Capítulo 4

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Pasada una hora se despertó sonriendo al escuchar los cantos de los pájaros. Se estiró y decidió dar un corto paseo. Se puso en pie con cuidado y caminó cojeando un poco. Rodeó la casa y sonrió al encontrarse a Bill tendiendo la colada. Se le quedó espiando entre los árboles, viéndole escurrir la ropa y aparatarse a un lado un mechón de su larga melena.

Hasta que levantó la mirada y una vez más le sorprendió espiándole. Sonrió y Bill le devolvió la sonrisa con timidez. Siguió con su camino dejándole terminar su trabajo, no quería que se distrajera por su culpa y le reprendieran.

A la hora de la comida se sintió muy solo, había decidido comer en su habitación para poder recostarse luego un poco y llegada la hora de la cena se encontraba en la habitación también. Echaba de menos a Andreas con sus locas ocurrencias. Como que se sentía atraído por Bill...

Unos golpes en la puerta le sacaron de sus pensamientos.

—Adelante—dijo carraspeando.

La puerta se abrió y apareció Bill llevando en las manos un plato.

—Pensé que te gustaría de postre un poco de pastel de frambuesa—explicó Bill con timidez.

— ¡Gracias! —dijo Tom cogiendo el plato.

Bill sonrió y empezó a recoger los platos usados en la comida.

— ¿Dónde están los demás? —preguntó de repente Tom—Quiero decir... ¿cómo pasáis las tardes aquí?

—En la cocina—contestó Bill.

— ¿Puedo acompañaros? —preguntó de nuevo Tom—Me siento aquí muy solo.

—Claro...puedes bajarte el pastel y comerlo en la cocina con nosotros—invitó Bill.

Tom sonrió y se puso en pie de inmediato. Pero su tobillo flojeó y estuvo a punto de caer. Maldijo por lo bajo y se sentó de nuevo.

—Déjame ayudarte—dijo Bill corriendo a su lado—Pon un brazo sobre mis hombros.

Tom así lo hizo y con Bill sujetándole por la cintura bajaron a la cocina. En ella estaban los padres de Bill charlando animadamente con Georg, hasta que les vieron aparecer por la puerta y se callaron de golpe.

—Yo...espero no molestar, me sentía muy solo en mi habitación y le pedí a Bill si les podía acompañar—explicó Tom.

—Claro que no—dijo Maureen levantándose—Siéntese cerca del fuego, estábamos terminando de cenar.

Tom así lo hizo y con ayuda de Bill se sentó en una silla que había cerca de la chimenea.

—Gracias—dijo Tom sonriendo ampliamente—Por favor, sigan cenando. No quisiera molestarlos.

—Bill, sírvele una copa de vino—ordenó Maureen a su hijo.

Bill asintió y abrió el armarito donde su madre guardaba el vino.

—Seguro que donde vive no conoce lo que es un buen vino—comentó Georg mirando a Tom fijamente.

—Tenemos cerveza—explicó Tom—Por cierto señora Listing, el pastel está delicioso. A mi madre le gustaría tener la receta.

—Ha pasado de generación en generación, no la tengo escrita en ningún lado—comentó Maureen—Está todo en mi cabeza.

Tom asintió y siguió comiendo en silencio. Bill había ocupado su asiento justo al lado de Georg, quien se le acercó un poco más sin apartar la mirada de Tom.

—Y el vino también es muy bueno—murmuró Tom tras probarlo.

—Lo hago yo—explicó Georg sonriendo ampliamente—Le echo un ingrediente secreto.

Un verano inolvidableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora