EPÍLOGO - PARTE 2

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PVO DANIELA

Mi alma nuevamente apareció en mi departamento, luego de estar largas horas esperando en aquel lugar en el que estuve cuando nació Tresppty.

El miedo que le tenía ha ido disminuyendo y ya no me parece un sitio horrible, (después de casi dieciocho años viviendo ahí, me acostumbré a su oscuridad).

En cuanto abro los ojos, corro hacia la pared para ir al bosque, pero la voz de la joven Karen, me detiene.

–¿Cómo es que entraste? –pregunte sorprendida –el duende anciano embrujó mi departamento para que nadie pueda entrar o verlo.

–No lo sé –contestó desde el suelo, mientras se limpiaba sus ojos porque apenas estaba despertando –anoche por poco y me atrapan unos chicos malvados, pero como segundos antes descubrí que podía traspasar la pared, opté por entrar –su rostro denotó vergüenza –espero no haber hecho algo malo.

–¡Claro que no, pequeña! –me dirigí a ella y me hinqué para simular que frotaba su cabeza –¿esperaste todo el día en este sitio porque quieres volver a ver a Tresppty?

–¡Noooo! –gritó demasiado fuerte –yo sólo quiero ver si usted logrará reencontrarse con su amado.

La mención de mi querido esposo me puso nerviosa. Nada me asegura que mi hijo haya logrado convencerlo de ir a la entrada del bosque y si mi esperanza no se hace realidad, mi alma se destruirá por el dolor.

–¡Tenga fe! –Karen se arrodilló y volvió a tratar de colocar su mano en mi hombro, aunque sabe bien que no puede tocarme –confió en que Tresppty llevará al señor Trasppty... hoy por fin volverá a verlo.

–¡Gracias, pequeña mía! –su confianza me devolvió la esperanza y me puse de pie para ir con los dos amores más grandes de mi vida –¡ven! –extendí mi mano y ella también simuló que la tomaba –¡vamos a ver a unos apuestos duendes!

La cara de la jovencita estaba roja, pero sonrió por la definición que le di a los duendes del bosque siniestro.

Las dos traspasamos la pared y aunque no dijimos nada durante el camino hacia el bosque, el silencio no fue incomodo.

Al pasar cerca de un callejón, escuchamos las voces de unos hombres y cuando salieron, Karen tembló de miedo.

Ambas creímos que esos tipos nos atacarían al vernos, pero sólo gritaron cuando sus ojos se posaron en mí, y corrieron como si hubieran visto un fantasma.

–¿Qué les habrá pasado? –exclamé algo confundida.

–Es que brillas mucho, y tu cuerpo se ve transparente –me dijo un poco apenada –es natural que piensen que eres un fantasma, y la leyenda no hace más que aumentar el miedo de la gente, por eso casi nadie viene a esta parte de la ciudad.

Otra interrogante se había aclarado.

Desde que regresó mi alma y salía a buscar a mi familia, no veía humanos. A veces los escuchaba, pero el sonido de sus voces se alejaba muy rápido y pensaba que era por cualquier otra cosa, menos que era yo quien los asustaba.

–Bueno, supongo que es beneficioso que me tengan miedo –mi tristeza regresó al recordar el día que fuimos al parque –de ese modo, no volverán a molestarme a mí, o a mi familia.

–Olvidémonos de esos tontos y mejor continuemos caminando.

La manera de tomar las cosas de esta joven me regresó mi animosidad y seguimos avanzando, pero mi alma se paralizó al ver la entrada del bosque completamente vacía.

Karen corrió alrededor de la barrera intentando visualizar algo, pero luego de unos minutos, volvió cabizbaja.

–Tal vez dentro de la barrera el tiempo es diferente –la dulce niña quería animarme, pero ya nada podrá devolverme la esperanza.

EL TRIUNFO DEL DUENDEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora