Capítulo 21.

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Mismo día, 17:45.

—¿Qué ha pasado en tu vida últimamente para que te encuentres de esta manera? Creí que empezabas a encontrarte algo mejor —comentó la orientadora mirando a Matilda.

La pelirroja se encogió de hombros y su labio inferior tembló antes de presionarlo entre sus dientes. Los eventos de ese mismo día, como Nick la trató se desarrollaron en su mente como una película y cayó una lágrima rodando por su mejilla fugazmente.

—¿Has vuelto a pensar en Colin? —preguntó con cautela.—¿Las pesadillas y flashback han disminuido?

—Algo... —respondió con voz ronca.—Antes despertaba todas las noches con ataques de ansiedad creyendo que Colin había irrumpido en mi casa y volvía para terminar lo que empezó —tragó saliva.—Pero siento que han disminuido, al menos en severidad.

—Eso es estupendo, Matilda. Continuaremos trabajando en eso juntas pero siempre ten presente que los avances son un proceso gradual, y que hay muchos retrocesos y son completamente normales, no hay que alarmarse —tranquilizó con una sonrisa.—Estoy aquí para apoyarte en cada paso.

La chica asintió con sus ojos aguados y Rose movió la cajita de pañuelos hacia el frente de ella para dejar que cogiera los que necesitara.

—¿Quieres decirme que sentimientos tienes cuando piensas en él?

—Antes sentía pánico y terror, y aunque persiste siento que ha disminuido un poco. Tal vez es porque hace un mes que no sé nada de él y ayuda en algo, pero si te soy sincera, he tratado de odiarlo por todo lo que me ha hecho, pero no soy capaz de hacerlo —sollozó.—Y me siento tan tonta... ¿Por qué no soy capaz de odiar a la persona que me ha arruinado completamente? ¿Por qué recuerdo momentos felices junto a él después de todo? Todo aquello era mentira...

—No necesariamente tenemos que odiar a las personas que nos hacen mal, Matilda. En ocasiones reprimir los recuerdos negativos para así no odiarlo es el método más sencillo que tienes de perdonarte a ti misma por haberle permitido hacerte tal nivel de daño, tanto mental como físico.

Aquello hizo que las lágrimas de Matilda salieran con más fuerza de sus ojos, y durante cinco minutos estuvo en un completo silencio cogiendo pañuelos y limpiándose los mocos mientras Rose hacía los ejercicios de respiraciones junto a ella.

Cuando el torbellino pasó y volvió la calma, a medias, la psicóloga le sonrió después de felicitarla por haber mantenido esa conversación de aquella manera tan positiva.

—Ahora, ¿quieres hablar de qué ha pasado para que estés así?

—He tenido una discusión con Nick.

Si de algo se había dado cuenta Matilda en el mes que llevaba yendo a terapia con Rose, fue que apenas tomaba notas. Siempre tenía toda su atención puesta en ella y no dejaba de mirarla ni siquiera en los raros momentos que deslizaba el bolígrafo por la hoja de papel.

Era algo que la hacía sentir bien, la hacía sentir escuchada.

—¿Qué ha pasado? —preguntó con precaución.

Tomó un respiro tembloroso apartando su mirada y llevándola hacia el reloj de la pared, aquel que al principio le había puesto tan nerviosa de que avanzara tan despacio, y ahora la enfadaba que lo hiciera tan rápido.

Volvió su mirada hacia la psicóloga y con un nudo de emociones en su garganta dijo:

—Bueno... Le confesé mis sentimientos por Matthew —un leve color subió a sus mejillas.—Y... se enfadó.

—Es muy valiente confesar tus sentimientos, Matilda, sea a quien sea —comenzó Rose.—Ahora hablemos sobre la reacción de Nick, ¿por qué crees que se enfadó?

Mat & Matt ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora