capítulo 2

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AL ENTRAR VIERON a Hwang Hyunjin. Estaba sentado junto al piano, dándoles la espalda, mientras pasaba las páginas de un volumen de Escenas del bosque de Schumann.

—Tienes que prestármelas, Chris —⁠exclamó⁠—. Quiero aprender a tocarlas. Son absolutamente encantadoras.

—Eso depende por completo de cómo poses hoy, Hyunjin.

—Oh, estoy cansado de posar, y no quiero un retrato del natural mío —⁠respondió el muchacho, girándose en el taburete del piano de una manera intencionada y petulante.

Cuando reparó en lord Changbin, un leve rubor coloreó por un momento sus mejillas, y se levantó.

—Te ruego disculpas, Christopher. No sabía que estabas acompañado.

—Te presento a lord Seo Changbin, Hyunjin, un viejo amigo mío de Oxford. Acababa de decirle el magnífico modelo que eres, y ahora lo has estropeado todo.

—No ha estropeado el placer de conocerlo, señor Hwang —⁠dijo lord Changbin dando un paso adelante y estrechándole la mano⁠—. Mi tía con frecuencia me ha hablado de usted. Es uno de sus favoritos, y me temo que también una de sus víctimas.

—Estoy ahora en la lista negra de lady Agatha —⁠respondió Hyunjin con una divertida mirada de arrepentimiento⁠—. Prometí acompañarla a su club en Whitechapel el martes pasado, y la verdad es que me olvidé por completo. Teníamos que haber tocado un dúo juntos… Tres dúos, creo. No sé lo que me dirá. Me da demasiado miedo ir a verla.

—Oh, yo lo ayudaré a hacer las paces con mí tía. Es muy devota de usted. Y no creo que de verdad importe que no acudiera allí. El público probablemente creyó que era un dúo. Cuando la tía Agatha se sienta al piano hace el ruido de dos personas.

—Lo que dice es horrible en lo que respecta a ella y no muy amable hacia mí —⁠respondió Hyunjin riendo.

Lord Changbin lo miró. Sí; era en verdad extraordinariamente atractivo con aquella delicada curva en sus labios escarlata, sus francos ojos azules, su cabello crespo y dorado. Había algo en su rostro que hacía confiar en él al instante. Todo el candor de la juventud estaba allí, así como también toda la apasionada pureza de la juventud. Uno tenía la sensación de que aquel joven se había mantenido incontaminado del mundo. No era extraño que Christopher Bang lo adorase. Estaba hecho para ser adorado.

—Es usted demasiado encantador para dedicarse a la filantropía, señor Hwang… De lejos demasiado encantador.

Y lord Changbin se echó en el diván y abrió su pitillera.

Bang había estado ocupado en mezclar colores y poner a punto sus pinceles. Parecía preocupado y, al oír el último comentario de lord Changbin, lo miró, vaciló un momento, y dijo entonces:

—Bin, me gustaría terminar el cuadro hoy. ¿Te parecería muy poco delicado por mi parte si te pidiera que te marcharas?

Lord Changbin sonrió y miró a Hwang Hyunjin.

—¿Debo marcharme, señor Hwang? —⁠preguntó.

—Oh, por favor, no, lord Changbin. Veo que Christopher tiene uno de sus momentos malhumorados, y me resulta insufrible cuando se enfada. Quiero que me explique por qué no debería dedicarme a la filantropía.

—No sé si he debido decirle eso, señor Hwang. Pero, desde luego, no saldré corriendo ahora que usted me ha pedido que me quede. En realidad, no te importa, ¿verdad, Chris? A menudo me has dicho que te gusta que tus modelos puedan conversar con alguien.

Bang se mordió el labio.

—Si Hyunjin lo desea, por supuesto que puedes quedarte. Los caprichos de Hyunjin son órdenes para todos menos para él mismo.

 ☐   𝙗𝘢𝙨𝘪𝙡 𝙫𝘢𝙣𝙚  ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora