Capítulo 8

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Una tarde decidieron ir al río, les traía muy buenos recuerdos a los dos. Corrieron por el campo y una vez en la orilla extendieron sobre la hierba la manta que habían llevado y se desnudaron sin quitarse los ojos de encima. Se cogieron de las manos y entraron corriendo también en el río.

Entonces se soltaron y empezaron a echarse agua el uno al otro entre risas, hasta que Tom acortó la distancia y tomándolo en sus brazos se apoderó de sus labios.

Bill gimió contra ellos y empezó a frotarse contra su cuerpo. Ya era todo un experto, sabía donde tocar para que el cuerpo de Tom respondiera como lo estaba haciendo, notaba una dureza frotarse contra la suya y sonrió.

Se aferró a su cuerpo y tomando impulso rodeó a Tom con sus piernas. Tom le sujetó con fuerza colocando las manos en sus nalgas y separándoselas un poco entró en su cuerpo con una profunda embestida.

Sus labios se separaron, se miraron a los ojos y empezaron a moverse a un ritmo lento. Con las manos en los hombros de Tom, Bill marcó el ritmo de las embestidas mordiéndose el labio para no gritar.

Hasta que le sintió a punto de derramarse, entonces enterró la cabeza en el hombro de Tom y le dejó tomar el mando. Las embestidas se aceleraron y gimió contra su piel, que lamió y mordió hasta que le sintió derramarse en su interior.

Y no fue el único, Tom había tomado el miembro en una de sus manos y no paró hasta que él también se derramó entre sus dedos...

Estaban exhaustos, salieron del río y se tumbaron sobre la manta a recuperar el aliento. Bill se estremeció y cogiendo una esquina de la manta la echó sobre los dos y se acomodaron bajo ella. Tom le abrazó y Bill se recostó contra su pecho.

—Empieza a refrescar—comentó Bill suspirando—El verano se termina.

Tom se puso tenso y Bill lo notó. Se volvió en sus brazos y se le quedó mirando, una triste expresión le recorría la cara.

— ¿Ocurre algo?—preguntó asustado.

—Me voy Bill—contestó Tom en un susurro.

—Claro, si tienes frío podemos regresar—murmuró Bill incorporándose.

—No Bill, no me has entendido—dijo Tom sujetándole por la muñeca—Yo...me voy a mi casa, a Berlín.

Bill sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas, se acostó de nuevo al lado de Tom y escuchó en silencio mientras se explicaba.

—Tengo que regresar Bill—explicó Tom suspirando—Mis vacaciones han terminado al igual que el verano y me esperan en casa.

Bill asintió con la cabeza sintiendo que una lágrima bajaba por su mejilla.

—No quiero separarme de ti—dijo Tom con firmeza— ¡Vente conmigo a Berlín!

— ¿A Berlín?—repitió Bill pestañeando—Pero... ¿cómo voy a abandonar a mi familia? ¿Y qué iba a hacer yo en Berlín?

—Puedes retomar tus estudios, yo te ayudaré—contestó Tom muy ilusionado—Puedo decir a mis padres que eres un amigo que he conocido yendo de viaje y te quedarás en casa una temporada mientras estudias.

— ¿Me vas a presentar a tu familia como un amigo?—preguntó Bill en voz baja— ¿No les vas a decir nunca que estamos saliendo juntos?

—Necesito tiempo Bill—dijo Tom suspirando—Con el tiempo le contaré a mis padres la verdad, te lo prometo. Lo entenderán, y podíamos irnos a vivir los dos juntos. Por la mañana iremos a clase y por la tarde daremos largos paseos por Berlín. Y por la noche...haremos el amor hasta el amanecer.

Un verano inolvidableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora