron a llegar los invitados, este ya relucía por donde quiera que se lo mirara. La vajilla de plata y las copas hacían juego con los manteles y los respaldos de las sillas azul marino. Las arañas de cristal que colgaban del techo le otorgaban un aire victoriano. Algunos de los miembros del personal iban de un lado al otro, llevando y trayendo cosas bajo las órdenes de la mismísima jefa, mientras que los mozos se paseaban entre los invitados repartiendo copas de champagne y aperitivos.

Hasta aquel momento, poca era la gente que ya había ocupado su lugar en las mesas, encontrándose la gran mayoría todavía de pie, en una mejor posición para hacerse ver, saludar y dialogar con el resto de los invitados y ¿por qué no? escapar con mayor facilidad, si de pronto se veían inmersos en una conversación con alguien a quien preferían evitar. Marco solía quedar maravillado por la gracia y fineza con la cuál muchos de los invitados se solían desenvolver, como así también por aquella capacidad que tenían para abordar un tema en particular y pronto dejarlo rápidamente en el olvido, cuando el tiempo de la conversación así lo marcaba.

Aquella noche se respiraba un aire meloso y algo ligero. Los invitados que se paseaban por el salón exhibiendo sus rostros dorados de a poco se iban colocando en los asientos asignados para ellos en una jornada que comenzaba con un tinte formal, en un ambiente en el cual la elegancia no era negociable. El propio Marco se había tomado la molestia de ponerse su mejor traje y peinar sus rizos rubios con raya al costado para la ocasión y ya pronto se ubicaría en la mesa principal a un costado de la jefa, quien una y otra vez leía el catálogo de los vinos, como si intentara memorizarlo y al otro de su amiga Laura que hacía juego de su envidiada piel olivácea y ojos pardos con un vestido violeta que no paraba de atraer miradas curiosas. El resto de la mesa estaba ocupada por un famoso empresario, una conductora de televisión y, esto último Marco no podía creerlo, la "cantante sensación pop Grand Way del momento" Melina, a quién había tenido el gusto de conocer unas noches atrás, durante una velada que todavía resonaba en su memoria. Era cierto que todavía era temprano como para asegurarlo, pero el joven estaba convencido de que la noche prometía.

El Hotel Grand WayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora