Act V

22 6 15
                                    


Unos ligues muy raros II
El chico amante del cianuro

Bueno, ya he matado al patético, al borracho, al pingüino y al chivato. Llevo cuatro, me quedan dos... creo que este próximo lo mataré de mi manera tradicional: una cita, un poco de veneno y al infierno de cabeza.

Estoy yo tan tranquila andando por la calle, buscando víctimas, cuando alguien que corre muy rápido me pasa por delante. Cuando me giro para verlo mejor, me doy cuenta de que lleva una bolsa de cuero con muchas cremalleras de las que asoman billetes de todos los números.

Al poco, oigo las sirenas de los coches de policía.

Y oh, mis piernas empiezan a moverse por puro instinto.

Menudo fallo de cálculo..

Así es, ahora soy perseguida mientras estoy persiguiendo al chico al que realmente persiguen. Lo sé, yo tampoco me lo explico.

El chico—que lleva un gorro y un pasamontañas, por lo que no se le ve nada de la cara—corre por unos callejones oscuros y nada frecuentados mientras yo lo persigo.

El chico se mete por un hueco en una verja y luego atraviesa una plaza vacía con un pequeño parque que está destrozado.

Luego, se mete por un último y estrechísmo callejón que lleva a unas escaleras laterales de un edificio en ruinas. Sube por ellas, salta por los tejados y me mete por el hueco de una chimenea rota.

Esperemos que debajo haya algo más que suelo.

Cruzo los dedos.

Resulta que sí, hay algo más que suelo: hay polvo y piedras. Ah si, y una ultra mini almohada que mi querido ladronzuelo a levantado del suelo y sostiene con una sonrisita de superioridad, mirándome.

—Auch—Hago una mueca, dolorida.

—Oh, ¿te has hecho daño?—Pregunta, falsamente preocupado—. Vaya, y yo que estaba sacudiendo esta almohada para que no te mancharas...—Niega con la cabeza, fingiendo contrariedad.—Menudo fallo, ¿eh?—Sonríe.

—Ah, claro mi amor, muchísimas gracias por tu triste intento de ayuda, ¿eh? Me has ayudado un montón, fíjate, incluso has conseguido que mi camiseta esté más rota de lo que ya estaba, eso es estupendísimo.

—Me alegra haberte sido se ayuda. Ahora dime, si eres una dama en apuros que acaba de caer por una chimenea, ¿poruqe has corrido detrás de mí?

—No sé en qué momento crees que voy a contestar a cualquier pregunta que me haga un perfecto desconocido como tú, la verdad.

—Ah, claro, entiendo, yo no puedo obtener una respuesta civilizada a una pregunta normal y corriente, pero tú en cambio puedes perseguirme sin conocerme de nada, entrar en mi casa sin permiso y encima ser tan descarada de quejarte y no responder a una inocente pregunta. Muy bonito, ¿eh?

—Para empezar, nada en tí es inocente, y para seguir, tu pregunta es normal y corriente, sí, pero la respuesta no lo será, por lo tanto si lo que tú buscas es una respuesta civilizada y coherente, siento decirte que no la encontrarás en mí.

—Oh, me intrigas, querida. Ah, y no me conoces: no sabes si algo en mí es inocente.

—Normalmente no se le encuentra mucha inocencia a un individuo al que has visto correr, perseguido por la pasma, con una bolsa llena de dinero, pero igual tú caso es distinto, quién sabe.

Shadowy LadyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora