CHAPTER 3

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PVO DANIELA

Después de que el duende se fue, me permití llorar con todas mis fuerzas.

Mi llanto no era porque me sintiera ultrajada, sino porque con todo lo que me hizo ese engendro, me dio un placer hasta ahora desconocido para mí.

Mi padrastro había querido obtenerme a mis quince años y se dedicó a acosarme hasta en el baño. Un día que estábamos solos, entró cuando me duchaba y me vio completamente desnuda. Aquella vez, vi perfectamente sus ojos oscurecidos por el deseo y no sentí más que odio y aunque era muy joven, me defendí como pude, (lo golpeé muchas veces con el cepillo del inodoro).

Los meses siguientes trataba de tocarme o de besarme y siempre pude evitar que cumpliera su propósito.

Pensé que era fuerte y que no necesitaba experimentar las sensaciones que produce el sexo porque con mi padrastro no me excité ni un poco, pero este maldito duende me ha hecho descubrir lo placentero que es que te toquen íntimamente y lo peor fue que con ese monstruo tuve anhelos de mujer.

Por fortuna esa criatura no sabe que le regalé el privilegio de mi primer beso y orgasmo, (ya de por sí es humillante haberle mostrado mi eyaculación femenina, como para darle la alegría de ver que me gustó todo lo que pasó anoche).

Más calmada giré mi cuerpo para quedar boca arriba.

Aún podía sentir las caricias de duende en mis senos y mi vagina y llevé mis manos a ambas partes para tratar de calmar el cosquilleo que me atacaba por la necesidad de tener las manos y la boca del engendro sobre mí, pero entre más las tocaba, más desesperada me ponía porque no era lo mismo que yo me tocara, a que el duende lo hiciera, (esa bestia deforme realmente sabe hacerlo bien).

Frustrada por no conseguir acallar lo que mi cuerpo ansía, me desvestí para irme a bañar, pero como últimamente sucede, no había ni gota de agua y regresé a sentarme en la cama.

Esto era lo peor que podía pasar. Todo mi cuerpo estaba pegajoso no sólo por la baba del duende, sino también por su sudor.

El monstruo se movió tanto, que se le desabrochó su ridículo saco y pude sentir sus pelos y parte de su arrugada piel sobre mi estómago y pubis.

Al principio únicamente esas dos cosas se restregaban en mi piel, pero luego empezó a sudar y también me mojó.

Ese recuerdo trajo a mi mente las imágenes del duende mamándome los senos. Esa horrible criatura que me atemoriza con su sola presencia se convirtió en un tierno bebé que se prendó de mis pechos con ansias. Verlo tan contento y con su rostro aún más desfigurado por el placer que le produjo chupar mis senos, me hicieron reír.

Me imagino que nunca en su miserable vida, había tenido el gusto de tener el cuerpo de una mujer entre sus garras y se olvidó de mantener la fachada de duende maldito. El que quitara su expresión diabólica me ayudó a dejar de temerle y si lo analizo ahora, ese fue mi error.

No debí olvidar que ese monstruo quiere convertirme en su esclava sexual por el resto de su vida, (que es de miles de años). Bajé la guardia y me puse a disfrutar de sus atenciones. Incluso la noche se me pasó rápido porque fue tan excitante descubrir mi sensualidad, que hasta le permití tocar mi vagina.

Evocar el recuerdo de cuando metió su dedo dentro de mí, volvió a excitarme y cerré los ojos al tiempo de que introduje mi dedo para tocar mi clítoris.

La imagen del horrible rostro de Trasppty se adueñó de mi mente y aunque no obtuve las mismas sensaciones que ese monstruo produjo con una sola caricia que le dio a esa pequeña protuberancia, tuve un grandioso orgasmo gracias a que imaginé que era él quien estaba tocándome.

EL TRIUNFO DEL DUENDEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora