Capítulo 12

40 7 0
                                    

—¿Estuvo bien...? ¿Que hiciera eso? —susurró contra mis labios.

Ni siquiera respondí. Lo volví a besar con fuerza con mis labios fríos y secos. Sus manos me recorrieron la cara y bajaron hasta mi cuello. Cuando las yemas de sus dedos tocaron los lóbulos de mis orejas me estremecí.

Y entonces, me aparté dando un respingo.

—Debo irme—mencione agitada.

Sin molestarme en dar explicaciones, me giré... y salí corriendo.

—¡Catherine! —Me grito desesperado—. ¡Yo te llevo! ¿Lo recuerdas?

Cuando me hallaba a unos metros de distancia me detuve y lo observé. Mi pecho subía y bajaba debido a mi respiración.

No confirmé ni negué nada, pero mi respuesta estaba más que clara en mi rostro y eso a él lo confundía, aparentemente. Parecía que el beso era el comienzo de una nueva etapa entre nosotros y eso nos tenía aturdidos a ambos.

El terror amenazó mi corazón.

De regreso, Ryan condujo con cuidado, sin rebasar los límites de velocidad y en completo silencio. Llegamos a casa a las once diez. Ya le había escrito a mamá que llegaríamos un poco tarde por el tráfico, ella contestó con un emoji de un pulgar levantado.

—Nos vemos mañana en la escuela —me dijo.

—Claro.

Me sonrió antes de bajar del auto.

Al entrar a casa todo estaba a oscuras, pero sabía que mi madre seguía despierta en su habitación. Aun así decidí no decirle nada sobre mi llegada e ir directo hacia el dormitorio. Me puse el pijama, me metí entre las cobijas y leí un rato La Ilíada. Uno de mis últimos placeres eran los textos griegos.

Rato más tarde guardé el libro y apagué la luz.

Esa noche dormí con la imagen de Ryan en mi memoria.

*

La semana de exámenes había llegado y lo único que se podía ver en los pasillos eran las caras largas y los gestos malhumorados de los alumnos a pleno amanecer.

Por las aulas se podían ver de un lado a otro, intentando idear la manera de aprenderse toda la información de un parcial completo. Unos copeando los textos de sus compañeros, y a otros que sin duda les valía su calificación. ¿Yo? Tratando de memorizar 360 páginas de un libro que seguramente más adelante no recordaría ni su título.

—Quien diría que ahora si estarías estudiando —dijo Ashley sentándose a mi lado con una gaseosa en la mano.

Me giré hacia ella y la analice de arriba abajo.

—¿No se supone que tú también deberías hacer lo mismo? —ataqué.

—Yo no lo necesito, Catherine. No cuando aquí se es la favorita del profesor más estricto de todos. Sé muy bien cómo y cuándo ganarme la confianza de los superiores.

Ashley dio una risa y se levantó para ir a su lugar un poco atrás de mí. Yo no mencioné nada, me mantuve con la mirada enfrente hasta que el profesor entró con un bloque de hojas mientras nos observaba uno a uno con una sonrisa torcida.

—Buenos días, jóvenes —saludó—. Como ya lo sabrán hoy es día de evaluación. Les explico: el examen consta de una hoja, una sola página, diez preguntas, y diez puntos. Utilizaran un bolígrafo para las respuestas y un lápiz para los procedimientos —indicó comenzando a repartir las pruebas—. No se aceptan tachones ni enmendaduras de cualquier tipo. Este estrictamente prohibido el uso de corrector, y si detecto que alguno de ustedes está haciendo trampa, les anularé el examen. Bien, dicho esto, pueden empezar.

Me entrego mi examen. Mis manos comenzaron a sudar y mi pecho a subir y a bajar del estrés.

Los primeros ejercicios los pude contestar, pero no sabía si estaba en lo correcto. ¿Estaba bien? ¿Esa era la formula correcta o era otra?

Como lo había dicho el profesor, solo era una hoja con diez preguntas, pero cada pregunta valía un punto. Los temas eran ecuaciones de reacciones por sustitución, reacciones exotérmicas y reacciones de combustión. Unas preguntas eran de práctica y otras eran de teoría, pero tenía un problema.

No había puesto en práctica la teoría.

Solo un milagro podía salvarme.

No sabía cuánto tiempo había pasado, pero era lo suficiente para que el profesor ya diera por terminada la hora de examen. Me estaba rindiendo sin dar más de mí, iba a reprobar química.

—Cinco minutos —dijo el profesor poniéndose de pie.

Me frote la cara con las palmas de mis manos. Estaba exhausta, regresando a mi vida estudiantil y ya suspendería una materia.

Varios se pusieron de pie y rodearon al profesor para entregar su examen. Ryan no fue la excepción, sin embargo, en vez de acercarse al maestro, se aproximó a mí y lo observé.

—Pásame tu examen —susurró con rapidez.

—¿Qué? —dije. Negué con la cabeza—. Si acaso...

—Solo hazlo, Catherine. No preguntes.

Levanté mi mirada hasta el profesor, seguía distraído con el resto del alumnado. Dudosa, arrastré la hoja hacia Ryan, quien lo tomó y pasó el suyo en su lugar.

Giró sobre sus talones y habló en voz baja:

—Ponle tu nombre a esa hoja. A partir de este momento ese es tu examen y este es el mío, ¿de acuerdo?

—Pero...

—¿De acuerdo? —repitió.

Suspire, asintiendo.

Tomé su examen y caminé hasta el profesor con pasos lentos. Se lo entregué y Ashley a lo lejos, soltó una pequeña risa.

—¿Todo bien, Hawkins?—me preguntó el maestro.

—E-eh, sí, sí —respondí con nerviosísimo.

—Puede retirarse.

Estaba confundida y preguntándome por qué había pasado eso, que apenas escuché al profesor, hasta que tuvo que repetirme por tercera vez que abandonara el aula. Dejando mis cosas en la mochila, rápidamente salí del salón, aunque sabía que no sería fácil encontrarlo. Corrí directo hacia la puerta, encontrándolo justo a la entrada del patio principal. Lo detuve y podía suponer el porqué de mi búsqueda.

—¡Ryan! —grité.

—Catherine —pronunció.

Me acerque a él, mirándolo con los ojos entrecerrados.

—¿Por qué has hecho eso? ¿Estás loco? —Se rio—. ¡No te rías!

—Tranquilízate, no va a pasar nada.

—¡Claro que va a pasar! —le dije—. ¡Afectará tu promedio!

Se encogió de hombros.

—No me importa.

—¿No te importa? —repliqué.

Nop —contestó.

—¿A ti nada te importa, verdad?—le cuestione, enfadada.

—Te equivocas, hay algo que si me importa —musitó.

—¿Qué?

Él me sonrió.

.


Entre cenizas y estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora