Epílogo.

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Kai’lä torció la boca y le golpeó el brazo a Ao’nung una vez más, instándolo a que se colocara bien. Él volvió a bajar las orejas, había perdido la cuenta de cuantas veces le había pegado.

Ella resopló y cogió los codos de Ao’nung.

—Así —espetó, posicionando bien al na’vi para que pudiera usar bien el arco.

Él bajó el arco y la miró, había vuelto a notarla tensa, no sabía el por qué y podría admitir que tenía algo de miedo por que fuera un problema para ella, no solo por enseñarle, sino por el hecho de estar juntos.

La Rongola se mordió el interior de la mejilla cuando él la miró directamente.

—¿Qué? —musitó, aunque por alguna razón le pareció que la voz le había salido casi enfadada.

—¿Estás bien? Desde que volviste del árbol de las almas apenas me has mirado —añadió, bajando un poco las orejas.

No respondió, simplemente miró hacia un lado, la vergüenza había empezado a mezclarse con el miedo, ¿él se lo tomaría bien? No lo sabía y tenía cada vez más miedo.

Ao’nung dejó caer el arco y la cogió por las mejillas, obligándola a mirarlo.

—Por favor, dime si he hecho algo —pidió. Tal vez estaba actuando un poquito histérico.

—No, no has hecho nada, es... una tontería —negó, aunque en realidad era algo demasiado grande.

—Si fuera una tontería no te importaría mirarme a la cara —espetó. Kai’lä notó que temblaba un poco.

—Fue por lo que la Madre me enseñó —dijo al final, cogiendo las manos de Ao’nung.

—¿Qué más te enseñó? —preguntó, acariciando con suavidad su mejilla.

Ella miró a cualquier punto que no fuera el rostro de él, aunque podía notar que el calor se le subía a la cara de forma casi violenta. El miedo le revolvió el estómago una vez más. ¿Debía decírselo?

Ao’nung sonrió suavemente al ver a Kai’lä poniéndose muy roja de repente. Se le hacía un poco gracioso ya que ella era a veces muy reacia a mostrar cualquier cosa que estuviera sintiendo.

—Kai, por favor —pidió con suavidad, tampoco quería obligarla, pero la curiosidad lo estaba matando.

Ella suspiró pesadamente y torció la boca, bajó la cabeza para no tener que mirar ni una sola vez a Ao’nung mientras hablaba. Él dejó caer sus brazos.

—Eywa me mostró... —se quedó callada unos segundos, retorciendo sus manos—, bueno, más bien lo deducí, que estaba embarazada —murmuró al final, no sabiendo si prefería que Ao’nung lo escuchara o que no.

Él la cogió por las mejillas otra vez, mirándola casi con súplica, ¿no se lo creía? Kai’lä volvió a cogerle las manos, intentando no taparse la cara por la vergüenza que la carcomía o no separarse y exigir una respuesta clara, como el miedo le bramaba que hiciera. Tal vez intentaba no hacer ambas cosas.

—¿Lo dices en serio? —preguntó, bajando sus manos a los costados de su cuello.

—Sí —asintió, notando cómo su cola se removía con inquietud.

Ella apenas tuvo tiempo de catalogar la sonrisa de Ao’nung antes de que él la besara casi de repente, sujetándole la nuca para acercarla más a su boca y abrazando su cintura, mientras ella colocaba los brazos en su pecho.

Cuando se separaron, él la abrazó, botando cómo ella dejaba caer sus hombros con un resoplido.

—Qué puto miedo —espetó, apoyando la cabeza en su clavícula.

—¿Por qué? —preguntó, después de soltar una suave risa.

—Porque no sabía cómo te lo tomarías —admitió, bajando las orejas.

—Bueno, pues ahora sabes que me lo tomaré muy bien —dijo, con un ligero tono pícaro.

—Sí, ya me he dado cuenta —murmuró, después notó la cola de Ao’nung enroscándose en su pierna.

Alzó las orejas y se separó con brusquedad, haciendo que Ao’nung rompiera a reír. Bajó las orejas con vergüenza, ya no sabiendo si había entendido o no. Su cola no ayudaba al removerse tan nerviosamente.

Se cruzó de brazos, esperando a que él terminara de reír. Cuando lo hizo casi tuvo que aguantarse la risa al ver la mueca a medio camino entre seria y vergonzosa con la que Kai lo miraba.

—Era broma, lo juro —prometió, todavía sonriendo.

—Más te vale —musitó.

[𓂃]

Kai caminaba con Ao’nung a su lado, explicándole algunas cosas sobre el bosque, ya echaba de menos estar allí y hacía apenas una semana que había vuelto para despedirse de Mo’at, a quién había llamado abuela por primera vez.

Fue una maravillosa sorpresa que a la Tsahìk Omatikaya no le importara que la llamara así, sino que lo había estado esperando siempre.

También había vuelto a la tumba de su madre, después de casi diez años. Había plantado una de las flores más bonitas sobre su tumba, y también una de las más venenosas. Su madre le recordaba a esa planta en todos los sentidos.

Desde que había vuelto al arrecife, algunos niños habían empezado a preguntarle sobre su don, ya que había dejado de ocultarlo y ayudaba a Ronal en todo lo que le pedía con él. Obviamente no siempre lo hacía con su don, pero sí algunas veces.

Se le hacía gracioso que el primer día Ao’nung y su madre pelearan por el tiempo que pasarían con ella, al final Kai había practicado la lucha con lanza con Tonowari mientras madre e hijo peleaban.

A Tsireya le hizo especial gracia que toda aquella escena se diera en solo un día.

—¿Qué nombre le pondrías si tuviéramos una niña? —preguntó de repente, sacándola de su ensoñación como si se hubiera golpeado contra una roca.

—Sí que te emocionaste... —musitó, ladeando la cabeza en un espasmo—. Na’reya —respondió, después de pensarlo un poco.

—Se parece al nombre de tu madre —comentó. Ella parpadeó cuando se lo dijo, no se había dado cuenta.

Balanceó los brazos de adelante hacia atrás mientras caminaba hacia el marui de los líderes. Se había quedado con ellos por preferencia de la Tsahìk, pues sería más fácil para la adulta entrenar a Kai.

Ao’nung cogió su brazo para detenerla un momento, ella lo miró con extrañeza y antes de que pudiera darse cuenta, él ya había atrapado sus labios, con un brazo alrededor de su cintura.

—¿Y eso? —preguntó, después de separarse. Una sonrisa tironeaba de sus labios.

—No lo sé, solo quería besarte —respondió, luego la abrazó. Kai’lä sonrió y también abrazó a su chico.

Ronal llamó a la pareja, sacándole un gruñido a su hijo. La Rongola ahogó una risa y le dio un beso en la mejilla antes de retomar su caminata hasta el marui de los líderes.

Ao’nung, sonriendo como un idiota, se acercó a zancadas hasta ella y le agarró la mano. Ella sonrió suavemente.

˖*°࿐
Bueno, ahora sí me gusta el final de esta secuela. Creo que por fin he hecho que el final cuadre con las visiones de Mireya y Kai’lä, tal vez me relea los libros de nuevo para comprobarlo, no sé.

De todos modos, muchas gracias por aguantarme xd 🫶🏼
Y por soportar que reescribiera el final de la secuela (es que no me gustaba el otro 😔).

MUCHAS GRACIAS 🫶🏼🫶🏼🫶🏼🫶🏼 a todos los lectores de este libro y del otro <3
No sería nadie sin vosotros 😭🫶🏼
Gracias de nuevo, de verdad :))

–W_D

Ocean Light - Ao'nungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora