Capítulo 8.

4 2 0
                                    

Caminé un rato, cuando me sentí lo suficientemente lejos, me senté y recosté en un árbol

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Caminé un rato, cuando me sentí lo suficientemente lejos, me senté y recosté en un árbol.

Podría decir que duré horas viendo a la nada. Recordando la escena de golpes una y otra vez sin parar. Lloré mucho por no hacer nada. Me lo reproché en todo momento.

—Es tarde, Helena. —escuché decir a Cass, se sentó a mi lado.

—¿Puedes dejarme sola por favor?

—No. Hay depredadores. —dictó con seguridad. Decidí no reprocharle.

—¿Puedo preguntarte algo? —asentí.

—¿Sufrías algún maltrato? —cuestionó, cuidadoso—¿A qué se debe la pregunta?

—Por tu reacción al conflicto de hoy. Además, eso explicaría el porqué querías irte de la RELD.

Nunca sufrí maltratos. He tenido una vida muy normal, tranquila. Papá nunca intentó hacerme daño y mamá mucho menos, aunque con ella era un poco más difícil estar tranquila. Es una mujer con carácter, le gusta imponer. Es como la típica relación entre madre e hija adolescente. Reaccioné de una manera muy extraña ante el conflicto, muy sentimental para haberlo visto retratado solo en un sueño, no lo entiendo muy bien. Y más allá de eso, no he vivido nada malo.

—No. Me fui de la RELD porque quería hacer algo interesante en mi vida, nunca sufrí algún tipo de maltrato —no acotó nada.

—Ni yo sé muy bien el porqué reaccioné así. —ladeó la cabeza un poco, tratando de entender.

No mentí.

Nos quedamos un rato en silencio.

Y ese silencio me sirvió para recordar y entonces la imagen del niño bañado en su propia sangre volvió a mi cabeza. Parecía de ocho o nueve años. Muy pequeño. Al menos sé que sólo fue un sueño, de eso estoy segura.

Aún podía escuchar sus gritos suplicando piedad. Necesito borrar esa imagen de mi cabeza lo más pronto posible—Enseñame a pelear.

Ver golpes me hacía vulnerable, yo no iba a permitirlo. Me levanté rápido y él hizo lo mismo, sin peros.

—Tendrás miedo en una pelea real. Eso es algo que no se evita—me explicó—. Concéntrate en lo que sí puedes controlar. —Añadió.

—No pienses en el daño que te puedan causar a tí. Mejor piensa en el daño que le puedes causar a tu enemigo. Deposita toda tu energía en atacar y no en cubrirte. Que no te intimiden por su tamaño, utiliza tu poca estatura a tu favor —¿Qué le pasa? Soy alta.

—Cierra el puño —lo hice—. Bien, no ocultes nunca el pulgar.

Hizo como si le diera un golpe a un árbol, aunque no le dió—Imita lo que hice, ganarás tu fuerza con el impulso de tu pierna. —y como dijo, imité su golpe, sin tanta fuerza—Mejorarás después.

ENDEST (libro 1)- Ari AmadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora