Cᥲριtᥙᥣo dos

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⠀⠀─⠀Toji...

Continuo caminando, incluso cuando en sus ojos tenía una mirada de advertencia. Apretó los dientes y acelero el paso.

⠀⠀─⠀Eso-

Se estremeció. Dilo de nuevo, quiso ordenar, pero en lugar de eso doblo la esquina, con las manos apretadas.

Al principio se sintió muy confundido, casi horrorizado, con ella, por su audacia de tratar de actuar como si él no fuera quien era, un pedazo de escoria, el mas bajo de los humildes del clan. Pero parecía que asi había decidido pasar el resto de su tiempo cuando no estaba siendo señalada por sus pretendientes o siendo exhibida ante su madre como el ideal de una esposa casta y leal.

Él la había complacido la primera vez que entablaron una conversación. Quizas ese fue el error inicial. El segundo error fue cometido justo ahora cuando ella se acerco hacía él, la alegría en su rostro hizo que la bilis se le subiera a la garganta. Toji había visto mujeres como ella antes, damas de la corte bien nacidas que necesitaban urgentemente un buen polvo antes de que fueran empaquetadas como objetos para un marido que solo las miraban como un recipiente para llevar a sus hijos. Toji resoplo molesto, sus ojos escanearon rápidamente su entorno antes de agarrar la muñeca de la blonda y llevarla a una de las salas de almacenamiento a la vuelta de la esquina.

⠀⠀─⠀Mirar-

Toji se callo de inmediato al ver la expresión de desconcierto en su rostro, sus ojos comenzaron a llenarse de miedo y pánico. De alguna manera, el Zenin se había quedado sin palabras, las amargas palabras de decirle que fuera a buscar placer a un prostíbulo ahora se disolvían en la punta de su lengua.

Toji sabía para quien la consideraban compatible, después de haber escuchado la conversación durante una reunión del clan, se suponía que eran los hijos de uno de los superiores y ya podía imaginar la vida medio marchita que estaría viviendo. Y justo en ese momento, algo hizo click en la mente de Toji; todos esos años de odio y resentimiento pasaron ante sus ojos mientras ella retrocedía vacilante, las lagrimas brotaban de sus ojos, y allí mismo, Toji supo lo que quería hacer, lo que tenía que hacer.

Shai respiro hondo y su corazon latía aun mas fuerte en su pecho. Había sido diferente al resto de ellos, ella lo sabía desde la primera vez, sin embargo ahora dudaba de su propio ingenio, tratando de recordar las formas de combate que había visto en su propia casa, a pesar de que no veía la posibilidad de tener éxito contra la alta y fornida masa de carne que se alzaba sobre ella. Shai salto hacia atrás mientras él se acercaba, con los ojos cerrados y las manos levantadas frente a su cara listo para el impacto y el dolor.

Se encontró con la nada, apenas sintiendo el ligero roce de su brazo cuando paso a su lado.

Toji suspiro ante sus travesuras casi infantiles, aunque estuvo de acuerdo con que sus acciones habían sido justificables si hubiera sido cualquier otro hombre el que la hubiera llevado a un lugar tan apartado. Espero a que se calmara, buscando perezosamente el pestillo de la gran ventana de cristal situada al otro lado de la habitación. Lo abrió fácil flexionando los bíceps mientras lo hacia, colocando sus manos en la cornisa antes de impulsarse hacía el otro lado, Toji se volvió hacia ella observándola boquiabierta, poniendo los ojos en blanco, listo para presentar la oferta que decidiera si valía su tiempo y esfuerzo o no.

Extendió su mano, trató de ignorar el calor que subía hasta la punta de sus orejas ante la vertiginosa sonrisa llena de alivio que se extendió por su rostro cuando pregunto:

⠀⠀─⠀¿Alguna vez visitaste a la princesa del campo?

Le aterrorizo el tiempo que había pasado mirando la columna del cuello de Shai, observando como su pecho subía y bajaba con cada respiración, y el tiempo que podría haber pasado simplemente admirando cada rincón del cuerpo de la pelirroja.

Ella se veía serena en la hora dorada de la tarde, tumbada en el césped con los ojos cerrados, la luz del sol cayendo en cascada sobre su figura haciendo que pareciera como si llevara su propio halo. Toji tenía miedo de que le salieran alas en cualquier momento y desapareciera en algún lugar celestial, un lugar mejor que el infierno al que estaba a punto de ser condenada, un lugar que no tuviera monstruos como él. Pero al final, era solo una humana, pronto una Zenin.

La vez que ella escapo al lago con Toji había sido su ultima cita. Había sido bastante diferente de lo que él espero. No hizo ninguna insinuación hacia él, pero tampoco era la cosita pura que todos creían que era.

Era inteligente, un rasgo que las familias a menudo suprimían en las mujeres de su estatus, tratando de obligarlas a convertirse en nada mas que concubinas sumisas para su futuro marido. Shai era extrañamente consciente de ello; había mencionado su destino condenado varias veces y le sorprendió como siempre se reía, como si el hecho de que le quitaran su propio ser fuera una broma, parecía hacer eso bastante, y él comprendió de alguna manera retorcida su propia situación.

Toji había puesto los ojos en blanco cuando le pregunto que hacía en su tiempo libre en casa, la respuesta fue esperada, siempre tenía que ser algo con el arte y la educación, tratando de llenar a las damas de cultura para que tuvieran algo de que hablar en las docenas de bailes y galas en la que asistirían cada mes, sin embargo Toji casi se había atragantado con la pera que masticaba cuando ella comenzó a enumerar los nombres de erótica tras erótica; los títulos eran lo suficientemente lascivos como para hacerle saber cuan sucio sería el contenido dentro.

Se echo a reír ante la expresión de su rostro, las migajas de fruta que quedaban en el costado de su boca lo hacían lucir más extraño. Ella acerco sus dedos casi instintivamente, abriendo sus ojos de sobremanera al darse cuenta que había pasado por la cicatriz de la que él nunca quería hablar. Su mano rodeo su muñeca en menos de un segundo, deteniéndola en su lugar.

Toji le devolvió la mirada, respirando pesadamente, con ojos calculadores mientras aflojaba el agarre alrededor de su piel, pero no antes de levantar los dedos femeninos para presionar contra aquella marca una vez mas. Podría jurar que podía sentir sus latidos, y tal vez los de él también. Mientras la Kitagawa se encargaba de quitarle el resto de fruta, no pudo evitar notar el rubor que se había formado en las mejillas del varón, incluso si fruncía el ceño.






⠀ꕤ :⠀⠀ ꪷ𝄪  ⠀Uᥒᥲ fᥣor ρᥲrᥲ Hᥲdᥱs ⠀ ִֶָ ⁎ ⠀tojι fᥙshιgᥙro𑁤⠀✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora