Una bestia respiraba en los confines de la isla. Solo se despertaba por las noches. Salía de su refugio y empezaba a caminar por la selva, sedienta de sangre. Su silueta prominente y andar silencioso camuflados en la oscuridad. Los dientes amarillos. Solía alimentarse de las almas perdidas. Las víctimas que dejaba el día. Era su arreglo con la isla. Su otra cara. Turistas perdidos. Nativos. Enemigos de la empresa. Tenían un entendimiento. Pero ese era su hogar. Del otro lado de las gigantes paredes de crema, donde el fuego no brillaba cuando caía el sol. Su reino de sombras y huesos podridos y la carne que ni las moscas se animaban a surcar. Pero habían pasado tres noches de su última cena. Estaba empezando a impacientarse. El hambre le nublaba los sentidos. Caminó hasta el límite de la jungla y vislumbró el camino de piedras. Sabía lo que había detrás de sus puertas. Los cuerpos que dormían en el hotel eran carne fresca. Se relamió. El señor Way sabía que no estaba cumpliendo con su parte del trato.
Los retratos y las esculturas renacentistas proliferaban en la oficina del señor Way. El bordó del alfombrado y el blanco de las paredes provocaban el contraste justo que este último había estado buscando. No había luces de techo, sino de pie. Las que daban a la habitación un tono más bien gótico. El jefe mismo reposaba en aquel momento en su sillón ejecutivo de cuero verde oscuro y se debatía con la idea de compartir el resto de su plan con el joven que se encontraba ubicado del otro lado del escritorio. Cierto era que Marco desprendía parte de aquella chispa que hacía brillar tanto al Grand Way y que, hasta hacía poco tiempo, él mismo había llegado a creer ya definitivamente apagada. Pero Richard Way no consideraba sabio apurarse a la hora de juzgar el carácter de una persona. Todavía no estaba seguro de dónde reposaban sus lealtades.
―Eso es todo por ahora. ―le dijo entonces.
En la última semana, Marco había pasado casi toda sus horas laborales junto al señor Way. En su opinión, dejando de lado algún que otro berrinche injustificado de parte del dueño del hotel, el tiempo que habían compartido le había parecido considerablemente agradable. Aquella figura lejana y misteriosa que había sido el señor Way en un principio, se volvía más cercana y transparente con el correr de los días. Aun así, tenía que admitir que no estaba resultando ser exactamente quien había imaginado. Tal vez algo más blando, viejo, cansado. Marco hizo un ademán como para levantarse de su silla, pero en ese preciso instante su mirada se encontró con algo que lo hizo detenerse en seco.
― ¿Ese es un Mendy original? ―preguntó sin esforzarse por contener su emoción.
―Ah, sí. ―respondió el señor Way sin desviar la mirada―. Y sin dudas mi pintura preferida en todo este edificio. Podés acercarte para contemplarla mejor... si querés.
La pintura en cuestión se encontraba justo detrás del asiento del señor Way, por lo que Marco tuvo que dar la vuelta al escritorio para poder analizarlo de cerca. Mientras tanto, el señor Way lo analizaba sin reparos.
― ¿Y? ¿Qué te parece? ―le preguntó.
―El mejor que vi. ―respondió Marco sonriendo extasiado. ―Una lástima que esté acá y no en el hall principal a la vista de todos.
El señor Way soltó una risa irónica.
― ¿Y darle el gusto a los restantes miembros del "círculo"? ―soltó al tiempo en que lo miraba― Algún día podrías colgar una de estos en tu propia oficina. ―agregó― Si continuás tras mis pasos, no tengo dudas de que así será.
Sus miradas se encontraron.
―Ese es el plan. ―respondió Marco sonriente. ―Solo espero poder estar a la altura. ―dijo al tiempo en que pensaba con cuanta naturalidad las cosas se estaban sucediendo.
―Supongo que el tiempo lo dirá. ―dijo el señor Way que hizo una pausa y después continuó. ―De verdad disfruto de nuestras pequeñas charlas, Marco. Se le hace fácil a uno acostumbrarse a tu presencia. Es por eso que me siento obligado a recordarte que no aflojes. En nuestras manos yace la fuerza para lograr que el hotel continúe en este rumbo que ha tomado desde mi vuelta y no podemos dejar nada librado al azar. La corriente hoy nos favorece, pero nada nos asegura que aquel será el caso en los días y meses que vendrán ¡Necesito que seas mis ojos allá afuera! Nada se te puede escapar y por nada en el mundo... ― el señor Way se vio interrumpido por la puerta de la oficina que se abrió de un tirón "¿Quién se atreve a entrar a la oficina del jefe sin pedir permiso?" Pensó Marco, justo antes de caer en la cuenta que había una sola persona que era capaz de hacer semejante cosa.
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El Hotel Grand Way
Misterio / SuspensoMarco empieza a trabajar en el lujoso y excéntrico "Hotel Grand Way" con la sola ambición de conocer y estar bajo las órdenes del legendario fundador y titán de la industria hotelera Richard Way. Pero a su llegada a la isla paradisíaca que alberga e...