Capítulo 5: Cuidados para un niño (II)

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Agarrando la lista de compras con una mano y con la otra tirando del carrito, Rusia estaba recorriendo el supermercado en busca de los ingredientes para la cena. Era una comida ligera porqué no quería que Kaliningrado tenga dolor de estómago o pesadillas por comer mucho.

El albino estaba a su lado, observando y trayendo casi todo lo que considerara interesante al carrito; Rusia tenía que estar al tanto cada segundo porqué sino llevaría la mitad de todos los productos del supermercado en su carrito.

- ¿Podemos llevar esto? -preguntó la pequeña nación mientras sostenía entre sus manos un cereal de azúcar cubierto de chocolate con malvaviscos de colores. Rusia agarró la caja y miró el contenido nutricional que era...

- ¿Esto es comestible? -se preguntó. El cereal era 98% azúcar y 2% harina, no creía que fuera buena idea que un niño comiera algo así- Mm... no, déjalo en dónde lo encontraste.

- ¿¡Qué!? -la micronación se colgaba de su ropa, haciendo un pequeño berrinche qué, aunque sea extraño, a Rusia le parecía tierno- Vamos, señor Rusia no sea malo. ¡Por favor!

- No, -dobló en dirección al pasillo de verduras- y no me llames señor, se siente raro.

- ¿Entonces te puedo decir Rusianii-san?

Dejó de mover el carrito. Lo pensó por unos momentos, dudando un poco de si debía contestar:- ...No. Siquieres puedes decirme Vanya.

- Okey.

Continuaron recorriendo el supermercado, pero llegado a un punto, Rusia no sentía la presencia de la pequeña micronación. Primeramente no se preocupó mucho, pensaba qué tal vez había ido por otro producto de colores para ponerlo en el carrito.

Pasado el primer minuto sin escuchar su voz tuvo un pequeño miedo correrle todo el cuerpo. Pasado otros 30 segundos, no aguantó y fue a buscarlo.

- ¡Pru-Kaliningrado! -medio gritó con nerviosismo, casi dejando salir el nombre de Prusia. Iba tirando del carrito mientras recorría los pasillos del supermercado a una velocidad qué aumentaba cada dos segundos, pronto se encontraba corriendo.

No encontró rastros de la pequeña micronación, lo cual le llenó de la paranoia en su más pura expresión.

"¿¡Y si lo secuestraron!?" Rusia se horrorizó por tal pensamiento; solo imaginarse a un pequeño Gilbert en manos de uno ladrones, llorando, sin saber dónde se encontraba.

Rusia estaba deformando el agarrador del carrito por la fuerza qué aplicaba. De solo imaginarse una escena con esa situación se encontraba hirviendo de rabia; de seguro cuando mire a los ladrones en cada se transformaría en algo peor qué un demonio.

Estaba seguro qué asesinaría (claro que primero llevaría al albino a su cuarto y estaría a su lado hasta qué se duerma profundamente y le colocaría unas orejeras industriales para qué así no oiga los fritos de dolor de esos infelices mientras los torturaba) con sus propias manos a esos malditos qué se atrevieron a quitarle al albino, no solo eso, los torturaría día y noche hasta qué pidan o rueguen por una muerte y cuando eso suceda él se reiría en sus caras...

- Mamá, -susurró un niño- ese señor me asusta.

- Tranquilo, mi hijo, solo no hagas contacto visual.

El escuchar esos comentarios de madre e hijo, le hizo volver a la realidad. Aunque, claro, eso no disminuyo su paranoia.

Dejó el carrito a un lado y estaba de camino para salir del supermercado en dirección a casa, bajar al sótano y tomar a su fierro para moler a golpes a los ladrones pero algo lo detuvo.

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