Capítulo 1.

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Mat

10 de septiembre, 6:30 am

Esa mañana no fue diferente a las otras, la chica despertó con un dolor horrible de cabeza, sabía que en cualquier momento le podía explotar, la notaba embotada y sus ojos estaba hinchados y rojos de haber pasado otra noche más llorando.

Alargó su brazo para chequear los mensajes recibidos y vio una docena de ellos de Colin. Su cara se arrugó con tristeza, y nuevas lágrimas volvían a correr por sus mejillas. Sin abrir los mensajes, ni leerlos borró el chat y se dirigió al baño.

Cuando entró pudo ver su reflejo en el espejo de cuerpo entero; su piel estaba pálida, su pelirrojo cabello era una maraña de enredos que le costaría cepillar. Mat se quedó mirandose en el espejo, pero ya no se veía a ella, solo a una persona sin vitalidad, una cáscara vacía, un robot monitorizado.

En su pómulo izquierdo aún había un pequeño hematoma de color verdoso, ya casi no se notaba, pero sí lo hacían las marcas de los dedos de Colin en su cuello. Cerró sus ojos con dolor y se deshizo de su pijama para empezar a ducharse.

El agua caliente le hizo bien, la última semana la había pasado peleando con Colin, para finalmente haber terminado con aquella relación de un año y medio, la cual se había convertido en un infierno al año de estar juntos. No iban a llegar a nada, y aquel pensamiento hacía añicos el corazón de Mat, dicen que el amor es ciego, supongo que ella lo era porque a pesar de todo lo que Colin pudiera hacerle seguía perdonándolo cuando llegaba llorando a la puerta de su casa.

Aquella vez él no llegó llorando y entonces la pelirroja supo que todo había terminado, hasta esta mañana que despertó con mensajes de él después de tres días sin saber nada de él, sin salir de su habitación para nada, y seguiría así si no fuera el primer día del curso.

Finalmente salió de la ducha y se vistió rápidamente con unos vaqueros de mezclilla, una camiseta negra lisa y, por si acaso, un cárdigan verde. Resaltaba sus ojos del mismo color. Después se peinó con cuidado y lavó sus dientes.

Cuando bajaba las escaleras ya podía escuchar a sus padres preparando el desayuno y tomó una respiración profunda antes de cruzar el umbral de la puerta.

—Buenos días, Pollito —sonrió su madre.

—Hola —respondió, y solo aquel murmuro hizo que su garganta picara.—Colin y yo lo hemos dejado.

Muriel mordió su mejilla interna. De nuevo aquella frase.

—¿Qué ha pasado esta vez? —preguntó su padre.

—Solo fue una discusión y decidimos... Decidió dejarlo —Mat no entró en muchos detalles mientras se echaba café en una taza.

—Matilda, si vuelve, no caigas, vas a estar mejor sin él —comentó Muriel.

La chica asintió mientras sentía que se ahogaba. Necesitaba dejar de hablar de aquel tema. Sus padres sabían todas las discusiones que ambos habían tenido porque ella siempre llegaba llorando y terminaba contándolo pero no sabían los golpes que este le propinaba a la chica, puesto que siempre escondía sus heridas.

Aún así, a sus padres nunca le gustó Colin para su pequeña y cada vez que ella llegaba llorando porque él se había vuelto a comportar mal con ella y después lo perdonaba, les hervía la sangre. Querían que Matilda se diera cuenta de que Colin no valía la pena pero por más que le dijeran, era ella quien tenía que abrir los ojos sola.

Antes de que dijeran algo más, Mat salió de la casa a trompicones, colgándose la mochila negra en sus hombros y metiendo las manos en los bolsillos del cárdigan.

Mat & Matt ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora