xxiii.

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—Papá, no lo hagas —pidió Kiri, aunque tuviera un cuchillo en el cuello y un hilo de sangre corriendo por su piel.

Sus ojos pasaban por todos los allí presentes, sus padres, sus hermanos, Spider, incluso su tío estaba allí.

Pero no sabía dónde estaba Kai’lä, ¿se habría escondido? Tampoco sabía por qué Tsu’tey parecía tan devastado, lleno de heridas y sangre. ¿Qué demonios había pasado?

Jake dejó las armas en el suelo, manteniendo vigilado a Quaritch, quién no hacía nada más que mantener el cuchillo apretado contra su garganta.

Ella murmuró varias negativas, pidiéndole que no lo hiciera, pero su padre no hizo caso.

Parpadeó varias veces cuando algo le punzó en la cabeza, tenía la cabeza embotada. Un mareo le cegó los sentidos, desubicándola.

Sus párpados se sentían cada vez más pesados, su vista estaba borrosa. ¿Qué estaba pasando? Ni siquiera cuando había convulsionado bajo el agua en la Ensenada de los Ancestros se había sentido así.

Todo parecía del revés, su cabeza no catalogaba nada de lo que oía y veía.

Al menos no hasta que la oyó a ella.

—Quaritch.

No sonaba como ella, pero algo le gritaba a Kiri que Kai’lä estaba allí. Y solo pudo afirmarlo más cuando Tsu’tey alzó las orejas, mirando detrás de quién la sujetaba.

A Lo’ak se le desencajó la mandíbula mientras sus ojos volvían a llenarse de lágrimas, Neteyam lo agarró mientras comenzaba a temblar.

—¡Kai’lä! —exclamó Tuk—. ¿Dónde estás?

¿Entonces no estaba detrás de Quaritch? Aunque estaba allí, de eso no había una mínima duda, ¿pero dónde, exactamente?

La había escuchado detrás de Quaritch, de eso no había duda. Algo volvió a punzar en su cabeza, tiraba de ella hacia atrás. ¿Estaba Kai por allí?

El coronel aflojó un poco la presión en su cuello, pero seguía teniendo el cuchillo en contacto con su piel. Kiri respiró con más rapidez, casi hiperventilando.

Neytiri mantenía detrás de ella a sus hijos; Tsu’tey estaba a su lado, agarrando el cuchillo con tanta fuerza que Kiri pensó que las venas de las manos iban a explotarle; Jake vigilaba todo lo que Quaritch hacía.

La cabeza le punzaba con más fuerza, ahora tiraba de ella hacia el lado. Miró de soslayo hacia la derecha y vio unos iris amarillos demasiado... brillantes.

El cuchillo se apretó de nuevo contra su garganta.

—La joven Sully, ¿verdad? —inquirió el coronel, mirando hacia el mismo lado que Kiri.

—No toques a mi hermana —dijo, antes de soltar la flecha que se clavó en el hombro del coronel, dejando libre a Kiri.

Se preguntó qué habría querido decir Kai’lä con «hermana», pero no se permitió hacerlo mucho cuando su madre la abrazó y Kai caminó casi con tranquilidad hacia su familia, manteniendo vigilado al coronel, quién solo intentaba quitarse la flecha.

Tsu’tey abrazó a su hija, haciendo que volviera a darse de bruces contra la realidad, saliendo de ese modo automático en el que Eywa la había metido gracias al veneno.

Kai’lä apoyó su cabeza en el pecho de su padre mientras él la apartaba de lo que fuera que estuviera Jake a punto de hacer.

Quaritch se sacó la flecha de un tirón, reprimiendo un gruñido de dolor, mientras veía cómo la familia se iba.

—¿Vas a irte, cabo, sabiendo que voy a cazar a tu familia?

Kai’lä se giró hacia él con las pupilas contraídas y las orejas bajas, mostrando los dientes. Su padre no dejó de abrazarla, provocando que Kai recordara que no podía volver a meterse en ese modo automático.

Ma’Jake.

—Dejadme esto a mí —pidió, echándole una mirada a Kai.

Tsu’tey instó a su hija a moverse junto a la familia mientras miraba de vez en cuando hacia atrás para comprobar que Jake no necesitara ayuda.

—Estabas muerta —murmuró Lo’ak cuando se metieron en el agua para salir de allí.

Kiri y Tuk giraron la cabeza como un látigo hacia Kai’lä.

—Preguntas para después, es una historia horrible —añadió mientras ayudaba a Tuk a ir más rápido.

Ky’lah apareció ante ellos y miró directamente a su hermana espiritual.

«Kai...».

—No preguntes, ayúdalos, por favor —pidió, viendo como algo explotaba, creando un anillo de fuego que se acercaba a ellos con demasiada velocidad.

Ky’lah ayudó a toda la familia a sumergirse cuando el fuego se acercó mucho. Tsu’tey agarró a su hija del brazo cuando la tulkun se sumergió.

Kai’lä soltó el brazo de su padre dándole una última orden a su hermana espiritual: no permitir que nadie volviera a por ella, incluyendo a la tulkun.

La joven casi escuchó a su padre gritar su nombre mientras ella salía a la superficie y nadaba hacia el bote de nuevo, a por su tío.

No consiguió mantenerse erguida mucho tiempo, pues el barco pesquero había comenzado a volcar. Miró hacia todos lados, buscando un sitio por el que empezar a mirar por su tío.

«Nadie puede revivir dos veces, Kai’lä...» le recordó esa voz —o varias voces, ya no lo sabía— que había empezado a odiar.

Simplemente avanzó, buscando a su tío, no podía dejarlo ahí, aunque tal vez él sería capaz de salir solo, pero una voz en su cabeza —y esta sí era una sola— similar a la de su madre le gritaba que lo buscara de todas formas.

Así que ella hacía caso. Cayendo y bufando mientras avanzaba a trompicones, sujetándose en las columnas y demás artilugios del bote demonio.

El agua comenzó a inundar el barco, poniéndola bastante histérica. Tenía que encontrar a su tío antes de que el bote tocara fondo y se quedaran sin aire.

«Los na’vi dicen que uno nace dos veces» siguió diciendo Eywa dentro de la cabeza de Kai’lä, «y es cierto, pero nadie ha vivido una tercera vez, querida».

La Rongola se concentró en no hacerle ningún tipo de caso a la Gran Madre mientras seguía avanzando, alerta, buscando a su tío, estuviera donde estiviese.

«Jake Sully nació dos veces; Mireya Sully, también. ¿Sabes?, ella me caía bien» añadió al final, con un dejo nostálgico que provocó una mueca en la joven.

Kai’lä tropezó cuando el agua la embistió, se estaba quedando sin tiempo, ¡demonios!

«Tu madre tuvo una vida difícil...».

Bufó cuando volvió a avanzar, buceando, apenas tenía espacio para salir a respirar. No podía perder más el tiempo, necesitaba encontrar a su tío cuánto antes.

«Pero ¿tú? A ti puedo hacerte la vida difícil» comentó, aunque más que eso, Kai creyó que la estaba avisando. O amenazando.

Buceó un poco más y vio a su tío, herido. Abrió mucho los ojos cuando el miedo la invadió.

«Aunque, por mucho que creas que miento, me gustas Kai’lä». La voz de la Gran Madre se desvaneció cuando Kai apareció delante de su tío.

Ocean Light - Ao'nungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora