Capítulo 9. La fiesta

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La primera vez que Yeria asistió a una fiesta en la mansión Corinan, había bailado muy poco y, en cambio, había hecho muchas averiguaciones y encargos.

Gracias a eso, Rufus y Sunia se habían podido infiltrar en la mansión antes de que se llevara a cabo el segundo baile. Rufus un mes antes y Sunia una semana antes. Ahora la cuestión del robo quedaba a cargo de ellos. Tenían pensado sacar unos sacos de oro y unas cuantas joyas. Yeria podía relajarse más ese día. Sólo tenía que vigilar que los Virreyes Corinan permanecieran en el salón principal.

Bailó varias piezas con Kerin, su coprotagonista en la obra "El amor verdadero". Aunque cada vez resultaba más difícil mantenerlo en la pista. Seguía insistiéndole en ir a "un lugar más íntimo". Yeria decidió distraerlo, llevándolo al jardín. Era poco probable que el robo saliera mal, pero no podía irse de la fiesta.

Yeria lo arrastró detrás de un árbol que los ocultaba parcialmente y comenzó a besarlo. No lo había hecho antes. Kerin solía ser el único que le hablaba bien en la Compañía, los demás sólo la miraban con desprecio. Yeria no podía reprochárselos, después de todo, había pasado a formar parte de la Compañía de una manera muy... extraña. Nadie quería ensayar con ella, a excepción de Kerin, que la ayudaba lo más que podía.

Habían salido un par de veces, sabía que ella le gustaba. Y él a ella también. Kerin era muy atractivo y divertido. Se la pasaban bien juntos.

-Yeria... vamos a mi casa.

Ambos respiraban agitados y compartían un solo aliento. Las noches siempre eran frías en el Reino de Switch, pero Yeria no tenía frío en absoluto.

-¿Podemos quedarnos un rato más?

-¿Para qué?

-Quiero bailar...

-Podemos bailar en mi casa, en mi cama...

-¡Kerin!

-¿Qué? Lo digo en serio...

Volvió a besarla, primero con delicadeza y luego con más urgencia. Yeria le respondía con el mismo entusiasmo. Sintió como una de sus manos le levantaba la falda y subía por su pierna, pero, aunque estaba emocionada, lo detuvo.

-Espera, debemos volver.

Lo alejó un poco, se acomodó el vestido y tomó su mano para regresar a la mansión. A medio camino, sin embargo, Kerin se detuvo detrás de ella.

-Vamos, Yeria, no tienes que contenerte conmigo.

-¿Qué dices?

-Sólo digo que no tienes por qué seguir fingiendo. Acabemos con esto.

Yeria soltó la mano de Kerin y lo miró fijamente.

-No entiendo qué tratas de decirme.

-Es obvio que sueles hacer tratos de este tipo. Con el director, conmigo. Pero siento que ya lo estás alargando demasiado y estoy comenzando a aburrirme, ¿sabes?

Yeria no supo qué decir. Odiaba no saber qué decir. El frío de la noche la invadió por completo. Odiaba la voz, la mirada y la sonrisa de Kerin en ese momento. Todo parecía diferente, aunque hasta hace una hora le habían parecido lo más encantador del mundo. Se sentía confundida, pero pronto se abrió paso el enojo, una emoción que la ayudó a reaccionar, por fin.

-Vete al infierno, Kerin.

Rojo y NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora