Capítulo 5

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Pasó una mañana muy entretenida, limpió el granero junto a Bill mientras respondía sus preguntas tal y como habían acordado.

— ¿Eres hijo único?—fue lo primero que preguntó Bill.

—Sí, mi madre casi murió cuando yo nací y quedó muy débil—explicó Tom—Creo que por eso decidieron no tener más hijos. ¿Y tú?

—No sé mucho de mi familia—dijo Bill suspirando—Mis padres murieron siendo yo muy pequeño y apenas recuerdo algo.

Tom le miró con pena mientras seguía apartando la paja sucia con un rastrillo. Pero Bill parecía haberlo superado, gracias sobre todo al amor de su nueva familia.

Iba a preguntarle algo más cuando Georg entró en el establo y le fulminó con la mirada.

—Bill me ha dejado echaros una mano—explicó Tom.

Georg gruñó como respuesta y salió del establo sin decir nada más. Tom miró a Bill y éste se encogió de hombros. Siguieron con su trabajo hasta que llegó la hora de comer. Para entonces ya habían limpiado y cambiado la paja, y Tom se sentía realmente sucio y sudoroso.

Se lavó en un barril que había lleno de agua y donde Bill se lavó también. Le observó lavarse las manos y pasárselas por la cara suspirando.

—Un baño en el río—dijo Tom sin poder contenerse.

— ¿Qué?—preguntó Bill sonrojándose.

—Estás pensando en que con este calor te vendría bien irte al río a bañarte, ¿verdad?—explicó Tom sonriendo.

—Sí, pero aún no he terminado mi trabajo—murmuró Bill suspirando.

—Pues dime qué hay que hacer y te sigo—dijo Tom terminando de limpiarse.

—Mejor no, comeremos en una hora y mejor que te vayas a asear antes de que mi madre se entere que te he dejado ayudarme—se negó Bill en rotundo.

—Georg me ha visto, ¿no va a decir nada?—preguntó Tom.

Bill negó con la cabeza y tras terminar de asearse él también salió del establo dejándole a solas. Tom suspiró y regresó a la casa. Subió a su habitación y se cambió de ropa. Por suerte no se encontró con los padres de Bill, evitó la cocina y fue corriendo a su habitación.

Una vez vestido de manera apropiada salió y se dirigió al porche, ocupando la misma hamaca que el día anterior. Estaba cansado y no pudo evitar quedarse dormido.





Cuando abrió los ojos buscó a Bill con la mirada, hacía rato que no le veía y parecía que había desaparecido. Esperaba que Georg no se hubiera ido de la lengua, Bill sería reprendido por su culpa.

Pero pudo respirar aliviado cuando vio a Bill salir de la casa sonriendo. En una mano llevaba un vaso con limonada recién hecha y de la otra mano un plato con lo que parecía ser su comida.

—Pensé que estarías sediento—dijo Bill una vez a su lado—Y también hambriento, mi madre no te quiso despertar.

—Gracias—contestó Tom cogiendo el vaso.

—Tengo el resto de la tarde libre—comentó Bill—He pensado que si te apetece dar un paseo te enseño la granja.

—Será un placer—dijo Tom sonriendo.

—Pues cuando termines de comer nos ponemos en marcha. Estaré en la cocina terminando de limpiarla—explicó Bill.

Tom asintió con la cabeza y Bill regresó a la cocina donde había dejado a un malhumorado Georg limpiando los platos a solas.

Un verano inolvidableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora