I - La doncella del norte.

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Vientos de cambio se podían sentir en aquella tierra que en un pasado no muy distante fue castigada por la maldad que en las penumbras aguardaba para impartir el terror entre sus habitantes. Vientos que atraían cientos de viajeros de otros reinos, y países muy lejanos impulsados por la curiosidad que los mitos locales de las criaturas de la noche, especialmente por las cuales destacaban por encima del resto; los vampiros.

El hambre de la aventura y el deseo mordaz de la batalla eran su bandera e impulso para todo en ese viaje. En su país natal, no tuvo la suerte de cruzar criaturas como esas, escuchó entre las conversaciones de la gente que compartió su viaje al cruzar el mar, la descripción de dichos seres captando su interés fácilmente, entes sobrenaturales tan elegantes que con solo mirarlos era imposible no caer en sus encantos naturales, siendo así una vulnerable presa a su merced siendo la sangre el principal objetivo a conseguir de sus víctimas. Desafiaba lo que ella conocía o al menos eran similares a las Baobhan sith que en algunas ciudades galesas se encontraban, al estar a una distancia prudente del agua salada.
Aquello le recordó como en algunas ocasiones, por sus rasgos tan peculiares era confundida con esas hadas malditas amantes de la sangre, mientras se recostaba en la pared de la carreta que en el puerto tomó como transporte tras ver que iría en la dirección de Belmont.

A pesar del escaso espacio del transporte, logro acomodarse a gusto, pese que una que otra mirada incauta se detenía en ella, el blanco marfil de su piel contrastaba con el granate vivido de su cabello largo que ataba en una cinta a la altura de su cintura en su espalda, sin olvidar que el intenso color de su mirada era algo nunca antes visto, un rojizo tono que fácilmente podía confundirse con gemas tanto por su tinte como filo, era intimidante pero atrayente para quién cruzará su vista.

Intentando descansar, volvía a entrecerrar sus ojos para darse un respiro de todo pero no logro hacerlo por los movimientos abruptos que el carruaje realizaba tras tomar un camino lleno de rocas y pozos. Se quejó maldiciendo en su lengua natal, mientras observaba que no muy lejos de ella una mujer poco agraciada castigaba a sus dos hijas pequeñas por ensuciarse y casi caerse del transporte. Su ropa estaba en pésimo estado, ni siquiera llevaban calzado alguno.

— ¿Eres estúpida? ¡Debes mantenerte en tu puto lugar niña idiota! ¡No sé que hice para merecer hijas tan inútiles como ustedes! — Vociferaba escupiendo saliva, dejando a la vista que varios dientes le faltaban. Las niñas chillaban e intentaban cubrirse, la escena amargo la vista de la extranjera al punto que tuvo que contenerse de no levantarse para golpear con vehemencia a esa maldita mujer. Tan solo dedico una mirada de pocos amigos que aquella sintió más solo un gruñido devolvió de respuesta.

Cruzada de brazos, hundió sus dedos en los mismos para no ceder a sus pensamientos de ser agresiva. No era del tipo de persona que metiera sus narices dónde no le llamaban. El nerviosismo de los caballos se hicieron presente dando pie a otro sacudón de la carreta, la apartó de la incomodidad de la situación casi perdiendo su equilibrio, iba a quejarse con el conductor pero los gritos del mismo generaron que la viajera se pusiera en alerta más tras sentir gruñidos no muy lejos al igual el apagarse la voz del hombre de forma abrupta. Se asomó hacía afuera para ver qué sucedía pero solo el silencio gobernó por unos minutos. Solo el paisaje gris del camino donde pocos árboles y sus sombras dibujaban siluetas siniestras.

— Ya veo, supongo que somos su presa actual.— Firme su voz delató lo que estaba pasando para advertirle al resto de la gente, con su diestra hizo un gesto de que no se movieran ni emitieran ruido alguno. La mayoría de los pasajeros obedecieron, excepto esa mujer que anteriormente puso a prueba su paciencia, esta se levantaría de su sitio en un acto de agresión a ella.

Un largo viaje.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora