VIII

183 16 0
                                    

Su cabeza dolía como si lo hubieran golpeando con un bate. Se intento parar pero se mareo y dejo caer su cuerpo a la cama.

No recordaba ni pio, nuevamente se intento levantar asurumbado lo logro y se detenían en las paredes y barrotes de las escaleras.

Cuando ya estaba abajo escuchó los sonidos provenientes de la cosina y se acerco rascándose el cuello y bostezando, ahí encontró al hombre sin camisa pero en ese momento no le puso atención.

- ¿Recuerdas lo de anoche? - pregunto sin voltearlo a ver.

- Ni mais ¿Qué ridículo hice? - tomo el bote de leche y bebió un poco acercandoce al trinchante.

- Hasta dónde recuerdas? - lo miro de reojo.

- Mm~ - tomo una charola. - Hasta dónde Genya casi se cae haciendo el ocho, pero recuerdo que subí al cuarto. - intento recordar más pero negó rendido y siguió haciendo su desayuno.

- Cuando subiste al cuarto fue por qué fuiste a traer tu cabeza de jabalí y dijiste que la arreglarias. - se dio la vuelta y sirvió dos huevos con tocino en dos platos.

- ¿Y la logre componer? - ladeo su rostro dejando caer un buen poco del cereal.

- Si, pero comenzaste a comportarte extraño. - sirvió el jugo de naranja y su café.

- ¿Extraño? ¿Cómo? - parpadeo varias veces inocentemente. Sanemi se le quedo viendo por unos segundos pero luego se sentó.

- Dijiste que eras el rey del bosque y parecías un niño de cinco años saltando en todos los muebles como mono, luego dijiste que Genya no te quería por qué no te siguió el ritmo cuando querias sexo de ahí vomitaste.  - finalizó y comenzó a comer pero la información hizo que el menor casi se atragantara. - ¿Al menos te cepillaste? - lo descubrio al ver encontrándolo todo sonrojado.

- ¡Dije eso! - se limpio con su ropa. El albino simplemente asintió. El menor se llevo la palma de su mano en la cara de la vergüenza. - ¿Solo eso hice? - pregunto viéndolo de reojo.

- Te quisiste desvestir cuando tomaste el vino y... - iba a decirle que había echo la noche anterior pero el menor lo interrumpió.

- Está bien, fui un desastre ya no digas mas. - se levantó y subió a su cuarto.

El albino lo siguió con la mirada, pasaron un par de minutos y el menor bajo con rapidez las escaleras entrando a la cosina.

- ¿Qué te dije de correr Inozuke? - frunció el entrecejo viendo al menor que llevaba la camisa blanca.

- ¿Tú me pusiste ésto? - se volvió a sentar en la mesa.

- ... Te vomitaste toda la ropa y cuando te lleve al baño para que te sepillaras te quitaste la ropa y.... - nuevamente fue interrumpido por el menor que hizo una cruz con sus dedos.

- ¡Alto fuera! Ya no quiero escuchar, juro que ya no vuelvo a beber - negó con su rostro. -Aunque por eso no sentí el sabor amargo de la última vez que vomité, debe ser por qué me lave los dientes. - miro de reojo al albino. - ¿Tienes turno hoy? - El mayor asintió y se levantó con el plato en manos.

- Lava tus trastes y llevas toda las botellas de cerveza y vino a la basura. - ordenó dejando el traste ya limpio. El menor asintió en un suspiro.

El sonido del timbre hizo que el menor se levantará y fuera a abrir y como era de esperar era el envío que le habían mandado osea su regalo.

- ¿Quién era? - pregunto tomando sus llaves.

- Mí regalo! - dibujo una sonrisa subiendo los escalones. Sanemi lo siguió con la mirada y luego miro hacia la sala donde había estado bebiendo.

CobardeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora