xii.

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—¿De verdad la cagaste así? —preguntó Kai’lä parpadeando varias veces, sin creérselo del todo.

—Sí, me llevé una buena bronca encima —respondió poniendo una mano sobre su nuca, sintiéndose algo avergonzado de que ella escuchara esa historia.

O tal vez un poco más que «algo avergonzado», realmente estaba muy avergonzado por haber contado esa historia. Quería causarle una buena impresión a ella, y con esa historia no lo estaba consiguiendo.

Se dio cuenta de que, en algún momento mientras él hablaba, Kai le había agarrado la mano, pero no la quitó, se quedó lo más quieto posible para que ella no la retirara.

—Ahora tu historia. —La señaló exigiendo escuchar el por qué tenía un don.

—¿Sabías que mi madre era una trotasueños? —preguntó para introducirlo a un contexto tal vez un poco extraño para él. Ao’nung parpadeó varias veces, mostrando su sorpresa—. Pues cuando su mente fue trasladada a su cuerpo avatar, Eywa habló con ella y le concedió una parte de su poder para que la desarrollara —explicó recordando la historia entera—, pero no consiguió hacerlo, así que ese cacho de poder se pasó a mí.

—Eywa... habló con tu madre.

—Ajá.

—¿Y tú no puedes hablar con ella?

—Nunca lo he intentado —confesó mirando a los ojos al nativo del océano.

—¡¿Y a qué esperas?! —exigió saber a la vez que se acuclillaba.

—Ay, bueno —respondió levantándose con las manos levantadas en señal de rendición.

Kai’lä repitió los mismos sonidos que ya había repetido varias veces en su estancia en el clan del arrecife. Ao’nung finalmente los entendió como una llamada a su ikran.

Un ikran no tardó mucho en aparecer, verde y con algunas manchas de colores. El Metkayina retrocedió un par de pasos, mientras que la Rongola se quedaba en su sitio.

El animal aterrizó delante de ella, quién la agarró por un hueso que hacía la función de mandíbula. Kai miró a Ao’nung y lo invitó a acercarse.

—No te va a morder, lo prometo, pero no la mires a los ojos. —A pesar de que era una broma, lo había dicho con un tono ligeramente serio, lo decía en serio. Él se acercó, pero se quedó un paso por detrás de Kai—. Ao’nung, ella es Myr —la presentó.

Él asintió, no sería en absoluto paranoico saludar a un ikran, pero era un poco aterrador para él. La Omatikaya hizo el vínculo y se subió sobre su ikran.

—¿Y yo cómo bajo? —preguntó el chico.

—¿Bajar? Te vienes conmigo, lo de llevarte en ikran no era broma —respondió extendiendo una mano hacia él.

Él inspiró todo el aire que cabía en sus pulmones antes de aceptar la mano de Kai para subir detrás de ella.

La Rongola cogió una mano de Ao’nung y la colocó en su cintura.

—Agárrate, no me molesta —aseguró mirándolo de reojo.

El Metkayina asintió y agarró sus manos abrazando a Kai por la cintura para no caerse. Se sintió algo nervioso por que ella le hubiera asegurado que podía abrazarla así para no caerse.

—¿Preparado?

—Esperemos que sí. —Y empezó a rezarle a Eywa por que aquello no fuera tan aterrador como parecía.

—Pues vamos.

Ella le ordenó a Myr que se dejara caer por el acantilado para coger inercia y así alzarse. Sintió cómo Ao’nung se abrazaba a ella con algo de fuerza mientras se dejaba caer y empezaban a planear.

Ocean Light - Ao'nungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora