Las piezas han sido situadas en el tablero universal, dando paso a giros dolorosos y perspectivas, otrora impensables. El legendario dragón galés y la última de los antiguos, acerados por el infortunio recordarían siempre el día que definió sus dest...
Japón, ciudad de Kuoh, viernes 23 de agosto del 2022 d.C
Academia de Kuoh, corredores principales, 05:30 PM
La ciudad de Kuoh se extendía a lo largo del horizonte, con sus edificios brillantes que se alzaban hacia el cielo, reflejando los tonos dorados del atardecer. Las calles, impolutas y adornadas con farolas que comenzaban a iluminarse, estaban impregnadas del aroma de la comida callejera. La gente se apresuraba a casa después de un día de trabajo, mientras los neones de los carteles publicitarios destellaban, añadiendo un toque futurista a la escena. El sonido de los tranvías y el bullicio de la vida urbana creaban una sinfonía de modernidad bajo el mágico lienzo del crepúsculo japonés.
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La Academia se erguía majestuosamente en el crepúsculo, su arquitectura cobraba vida mientras los últimos rayos del sol acariciaban sus altas torres y vitrales. La fachada de piedra, adornada con intrincados detalles, proyectaba umbríos contornos intrigantes, y el cielo se llenaba de tonos cálidos y anaranjados.
Los jardines estaban en pleno apogeo, con estudiantes charlando animadamente bajo los árboles frondosos, y las luces intermitentes de las farolas comenzaban a iluminar los senderos. A lo lejos, el suave murmullo de las hojas de los árboles añadía un toque de serenidad a la escena.
Un joven de cabello negro, de longitud media, recogido en una pequeña cola de caballo, avanzaba en silencio por los corredores. Sus penetrantes ojos oscuros evocaban recuerdos de las concurridas calles de Nueva York, con sus rascacielos y luces de neón. La dualidad de su herencia japonesa y la ciudad que nunca dormía se manifestaba en su interior. Había guardado su chaqueta de instituto en la mochila, dejando a la vista una camisa blanca con el cuello desabotonado y las mangas remangadas. Completando su atuendo, llevaba una corbata roja, guantes y pantalones negros. Suspiró, sintiéndose como un guijarro en medio de ese enmarañado coro de voces desconocidas.
Las sombras concebidas desde el exterior parecían llamarlo desde la luz agonizante.
Una delgada y hermosa adolescente con larga cabellera marrón, trenzada en dos coletas con cintas azules y ojos chocolate caminaba inmersa en sus pensamientos por uno de los desolados pasillos de la estructura. Se dirigía hacia los patios exteriores cubiertos de césped, mientras suprimía la profunda impresión de soledad que sentía en ese momento; recordó cómo un desconocido muchacho se había incorporado a su clase debido a su inscripción tardía.
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