Capítulo 6

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Metal Memories Vol. 1


Luz Noceda de 17 años recorre las calles solitarias de Bonesborough, hace un par de semanas que abandonó el hogar de su padre, un maldito golpeador al que había llegado a odiar a muerte, antes bien de tomar medidas más drásticas, la morena optó por emanciparse.

Luz había vagabundeado un tiempo antes de establecerse en un céntrico hotel barato donde malvivía como iba pudiendo alimentándose de comida rápida y alcohol mayormente.

La afición dipsomaniaca de Luz se había disparado nada más llegar al hogar de su padre tras perder a su madre en un accidente aéreo.

Luz mantuvo distancia de su familia materna. La culpa no la dejaba en paz, ella había insistido tanto para que volviesen... tanto que se regresó sin su madre a Bonesborough, cuando Camila Noceda, su madre, decidió alcanzarla fue cuando acaeció el accidente. Su madre le había prohibido regresar a Norteamérica a lo que Luz había hecho oídos sordos.

La culpa la carcomía por dentro, se sentía miserable, una asesina. Voluntaria o involuntariamente había causado que su madre muriera.

Y su padre, oh sí, vaya que no se cansaba de repetirlo. Había quedado al cuidado de aquél terrible hombre que no perdía oportunidad para maltratarla.

Así pues, tras un frustrado intento de suicidio los maltratos de Phillipe Whittebane hacia su hija se multiplicaron de manera exponencial. Luz se hartó de aquello y tras pasar una temporada ahorrando cuanto podía en trabajos de medio tiempo se lanzó a vivir a las calles sola. u padre no movió un sólo dedo para buscarla.

Aquel día siniestro, Luz había llevado una dieta estricta de Vodka, jugo de arándanos y cigarrillos merced lo cuál estaba más cadavérica que un muerto recién salido de la tumba.

Peor aún, se veía y olía como un muerto recién resucitado y con resaca...

Se desvaneció a la entrada de un complejo de edificios algo alejado del centro, ¿Cómo había llegado hasta ahí? No podía estar segura de nada.

Cuando volvió en sí estaba en una recámara alba y bien iluminada con luces indirectas, agradeció aquello ya que estaba con un dolor de cabeza demencial. Intentó mover su brazo derecho que tenía entumido y hasta entonces notó la venoclísis clavada en su vena con una aguja punzocat. La última vez que había despertado con algo encajado en el brazo fue cuando intentó quitarse la vida unos meses atrás. La memoria de su padre colocando guardias a su lado para vigilar que no se matase la mareó al grado de la náusea.

Se giró lentamente quedando de lado mirando el buró sencillo pero elegante. No era un hospital, o si lo era no era un hospital común. ¿Y quién le había puesto esa fina bata de seda blanca tan pulcra?

- Vaya, ha despertado... - Sonó una voz desde una improbable puerta. - Llamaré a la señora, estará encantada de ver que reaccionó usted, señorita.

Luz se semi incorporó para mirar a una chica bajita de estatura que llevaba una bandeja con vendas y una jeringuilla escabulléndose tan rápido que la morena no pudo ni dirigirle la palabra debidamente.

Lus se recostó cerrando los ojos, ¿Señora? ¿Señorita? ¿Acaso la habían hallado tirada en la calle y sólo se la llevaron a ése lugar sin paramédicos de por medio? Eso le parecía extremadamente jodido y anormal.

- ¡Gloria a Satán, estás despierta! - escuchó otra voz, más fuerte y profunda aunque innegablemente femenina.

¿Gloria a Satán había dicho? Luz se incorporó para encontrar a una mujer madura, delgada, le calculó unos cuarenta y pocos años, tenía una delgadez que se veía que ejercitaba en el gimnasio, aunque algo delgada y de mirada bastante extraña.

Razorblade RomanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora