Capítulo 3: Pequeño

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Rusia se encontraba caminando por las calles de su país. Había adoptado ese hábito hace apenas unos años atrás, era algo para relajarse y dedicarse a pensar en cosas importantes.

Su mente se centraba los acontecimientos de un mes atrás, cuando visitó la casa de Baba Yaga en busca de ayuda; nada nuevo había sucedido desde entonces, ningún hecho inusual que renueva el atisbo de esperanza había sucedió.

Sentía que se lo merecía.

Casi se burló de sí mismo, ¿Cómo, incluso, llegó a pensar o imaginar que Prusia regresaría? Después de todo el daño que le había hecho, no se sorprendería si nunca recibiría una respuesta aun si él mismo iba a buscar a Gilbert.

La nieve comenzó a caer lentamente, y, considerando que se estaba en pleno invierno, era predecible.

Odiaba la nieve, siempre era fría y por su culpa estaba solo.

"- ¿No te gusta? Pss, ¡Eso es porqué no le ves el lado positivo!"

Sus ojos se abrieron con sorpresa, esa frase que sonó en su mente fue tan clara... Pero no, había sucedido antes y seguiría pasando. Los recuerdos surgían con gran nitidez que a veces se creía loco, pero era una forma que tenía su cerebro de atormentarlo y él lo aceptaba.

Viendo los copos de nieve caer lentamente, le llevó de nuevo a viajar a un tiempo diferente, en dónde él creía tener él control de todo y dónde las respuestas y alegrías flotaban en el aire.

En el suelo cubierto de nieve, casi, incluso, podía ver los muñecos de nieve que Prusia había hecho; de los cuales él destruyó porqué Prusia había hecho un muñeco de nieve a por cada nación que vivía en la URSS, todos menos a él.

"- Jugar esta mal, regresa a dentro, ¿da?"

Sólo estando solo, se dio cuenta de la doble intensión de Prusia.

Estúpido.

No soportó ver la nieve, y por los recuerdos aun menos.

Así que fue al único lugar en que no caía nieve en Rusia, Kaliningrado. Aunque debería evitar el lugar cómo la peste por ser una parte (bueno, ex-parte) de Prusia, iba a ese territorio casi todos los días. Traía recuerdos dolorosos, si, pero a la vez lo hacía sentir cómodo.

Llegó a Kaliningrado más rápido de lo que esperaba.

En ese territorio no había nieve, pero seguía haciendo mucho frío. Había personas caminando con abrigos delgados, y también con bufandas de lana; no resaltaba mucho entre la gente.

Lo qué hizo fue caminar sin rumbo de ciudad en ciudad, hasta terminar en algún parque pequeño, casi cómo una plaza.

No había gente y el lugar estaba en silencio ensordecedor.

Se sentó en uno de los bancos públicos, esperando perderse entre el silencio total y no pensar en nada, con la vista perdida en las nubes gris-oscuro del cielo.

Estaba mirando el cielo por un tiempo indefinido, lo que le sacó de su trance fue la presencia de alguien más sentarse a su lado.

Bueno, el momento de calma terminó. Pensó.

Cuando estaba por levantarse, e irse a otro lugar para evitar molestar a quién sea que esté a su lado, el sonido de un sollozo le hizo voltearse en dirección a su acompañante.

Su corazón se detuvo, esta seguro de que también dejó de respirar en algún momento porqué cuando su mente procesó que esa situación era real y no otra ilusión, tuvo que recordar cómo respirar.

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