capítulo 3

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CIERTA TARDE, un mes después, Hwang Hyunjin se hallaba recostado en un lujoso sillón de la pequeña biblioteca de la casa de lord Changbin en la calle Curzon. Era, a su modo, una habitación con gran encanto, con los altos paneles de su revestimiento de madera de roble teñidos de verde oliváceo, sus frisos color crema, sus techos con relieves de escayola y su moqueta de fieltro color ladrillo cubierta de alfombras persas con largos flecos de seda. Sobre una mesita de madera satinada había una estatuilla de Clodión, y junto a ella descansaba un ejemplar de Les Cent Nouvelles encuadernado para Margarita de Valois por Clovis Eve y salpicado de las margaritas doradas que la reina había elegido como emblema. Unos grandes jarrones azules de porcelana llenos de tulipanes loro formaban una hilera sobre la repisa de la chimenea, y a través de los pequeños vidrios emplomados de la ventana entraba a raudales la luz color albaricoque de un día de verano londinense.

Lord Changbin no había llegado aún. Llegaba tarde siempre por principio, siendo este principio suyo que la puntualidad era la ladrona del tiempo. Así que la expresión del muchacho era más bien malhumorada mientras, con indolentes dedos, pasaba las páginas de una edición de Manon Lescaut ilustrada con refinamiento que había encontrado en una de las estanterías. El tictac monótono y solemne del reloj Luis XIV lo irritaba. Pensó en marcharse un par de veces.

Al fin, oyó unos leves pasos fuera, y la puerta se abrió.

—¡Qué tarde llegas, Changbin! —⁠murmuró.

—Me temo que no soy Changbin, señor Hwang —⁠dijo una voz femenina.

Miró rápidamente a su alrededor y se puso de pie.

—Le ruego me disculpe. Pensé…

—Pensó que era mi esposo. Sólo soy su mujer. Permítame presentarme. Yo lo conozco a usted bastante bien por sus fotografías. Creo que mi esposo posee veintisiete.

—No serán veintisiete, lady Seo.

—Bueno, entonces serán veintiséis. Y lo vi con él la otra noche en la Ópera.

Ella reía nerviosamente mientras hablaba, y lo observaba con sus ojos de un vago color nomeolvides. Era una mujer curiosa cuyos vestidos siempre parecían diseñados en un estallido de ira y colocados en medio de una tempestad. Siempre estaba enamorada de alguien y, como sus pasiones nunca eran correspondidas, había conservado toda la ilusión. Intentaba parecer original, pero sólo lograba resultar desaliñada. Se llamaba Daniel, y tenía la absoluta manía de ir a la iglesia.

—Eso fue en Lohengrin, lady Seo, si no me equivoco.

—Sí, fue en el querido Lohengrin. No hay otra música que me guste más que la de Wagner. Es tan poderosa que una puede pasarse hablando todo el tiempo sin que la gente oiga lo que dice. Ésa es una gran ventaja, ¿no cree, señor Hwang?

El mismo staccato de risa nerviosa escapó de sus delgados labios, y sus dedos comenzaron a juguetear con un largo abrecartas.

Hyunjin sonrió y movió la cabeza:

—Me temo que no estoy de acuerdo, lady Seo. Nunca hablo mientras oigo música (al menos, no mientras oigo buena música). Cuando uno oye mala música, es su deber ahogarla con la conversación.

—¡Ah! Ésa es una de las ideas de Changbin, ¿verdad, señor Hwang? Aunque no debe usted pensar que no aprecio la buena música. La adoro, pero me asusta. Me vuelve demasiado romántica. Sencillamente he adorado a algunos pianistas (en ocasiones, hasta a dos a la vez). No sé qué tienen. Tal vez se trata de que son extranjeros. Porque todos lo son, ¿verdad? Incluso los que han nacido en Inglaterra se vuelven extranjeros tras un tiempo, ¿no le parece? Es tan inteligente por su parte y obsequia al arte de tal forma… Lo hace bastante cosmopolita, ¿verdad? Si no me equivoco, señor Hwang, usted nunca ha venido a ninguna de mis fiestas. Debe venir. No puedo permitirme orquídeas, pero no reparo en gastos cuando se trata de extranjeros. Dan un toque tan original a nuestras casas… ¡Pero, aquí está Changbin! Changbin, entré aquí buscándote para preguntarte algo; he olvidado qué era. Y me he encontrado con el señor Hwang. Hemos tenido una charla muy grata sobre música. Tenemos opiniones tan parecidas… Bueno, creo que nuestras opiniones son bastante diferentes. Pero él ha sido de lo más agradable. Me alegra mucho haberlo conocido.

 ☐   𝙗𝘢𝙨𝘪𝙡 𝙫𝘢𝙣𝙚  ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora