Una tarde decidieron ir al río, les traía muy buenos recuerdos a los dos. Corrieron por el campo y una vez en la orilla extendieron sobre la hierba la manta que habían llevado y se desnudaron sin quitarse los ojos de encima. Se cogieron de las manos y entraron corriendo también en el río.
Entonces se soltaron y empezaron a echarse agua el uno al otro entre risas, hasta que Tom acortó la distancia y tomándolo en sus brazos se apoderó de sus labios.
Bill gimió contra ellos y empezó a frotarse contra su cuerpo. Ya era todo un experto, sabía donde tocar para que el cuerpo de Tom respondiera como lo estaba haciendo, notaba una dureza frotarse contra la suya y sonrió.
Se aferró a su cuerpo y tomando impulso rodeó a Tom con sus piernas. Tom le sujetó con fuerza colocando las manos en sus nalgas y separándoselas un poco entró en su cuerpo con una profunda embestida.
Sus labios se separaron, se miraron a los ojos y empezaron a moverse a un ritmo lento. Con las manos en los hombros de Tom, Bill marcó el ritmo de las embestidas mordiéndose el labio para no gritar.
Hasta que le sintió a punto de derramarse, entonces enterró la cabeza en el hombro de Tom y le dejó tomar el mando. Las embestidas se aceleraron y gimió contra su piel, que lamió y mordió hasta que le sintió derramarse en su interior.
Y no fue el único, Tom había tomado el miembro en una de sus manos y no paró hasta que él también se derramó entre sus dedos...
Estaban exhaustos, salieron del río y se tumbaron sobre la manta a recuperar el aliento. Bill se estremeció y cogiendo una esquina de la manta la echó sobre los dos y se acomodaron bajo ella. Tom le abrazó y Bill se recostó contra su pecho.
—Empieza a refrescar—comentó Bill suspirando—El verano se termina.
Tom se puso tenso y Bill lo notó. Se volvió en sus brazos y se le quedó mirando, una triste expresión le recorría la cara.
— ¿Ocurre algo?—preguntó asustado.
—Me voy Bill—contestó Tom en un susurro.
—Claro, si tienes frío podemos regresar—murmuró Bill incorporándose.
—No Bill, no me has entendido—dijo Tom sujetándole por la muñeca—Yo...me voy a mi casa, a Berlín.
Bill sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas, se acostó de nuevo al lado de Tom y escuchó en silencio mientras se explicaba.
—Tengo que regresar Bill—explicó Tom suspirando—Mis vacaciones han terminado al igual que el verano y me esperan en casa.
Bill asintió con la cabeza sintiendo que una lágrima bajaba por su mejilla.
—No quiero separarme de ti—dijo Tom con firmeza— ¡Vente conmigo a Berlín!
— ¿A Berlín?—repitió Bill pestañeando—Pero... ¿cómo voy a abandonar a mi familia? ¿Y qué iba a hacer yo en Berlín?
—Puedes retomar tus estudios, yo te ayudaré—contestó Tom muy ilusionado—Puedo decir a mis padres que eres un amigo que he conocido yendo de viaje y te quedarás en casa una temporada mientras estudias.
— ¿Me vas a presentar a tu familia como un amigo?—preguntó Bill en voz baja— ¿No les vas a decir nunca que estamos saliendo juntos?
—Necesito tiempo Bill—dijo Tom suspirando—Con el tiempo le contaré a mis padres la verdad, te lo prometo. Lo entenderán, y podíamos irnos a vivir los dos juntos. Por la mañana iremos a clase y por la tarde daremos largos paseos por Berlín. Y por la noche...haremos el amor hasta el amanecer.
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Un verano inolvidable
Storie d'amoreA sus 23 años, Tom Kaulitz realiza un viaje por la zona rural de Leipzig. Por el camino conoce un chico con el que inicia una historia de amor condenada al fracaso, en la que tendrá que tomar duras decisiones que cambiarán el rumbo de sus vidas para...