Capítulo 8: Pesadillas

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Estados Unidos estaba a mitad de un sueño donde era un súper héroe salvando al mundo cuando un sonido lo despertó.

Primero pensó que era su despertador el qué lo había despertado, pero cuándo ese aparato infernal se hallaba destrozado a los pies de su cama por el golpe qué le dio y ese sonido seguía, fue cuando su cerebro recién notó que era el timbre de la puerta lo que le había despertado. Se levantó perezosamente de la comodidad de su cama y se puso sus lentes para llegar, casi rastras, a la puerta principal.

Esperaba cualquier cosa al abrir su puerta, todo menos a Alemania.

-¿Qué sucede, Germany? -preguntó con fastidió y cansancio impregnados en su voz.

-Necesito qué me hagas un favor.

Fue en ese momento que notó al niño dormido entre los brazos de la nación germana.

Su sueño se desplazó a segundo plano, ahora estaba completamente despierto y viendo con asombro a una antigua nación (en forma de niño) que el mundo creía muerto.

- ¿E-ese es...? -no pudo completar la frase, pero fue innecesario, Alemania de igual forma le respondió.

-Sí. Regresó.

-Esto... No lo esperaba, yo... -tragó saliva-... Lo siento mucho, Germany, yo... -pasó una mano por su pelo, y comenzó a buscar nerviosamente por la habitación una ayuda para que pueda seguir hablando. No lo logró- Lo siento, por lo que te d-

-Eso no importa ahora -le cortó Alemania, tajante porque se encontraba sin tiempo que perder-, lo que necesito es que me ayudes con algo.

-Claro, cualquier cosa, sólo pídelo.

~(=//=)/\(=//=)~

Habían pasado sólo unos miseros dos días después de la separación y Rusia ya se encontraba al borde de la desesperación. Había buscado en toda la nación germánica, incluso había ido personalmente a la casa de Alemania. Pero el muy maldito había llevado a Kaliningrado a otro lugar.

Al principio no había creído ni una palabra, pero luego Alemania había contestado desde el pórtico:

-Puedes entrar a buscar sí quieres. Él no está aquí.

Estaba frustrado en ese momento, y qué le contestase con una maldita mirada que decía "no soy tan estúpido, a diferencia tuya" fue suficiente para empujarlo aún lado (sin nada de cuidado) mientras entraba a buscar por toda la casa.

Alemania tenía razón, no estaba el niño en ningún lado de la casa. Y, al parecer, tampoco se hallaba en Alemania.

Sus hermanas también ayudaban un poco pero la situación seguía sin cambiar.

Por eso estaba recurriendo a la persona qué estaba más cerca de Alemania: Italia, tal vez podía hacer que Feliciano le diga dónde estaba el albino. O aún mejor, que Alemania haya confiado en el italiano para su cuidado.

Era el tercer día sin Kaliningrado. Rusia se hallaba en frente de la puerta de la casa de los hermanos Italia.

Tocó el timbre, esperó y al no recibir respuesta, tocó de nuevo, y de nuevo. Y otras cuantas veces más en el transcurso del minuto.

Y por fin alguien adentro contestó un "¡Yo contesto!", la puerta se fue abriendo, rebelando al italiano con un mandil que parecía estar cubierto de harina -¿Ve~?, ¿Rusia? -al reconocer a la nación en frente de él, el italiano comenzó a temblar.

-Italia ¿Sabes dónde está? -preguntó lo más directamente posible Rusia. Italia, en cambio, se mantuvo en completo silencio. -¿Italia?

-¿¡Porqué tardas tanto en- Y para alargar la situación, Romano también había salido a ver que tanto demoraba a su hermano en la puerta. Parecía que ambos habían visto a un fantasma por lo pálidos que estaban sus rostros.

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