Llevo cicatrices tatuadas
en mis manos,
en mis pies y
en mi rostro.
Las heridas internas aún revolotean
y a veces están en guerra para ver cual duele más.
He caído tantas veces
que nunca me olvido,
eso es algo que me cuesta
y no paro de pensar.
Digo que he vivido mucho,
que ya he pasado por mucho.
Me da miedo
ya no me quiero lastimar.
Conozco el fondo del pozo más de lo necesario
y la puerta de salida es cada vez más lejana.
No recuerdo como sonreír
o como se siente la felicidad.
Llevo años plantada
en el jardín de la tristeza,
que se riega con lágrimas nocturnas.
Tengo ganas de olvidar
lo que me hace mal,
y al mismo tiempo temo avanzar.