17- Destinación Dalloway

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En cierta forma, Marco sabía que se pasaría el resto de la vida buscando luces que brillaran tan intensamente como las del Grand Way. No era su culpa. Aunque nadie lo llamó a arruinarse la vida. Nadie le pidió que hiciera lo correcto. Tampoco habría alguien esperándolo del otro lado para juzgarlo si hacia cualquier otra cosa. Pero había una voz invisible que él sabía que tenía que escuchar. Y nadie, ni siquiera el tan temido señor Way, iba a impedir que siguiera sus dictados.

Abandonó el patio del "Sector C" y tomó el corredor principal. Allí mismo se encontró con la jefa, quien llegó prácticamente corriendo.

― ¡Jefa! ¿Y ahora qué hacemos?

― ¡Tenemos que ir ya para el puerto! Apurémonos que Ko'nu te está esperando.

―Bueno. ―dijo él que amagó con arrancar, pero se detuvo en seco al sentirse invadido por un incómodo pensamiento. ―Jefa... ¿Estás segura de que podemos confiar en Ko'nu igual?

Ella se encogió de hombros.

―Sí... asumo que sí. No sé.

Él la miró incrédulo.

― ¡¿Es joda?! ¿Cómo puede ser que no sepas?

― ¡No importa eso ya, Marco! Es la única alternativa que tenemos...

― ¡Okey! Okey... ―respondió él echando un rápido vistazo detrás suyo―. ¿Y qué hay del señor Way? ¿Sabés dónde está?

―No estoy segura, pero debe estar en su oficina. Si nos vamos ya, no hay forma de que nos alcance.

Todavía ubicada junto a la mesa del restaurant, Melina los vio a Marco y a la jefa discutir y luego enfilar rápidamente hacia el sector que llevaba a la playa y su ansiedad se disparó. Algo tenía que haber pasado. Algo que hiciera que el nivel de peligro en que se encontraba Marco hubiera aumentado en los últimos minutos. Ella tenía que hacer algo también. Tenía que encontrar su forma de ayudar. Fue por eso que tomó también el corredor principal y se dirigió tras sus pasos. Los vio correr delante suyo y rápidamente se sacó sus tacos y empezó a perseguirlos. No podían estar a más de cincuenta metros de distancia. Los siguió hasta la altura del "Sector J", pero se detuvo al lado del camino que llevaba hasta sus habitaciones, donde seguramente se encontrarían Pedro y Laura. Marco tenía razón. Tenía que ponerlos al corriente de lo que estaba pasando. Fuera lo que fuere aquello. Lo que no notó fue que, tan solo unos diez metros detrás, el señor Way se deslizaba triunfante y presto para entrar en acción cuando la ocasión finalmente se presentara.

Por su parte, Pedro y Laura se encontraban en el cuarto de esta última, echados en la cama y escuchando música caribeña al tiempo en que se pasaban despreocupadamente un cigarrillo de marihuana y largaban carcajadas ocasionales ante los comentarios que emitía el conductor del programa de televisión de la ocasión cuando escucharon sucesivos golpes a la puerta de entrada que los hizo dar un salto de improviso. "¿Quién viene a joder a esta hora?" Se preguntó Pedro que pronto se dirigió a la puerta y la abrió para hacer lugar a Melina que entró como si fuera un fantasma y temblando de pies a cabeza. Laura se levantó de la cama y fue rápidamente hasta donde ella estaba para abrazarla al tiempo en que Pedro la orientaba para que tomara asiento.

― ¿Qué pasó? ―preguntó Laura finalmente.

―Es Marco, chicos. ―dijo ella mirando alternativamente a uno y a otro―. Está en peligro.

― ¡¿Cómo que está en peligro?! ―preguntó Pedro confundido. ― ¿Qué pasó?

―Parece que el señor Way se enteró de todo. Y la jefa le dijo que tiene miedo de que le haga algo.

El Hotel Grand WayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora