- Cásate conmigo - dijo de pronto - ¿Quieres ser mi esposa?
Su propuesta me había tomado desprevenida, ni en mil años me imaginé que alguien me pidiera ser su esposa, ¿quería ser su esposa?
- ¿Sofía?
- Kamilla.... - mi voz salió con cierto temblor - aún hay algo que debo decirte.
Ella aún no tenía idea la responsabilidad que conllevaba estar en una relación con un ángel, somos inmortales, pero ahora que yo había renunciado a mi padre, los días de mi vida estarían contados, y era algo que aún no estaba preparada para afrontar.
- Puedes decirme - ánimo - lo resolveremos.
- Creo que eso debemos hablarlo en otro momento, aún no estoy lista.
- ¿No estás lista para casarte?
Maldición.
No quería mentirle, pero tampoco quería agobiarla más, tenía tantos problemas encima que no quería ser más una cargar para ella.
- Te diré donde están las puertas del valhalla - intente cambiar de tema.
- No hagas eso - gruño - ¿por qué evades mis preguntas?
- No lo hago - bajé mi cabeza - es solo que aún no estoy preparada para decírtelo.
Se levantó rápido de la cama, dejándome con un vacío en el corazón y unas sabanas congeladas, sabía que no podía entender que demonios pasaba conmigo, pero por el momento era mejor así, debíamos terminar con un enemigo en común. Mi padre.
- Es lo mismo siempre contigo - comenzó a vestirse - nunca podrás decirme las cosas para poder ayudarte.
- Kamilla... - dije en un hilo de voz.
- No - me miro con sus ojos color carmesí - tú no tienes el mismo compromiso que yo tengo en esta relación, fui al infierno por ti - señalo - volví por ti - cerré mis ojos, evitando que mis lágrimas salieran - no sé qué más debo hacer para demostrarte que puedes confiar en mí, que te ayudaré en cualquier situación en la que te encuentres.
- Dame tiempo - supliqué.
- Te he dado todo el tiempo del mundo - se dirigió a la puerta - si no quieres casarte conmigo, solo dilo, podre entenderlo, pero no juegues más.
Salió del cuarto y yo solo pude sentirme tan miserable, no pude detener más mis lágrimas.
Llore porque no podía tener una relación normal.
Llore porque nuevamente había lastimado a la mujer que amaba, cuando ella solo intentaba ayudarme.
Llore porque mi vida no era lo que había planeado, nunca quise enamorarme, nunca quise estar embarazada, nunca quise amar a una mujer.
Pero ahí estaban esos sentimientos, ese amor profundo que le tenía a ella, la felicidad que me daba llevar a su sangre en mi vientre, nunca lo quise, pero ahora es lo que más aprecio en la vida, ella y mi hijo son lo que más amo, y por mis decisiones los lastimaré.
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- ¿Cómo está? - pregunte a la mujer que revisaba mi vientre.
- Sano como una roca - bromeo - su crecimiento está en orden, ya podemos saber cuál es su sexo, y para dejarte tranquila, no le han crecido alas.
- Solo me importa que esté bien - dije viendo como mi abultado vientre se movía.
- ¿Quieres saber su sexo?
- No - negué - díselo a Kamilla.
- ¿Ella no vendrá? - se atrevió a preguntar.
- No lo sé - me encogí de hombros - no me dio tiempo de decirle.