Capítulo 11

17 2 0
                                    

Contemplar a Mika dormida era algo con lo que Akira siempre soñó, pero bajo distintas circunstancias. Él se había imaginado esa escena como el final de una noche de pasión al lado de su amada, y no como el resultado de un shock nervioso que ella sufrió al escuchar las amenazas que soltó su padre por no estar de acuerdo con la relación que tenían. Ella llevaba tres horas durmiendo y no se podía determinar por cuánto tiempo más lo haría, aunque Bastian le aseguró que la dosis que le aplicó fue una pequeña. Ese tiempo en silencio le sirvió para reflexionar sobre lo ocurrido esa tarde, sobre si la relación que tenían en verdad era algo malo a lo que deberían poner fin.

Según sus padres, un hecho se puede catalogar como malo cuando su desarrollo afecta negativamente a quienes lo protagonizan o a los inocentes que no tienen participación directa, pero por mantenerse cerca de este se ven perjudicados. Estar enamorado de Mika no le había causado ningún tipo de daño, y, que él supiera, tampoco había ocasionado perjuicio a otros. Además, lo que había entre ellos era amor, y el amor no es algo malo, algo que pueda causar daño, que corrompa, que envilezca a quien lo da y lo recibe. Entonces, ¿por qué el amarse no estaría bien y deberían alejarse?

«Es por el pasado de mi madre. De alguna manera el ser hijo de Yuriko Inoue me hace un hombre no adecuado para Mika. Qué ironía. Cada vez que un compañero en la escuela me llamaba hafu con notorio ánimo de hacerme enfadar por el desprecio con que cargaba sus palabras, yo demostraba orgulloso mi lado materno, mi lado japonés, y ahora resulta que es esa parte de mí la que me perjudica. Siempre se habían burlado y buscado insultarme por esa parte de mí que proviene de papá, pero es mi parte japonesa la que me tiene en esta situación de incomprensión, de rechazo, de maltrato», llegar a esa conclusión hizo que algunas lágrimas se escaparan de sus ojos, ya que nunca creyó sentirse triste por ser hijo de quien era.

Akira amaba a su madre. Yuriko era su gran amor, el primer recuerdo de una caricia, de un tierno beso, de un arrullo, de una canción de cuna, de un abrazo consolador. Él sabía que su madre era una buena persona, una mujer excepcional y una profesional de primera, pero todo eso no bastaba para Los Sato, quienes siempre la iban a recordar como "la otra mujer con la que estuvo Kenji". «Cuán importante es pensar antes de tomar una decisión. Esta podría cambiar el sentido de tu vida, o perjudicar la de otros sin querer. Si mamá no se hubiera enamorado de Kenji Sato, si no hubiera aceptado su cortejo y su propuesta de ser enamorados, Mika y yo no estuviéramos en esta situación, teniendo que mantener en secreto lo que sentimos, algo que no es malo ni dañino», las lágrimas habían aumentado en proporción al reflexionar sobre cómo el dejarse llevar por el corazón a veces no es lo más adecuado, ya que él había tomado todas la decisiones que lo llevaron a unir su vida a la de Mika siguiendo solo a su corazón, por lo que llegó a pensar que quizá Kenji tenía razón al negarse en aceptar la relación que él tenía con su hija.

Yuriko estaba subiendo las escaleras hacia el segundo piso según las indicaciones que Natsuki le había dado sobre dónde se encontraba la alcoba de Mika. Al acercarse a la puerta de esta y escuchar un leve sollozo, la médica se apuró a abrirla, ya que reconoció de quién provenía ese llanto. Encontrar a Akira sentado sobre la cama de la hija Sato, con una mano tapando su rostro para evitar que las lágrimas siguieran mojando las sábanas, le rompió el corazón. Habían pasado muchos años desde la última vez que viera llorar a su hijo, y ella se sentía culpable de su sufrimiento porque sospechaba que se debía a ella, a su pasado con Kenji Sato.

- ¿Amorcito? ¿Te encuentras bien? –escuchar la voz de su madre sacó a Akira de sus pensamientos.

- ¿Mamá? –el tono quebrado de su voz por la tristeza que contenía, hacía que el corazón de Yuriko se estrujara más.

- Sí, amorcito, soy yo. ¿Puedes compartir conmigo lo que te está ocurriendo? –la médica se sentó en cuclillas enfrente de su hijo.

- Mamá, ¿por qué está mal que Mika y yo nos amemos? Nosotros no tenemos la culpa de las decisiones que tú y Sato san tomaron cuando eran jóvenes. Además, yo no soy una mala persona. No soy perfecto, pero tampoco soy malo –escucharlo hablar así le recordó las veces que siendo aún un pequeño niño llegaba de la escuela triste porque un compañero lo hirió al menospreciarlo por ser mestizo, cosa que no demostraba que le afectaba enfrente del resto de la clase, pero al llegar a casa buscaba el consuelo de su madre.

El amante mestizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora