🌊 ACIDENTE 🌊

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Gianna

Nos encontrábamos en la camioneta de mi padre, en Portugal, lejos de casa, rumbo a una pequeña playa poco concurrida.

Elizabeth Davies era una leyenda del surf, se había retirado hace muchos años, cuando tuvo su primer y único embarazo.

Yo.

Elizabeth era mi madre y después se convirtió en mi entrenadora. Por supuesto que yo era buena, tenía a la mejor instructora de mi lado. Cuando fuimos a esa playa escondida nunca imaginamos lo que pasaría. La idea fue de mi madre, no mucha gente iba a ese lugar y era perfecto para desenvolverme dentro del agua. En realidad, era muy buena entrenadora, no me presionaba para nada y cuando fallaba, me alentaba y ayudaba en lo que se me complicaba.

Ese día y ese lugar eran perfectos, practicariamos lo que me costaba realizar. Los resultados de la competencia de un día antes no habían sido los que esperábamos, había quedado en segundo lugar y quería ser la mejor, por lo tanto, mamá propuso ir a ese lugar.

Cuando llegamos todo era perfecto, el clima, las olas y no había ni una sola persona. Papá esperaría en la camioneta, tenía asuntos pendientes con su empresa. Mamá y yo nos preparamos y entramos al agua.

Otro error que cometimos ese día fue no informarnos acerca de las condiciones climáticas.

Cuando estabamos dentro, estábamos tan metidas en el entrenamiento que no nos dimos cuenta que el cielo se nubló bastante rápido, tampoco de las pequeñas gotas que empezaron a caer.
Cuando menos nos dimos cuenta, el mar ya empezaba a sufrir las consecuencias de una tormenta que ya se encontraba con nosotras. Quisimos nadar hacia la orilla, pero las olas eran cada vez más y más grandes, el mar tenia cada vez más corrientes que nos alejaban de la orilla y nos acercaban a una zona con piedras y muchos corales.

Recuerdo que las olas nos separaron y nos hundieron muy profundo, mis pulmones ardían y tenía miedo. En un momento en el que pude salir a la superficie, ví que mamá estaba muy cerca de las piedras. Todo pasó muy rápido.

Yo le gritaba y ella solo me decía que mantuviera la calma, las veces que mi madre salía a la superficie me decía que controlara mi respiración cuando las olas me hundían y que yo intentara salir y buscar ayuda. No podía dejarla ahí.

Traté de llegar a ella. Y a pesar de que sí llegué, no fue a tiempo.

Desabroché la tabla de mi pie y nadé hacia ella, las olas la habían arrojado a las piedras, cuando me encontraba cerca, una ola me empujó y me golpeé con ellas, recibí raspones y golpes, el mar no tenía piedad y solo me empujaba contra las rocas y corales. Logré salir y vi a mamá igual de atascada y golpeada que yo.

Pude tomarla entre mis brazos, las dos estábamos sangrando. En algún punto llegué a la orilla y la arrastre lejos del agua. Las lágrimas empezaron a salir cuando examiné nuestra condición.

Empecé a gritarle a mi padre, esperaba que pudiera oírme, me sentía desesperada, impotente y adolorida.
Mamá fue cerrando sus ojos, regalandome a mi su último aliento y una pequeña sonrisa tratando de decirme que todo estaba bien. Papá llegó tarde, del cuerpo de ella seguía saliendo sangre, pero no salían más respiraciones.

Siempre recordaré ese día. Los gritos y lamentos de mi padre junto al cuerpo innerte de mi madre tendido en la arena.

Fuimos al hospital, el doctor nos dijo que mi madre tenía múltiples huesos rotos, alguna que otra fractura expuesta, más fuertes golpes en la cabeza que le causaron varias hemorragias internas y externas.

Me consoló un poco cuando el doctor nos explicó que no había sufrido mucho, que murió en cuestión de minutos y por la adrenalina del accidente y shock, era muy probable que ni siquiera hubiera tenido dolor, solo mucha confusión. Por mi parte, me rompí dos costillas, un esguince de segundo grado en el pie derecho, una fisura en la muñeca izquierda y un pequeño derrame en el ojo izquierdo, eso incluyendo cortadas, moretones y raspadas en todo el cuerpo.
Usaba una bota especial en el pie para poder caminar.

Ese día supe que mi vida cambiaría drásticamente. No podría surfear en un buen tiempo, en realidad no tenía ganas de regresar al agua, ya que, esta misma me había arrebatado a mi madre.

Tuvimos que viajar a Brazil.
Mi madre y su familia eran brasileños, por lo tanto su funeral fue ahí.

Luciana Sousa, ( hermana de mi madre y mi tía) estaba destrozada, se ofreció a acogerme en su casa, pero me negué.

Los siguientes meses fueron difíciles.
Podía ver el dolor y sufrimiento en los ojos de mi padre, en su aspecto demacrado y desaliñado. Intentaba evitarme lo más posible, casi no nos veíamos, hablábamos y ni hablar de compartir mesa en las comidas. Sabía que me culpaba por el accidente, sabía que por eso me evitaba. Me cansé de estar sola, así que finalmente decidí volver a nuestra casa de Shorehaven.

Mi padre decidió que se quedaría en la casa de Londres. No lo culpaba, regresar a Shorehaven era volver a encontrar constantes recuerdos de ella y que ya no estaría nunca más con nosotros. En cambio, yo necesitaba regresar, ahí estaban mis amigos y mi querido primo Marlon. Ellos eran el apoyo que necesitaba.
Estar en la casa de Londres me asfixiaba. Odiaba que papá solo me evitara, odiaba que la casa fuera mucho más grande que la de Shorehaven y odiaba que fuera  silenciosa.

Así que tomé mis cosas y me fui de Londres a dónde alguna vez mamá había estado conmigo, dónde habíamos reído juntas tantas veces, dónde pasé la mayor parte de mi vida y dónde, tal vez, al regresar, me ahogaría en los recuerdos.

FEARLESSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora