III: El Diario del Profesor

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Inmerso en el portátil, Daniel apretaba la tecla F5 sin cesar, a la espera del correo que el comisario Cabezas había prometido enviar. No tardó mucho en llegar, pero para el joven estudiante bien podrían haber pasado décadas.


"Hola Daniel.

Espero que te estés sintiendo mejor. Entiendo que has visto algo horrible y que debe ser muy difícil procesarlo. Por eso mismo te pediré que tomes consideración a la hora de leer el PDF que te he adjuntado en este correo, pues su contenido te podría parecer perturbador. Cuida de tu salud mental.

PD: Si necesitas alguien con quien hablar o si has recordado nuevos detalles sobre el caso de tu difunto profesor, no dudes en escribirme

Me despido atentamente

Francisco Cabezas, Comisario."


Daniel hizo caso omiso de las advertencias del comisario y descargó el archivo sin dudarlo mucho. Cliqueó frenéticamente hasta el archivo se abrió, mostrando el diario escaneado. Al haber pasado tanto tiempo en un ambiente húmedo y lleno de los vapores de la descomposición, las páginas habían adquirido un tono amarillento y, a pesar de ser una copia digital, se notaba que había adquirido una textura rugosa. Las vivencias de Eduardo Salas se exhibían a trazo firme y con una caligrafía cursiva que solo un hombre de su edad podría perfeccionar; un hombre ajeno a la redacción de textos en computadora y acostumbrado a las cosas de la vieja escuela.

Impulsado por la curiosidad que en su interior bullía, comenzó a devorar ávidamente cada página digital y palabra escaneada.

28 de septiembre, 2024

Recuerdo que la noticia del hallazgo arqueológico en el Lago Rupanco resonó como un eco ominoso en la atmósfera académica de todo Chile. El descubrimiento de un sitio de la cultura Pitrén fue un gran acontecimiento. Después de todo, no todos los días te encuentras con vestigios que trascienden el milenio y medio de antigüedad.

En un principio, la invitación a participar de la excavación me resultó inoportuna. Rechacé la invitación con desgana, justificándome en que tengo asuntos más acuciantes que atender. Si bien fue, o es, más bien, un descubrimiento histórico, la pomposidad del hallazgo no logró encajar dentro de mi esquema académico. El mero hecho de tener que aguantar la soporífera labor arqueológica de clasificar los fragmentos líticos por material, forma y función, me parece más una pérdida de tiempo que una actividad esclarecedora. Los cimientos de mi campo académico se encuentran en el estudio etnológico de la cosmogonía de los pueblos, no en el estudio material de puntas de flecha y fragmentos de cerámica.

No obstante, las narrativas exageradas y las descripciones entusiastas terminaron por colmar mi paciencia, y, finalmente, cedí ante las presiones. No sin establecer primero mis condiciones, claro está.

En primera instancia, no saldré a recorrer ningún lago ni andaré "pensando el sitio", frase que los arqueólogos utilizan para justificar la desidia durante el horario laboral. En su lugar, me hospedaré en mi casa de veraneo en Osorno, ciudad convenientemente y relativamente cercana al sitio arqueológico en cuestión. Desde la comodidad de mi sala de estudio, investigaré a fondo cualquier enriquecedora pieza del pasado que pongan a mi cuidado.

No albergo grandes expectativas, tan solo espero una buena paga y poder regresar a mi ciudad natal de Concepción para continuar con la investigación de temas que considero son más importantes.

30 de septiembre, 2024

Hoy por fin he llegado a Osorno. No hay nada particularmente interesante que escribir. Ha sido un viaje largo. He desempacado mis maletas y he descorchado una botella de vino tinto. Me espera una larga noche, pues recién mañana llegarán los primeros objetos arqueológicos a estudiar.

La Marcha de los CondenadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora