capítulo 8

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CUANDO ENTRÓ SU SIRVIENTE, se quedó observándolo fijamente mientras se preguntaba si a éste se le habría ocurrido mirar tras el biombo. El hombre parecía bastante impasible y esperó sus órdenes. Hyunjin encendió un cigarrillo, se dirigió hasta el espejo y miró. Podía ver el reflejo del rostro de Marc perfectamente. Era como una apacible máscara de servilismo. No había nada que temer allí. Pero, de todos modos, pensó que convenía estar en guardia.

Hablando muy despacio, le pidió que dijera al ama de llaves que quería verla y que luego fuera en busca del enmarcador y le pidiera que enviara a dos hombres de inmediato. Le pareció que, al salir de la habitación, había mirado en la dirección del biombo. ¿O quizá fue sólo su imaginación?

Tras unos momentos, la señora Leaf, la vieja y querida señora vestida de seda negra, con una fotografía del difunto señor Lee en un broche que llevaba al cuello y unos anticuados mitones de hilo en las arrugadas manos, entró con ajetreo en la habitación.

—Y, bien, señorito Hyunjin —⁠dijo⁠—, ¿qué puedo hacer por usted? Le ruego me disculpe —⁠en ese momento hizo una reverencia⁠—, ya no debería llamarlo señorito Hyunjin. Pero, Dios lo bendiga, señor, lo conozco a usted desde que era un niño, y no son pocas las travesuras que le hizo a la pobre y vieja Lee. Y no porque no fuera siempre un niño bueno, señor. Pero los niños no son más que niños, señorito Hyunjin, y la mermelada siempre es una tentación, ¿verdad que sí, señor?

Él rió.

—Puedes llamarme siempre señorito Hyunjin, Lee. Me enfadaré mucho contigo si no lo haces. Y te aseguro que sigo teniendo la misma afición por la mermelada. Sólo que cuando me invitan a tomar el té fuera no me la ofrecen nunca. Quiero que me des la llave de la buhardilla.

—¿La vieja sala de las lecciones, señorito Hyunjin? Vaya. Está llena de polvo. Debo hacer que la limpien y la pongan en orden antes de que suba usted. No está para recibirlo, señorito Hyunjin. Desde luego que no.

—No quiero que la pongan en orden, Lee. Sólo quiero la llave.

—Bien, señorito Hyunjin, pero le advierto que se verá usted cubierto de telas de araña si entra allí. Lleva casi cinco años sin abrirse. Desde que murió su señoría.

Se estremeció al oír mencionar la muerte de su tío. Tenía odiosos recuerdos de él.

—Eso no importa, Lee —respondió⁠—. La llave es lo único que quiero.

—Aquí está, señorito Hyunjin —⁠dijo la anciana señora después de buscar en su racimo de llaves con manos trémulas y vacilantes⁠—. Aquí está la llave. La sacaré de la anilla en un momento. Pero no pensará vivir allí, señorito Hyunjin, estando aquí tan cómodo, ¿verdad?

—No, Lee, no. Simplemente quiero ver el lugar, y quizás guardar algo en él. Eso es todo. Gracias, Lee. Espero que estés mejor de tu reumatismo y que te encargues de enviarme mermelada para el desayuno.

La señora Lee movió la cabeza.

—Esos extranjeros no entienden lo que es la mermelada, señorito Hyunjin. La llaman compota. Pero yo misma le traeré alguna mañana, si me lo permite.

—Será muy amable por tu parte, Lee —⁠respondió él mirando la llave.

Y, después de hacer una elaborada reverencia, la anciana señora dejó la habitación con el rostro risueño. Tenía una poderosa objeción contra el ayuda de cámara francés. Sentía que era una desgracia para cualquiera haber nacido extranjero.

Cuando la puerta se cerraba, Hyunjin puso la llave en su bolsillo y miró a su alrededor en la habitación. Sus ojos se detuvieron en un cobertor de satén púrpura con abundantes bordados en oro, una espléndida obra veneciana del XVII tardío que su tío había encontrado en un convento cerca de Bolonia. Sí, aquello serviría para envolver el terrible objeto. Tal vez hubiera servido a menudo de sudario. Ahora iba a ocultar algo que poseía su propia corrupción, peor que la corrupción de la muerte; algo que engendraría horror y, sin embargo, no moriría nunca. Lo mismo que el gusano en el cadáver serían sus pecados para la imagen pintada en el lienzo. Arruinarían su belleza y devorarían su gracia. La ensuciarían y la harían objeto de vergüenza. Y, sin embargo, aquella cosa seguiría viviendo. Siempre estaría viva.

 ☐   𝙗𝘢𝙨𝘪𝙡 𝙫𝘢𝙣𝙚  ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora