Día 3: Clima Frío

130 14 0
                                    

La mejor palabra para definir la personalidad de Okuyasu siempre sería, sin lugar a dudas, aniñado. Era tan impulsivo como uno, así como curioso y enérgico; también era igual de rencoroso que los niños, guardando apatía por cosas pasadas y que no le gustaban. Es decir, Okuyasu muchas veces actuaba como un niño pequeño, de esos que necesitaban atención a toda hora.

     Un niño en el cuerpo de un adolescente; normal, no era algo tan raro.

     Precisamente por su actitud infantil era que le contaba todo lo que pensaba a Josuke, desde sus opiniones sobre el clima, hasta su disgusto por alguna cosa que no resultó como él lo quería. Todo, todo, todo, incluso su idea para una pijamada.

     Dios, Okuyasu quería hacer una pijamada. Como esas que hacen los niños pequeños para no dormir y, en cambio, jugar hasta tarde. Era básicamente trasnocharse, podía hacer eso jugando videojuegos.

     —No lo sé, Oku, ¿no estamos un poco grandes para eso? —dijo Josuke, inseguro sobre la respuesta que pudiera darle. Era normal que Okuyasu expusiera sus planes para la tarde cada que regresaban de la escuela, pero aquella sugerencia lo tomó desprevenido.

     —¡Vamos, por favor! Todos han tenido pijamadas, menos yo, ¡nunca pude tener una! —insistió Okuyasu.

     La verdad era que ese tipo de ideas eran muy ajenas cuando se tenía la infancia de Okuyasu, donde no lograbas encajar del todo teniendo una familia como la suya.

     Realmente quería saber lo que se sentiría estar en una pijamada, y la carita de cachorrito triste que le dedicó a Josuke fue más que suficiente para hacerlo comenzar a ceder. No era justo, no era nada justo, Okuyasu siempre estaba haciendo ese gesto cada que quería convencerlo, y era una debilidad para Josuke.

     Es que, ¿cómo decirle que no a esos ojitos tristes? En un inicio, Josuke había mantenido a Okuyasu cerca porque no quería que se sintiera solo (prácticamente no tenía a nadie en el mundo), o que se sintiera triste. ¿Cómo negarse cuando lo miraba así?

     —No pongas esa cara, Okuyasu, sabes que es trampa —acusó Josuke, volteando el rostro para no mirarlo a los ojos. Sin embargo, Okuyasu insistió con su intento de convencimiento.

     Josuke suspiró, resignado a aceptar que Okuyasu sabía bien cómo convencerlo, y que eso no cambiaría nunca.

     —¡Bien! Tengamos esa pijamada —cedió Josuke. Okuyasu sonrió y levantó ambos brazos, encantado con el éxito de su plan simplón pero efectivo.

     —¡Bien!

     Lo más probable era que Yukako no permitiera que Koichi se pasara la noche con Josuke y Okuyasu, por lo que seguramente serían solo ellos dos.

* ੈ✩‧₊˚

Habían hecho todo tipo de cosas, las cuales Josuke no hacía desde hacía algún tiempo. Comenzaron por algunos juegos y ver series antiguas, de esas que veían cuando eran niños porque, bueno, eran para un público de entre seis a ocho años. Incluso si no tenían por qué ver ese contenido, fue agradable.

     La comida también fue algo importante, pues no dejaron de comer cualquier cosa pequeña durante distintas horas: mientras veían algo en el televisor, mientras jugaban algún juego de mesa o videojuego, mientras hablaban de algún tema trivial, o mientras decidían qué harían después. En resumen, una reunión nocturna bastante común y corriente; hasta hicieron un fuerte con almohadas y sábanas, el cual luego destruyeron por una guerra, donde las almohadas pasaron a ser balas, o algo así.

     Ambos hicieron uso de sus stands; como ambos poseían uno, realmente no era trampa, ni aunque Josuke se quejara porque Okuyasu recortaba el espacio y lo acercaba, para poder atacarlo con más facilidad.

     Josuke tenía que admitir que, en un inicio, le dio cierta vergüenza preguntarle a su madre si podía hacer una pijamada con Okuyasu, pero había valido la pena que su madre se riera de él. No tanto por maldad, sino porque no se lo había esperado.

     —¿Qué hora es? —preguntó Josuke, bostezando. No había visto el reloj más de tres veces, y la última vez que lo hizo las manecillas marcaban ya las doce y cuarentaidós. Al volver a ver la hora en el reloj, notó que eran las tres de la madrugada, cosa que lo sorprendió, en cierta medida—. ¡Vaya que es tarde!

     —No tengo sueño aún —mintió Okuyasu, pues bostezó también al instante. Josuke rio.

     —Mentiroso; mentir es malo, un pecado —acusó Josuke—. Vamos a dormir ya, o estaremos muy cansados mañana —dijo, recogiendo las frazadas y almohadas para tirarlas sobre la cama. Okuyasu dejó salir una queja.

     —¿No podemos quedarnos despiertos un poco más?

     —Pero ya estoy muy cansado —dijo Josuke, deslizando sus manos por el colchón hasta caer por completo sobre él, ya listo para dormir—. Vamos, ven conmigo, podemos hacer esto otra vez, si quieres. Pero abrázame, porque hace frío.

     Aún quejándose, Okuyasu caminó hacia la cama y se recostó, dejando que Josuke los cubriera a ambos con la frazada y lo abrazara, acurrucándose. Era increíble lo cansado que había estado, y él ni se dio cuenta.

     Claramente hacía frío, era de madrugada. Así que era muy agradable acurrucarse, compartiendo calor en la cama de su mejor amigo. Okuyasu decidió que aquello podía ser una de las mejores partes de tener una pijamada: dormir con Josuke, bajo una frazada, protegiéndose del frío mañanero.

Loving You [ JosuYasu Week ; 2021 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora