15- Medidas cautelares

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Allá donde no quedé más que tu propio corazón, se encontrará tu destino y tu soledad. Y cuando los años pasen y te entren ganas de olvidarlo todo, en esos momentos, más que nunca, recordarás y sonreirás, sabiendo que no hay nada que no caiga, eventualmente, en las garras del olvido.

Marco solo le pidió una cosa a la jefa. Que le avisara cuando fuera oficial. Y eso mismo es lo que la jefa le escribió por mensaje de texto. ¡Solo para urgencias!

-Es oficial.-

Se sorprendió a sí mismo pensando en la muerte. En la promesa de eterna oscuridad y en los ojos del periodista que ya no veían. En el terror de la no existencia. Estaba. No estaba más. Las cosas seguían su curso natural. Aquel día del calendario le había tocado "libre" y había decidido quedarse en la cama hasta el mediodía, levantarse, visitarlo a Ko'nu que le había prometido mostrarle su nueva lancha, y a la tarde, instalarse en el patio del Pool Point junto a la gran pileta con Pedro, Laura y Melina. Su segundo licuado de maracuyá ya era historia.

Agarró el teléfono y le envió un mensaje a la jefa.

―Entendido. ¿Instrucciones?

Pedro lo miraba con el ceño fruncido.

―Amigo... ¿está todo bien?

―No exactamente. ―le respondió al tiempo en que pensaba que ellos tenían derecho a saberlo y que, a esa altura, ya eran parte de todo aquel lío tanto como él– Me acaba de confirmar la jefa que lo mataron a Roberts.

Los cuatro se quedaron en silencio por un instante.

―Supongo que era una cuestión de tiempo. ―dijo Laura finalmente, con una expresión de tristeza en el rostro.

Melina se tapó la cara con ambas manos y empezó a llorar. Laura, que estaba al lado suyo, la rodeó con un brazo y la dejó reposar su cara contra su pecho. Nadie habló por un buen rato. Finalmente, Melina se enderezó y se limpió las lágrimas del rostro.

―No sé ustedes...―dijo― pero yo estoy pensando seriamente en irme del hotel. No creo que pueda seguir acá después de todo esto.

Marco sintió que se le formaba un nudo en la garganta. Le dieron ganas de decirle que no, que aquella le parecía una pésima idea. Pero no tuvo las fuerzas suficientes como para hacerlo.

―Solo por favor no le digan nada a nadie. ―dijo dirigiéndose a todos―. Le prometí a la jefa que no iba a decir nada.

―No puedo creer que ella haya sabido de todo estoy y no haya hecho nada. ―atinó Laura al tiempo en que negaba con la cabeza.

Pedro asintió.

―No podía hacer nada, chicos. ―les dijo Marco.

― ¿El resto del "círculo" lo sabe? ―preguntó Melina.

Marco se encogió de hombros.

―Pero creo que, aunque lo supieran...

―No podrían hacer nada... ―lo interrumpió Pedro― Sí, ya entendimos. Parece que el señor Way es omnipotente en esta isla nomás.

―Solo por favor no te vayas. ―le dijo Marco a Melina finalmente.

Ella lo miró sorprendida e inmediatamente desvió su mirada a hacia los otros dos.

― ¿Pero qué? ¿Ustedes están pensando en quedarse?

Pedro se encogió de hombros.

El Hotel Grand WayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora