Capítulo 2. Elian

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Elian se quedó dormido encima de un libro titulado Historia Antigua del Reino de Switch, el cual había estado consultando para escribir un capítulo de La familia Crymur. No estaba inspirado ese día. En realidad, no se sentía inspirado desde hace varios días. Y no había estado durmiendo bien por las noches.

Despertó hasta que su amigo Percival entró a la pequeña oficina y dejó caer de golpe en su escritorio un montón de libros de Historia que le había pedido que le consiguiera. En lugar de agradecerle, Elian lo miró frunciendo el ceño.

-Perdón por despertarte, mi príncipe durmiente.

Elian se pasó una mano por la cara y suspiró. Por lo general, su amigo Percival siempre lo ponía de buen humor, pero ese día estaba a punto de tirar por la ventana los pergaminos que llevaba escritos. Necesitaba despejarse.

-¿No te toca ir hoy a la obra de la Compañía Esperanza? Ya se te hizo tarde.

-¡Demonios!

Elian se despidió de Percival, agarró su bolso y su túnica y tomó un carruaje público hasta al Teatro Esperanza, en donde estaba a punto de estrenarse la obra titulada Lisandro y Cornelia.

Elian trabajaba para un periódico del Reino de Switch: El Switcher. Lo habían puesto a cargo de las reseñas críticas porque resultó ser bastante hábil para... cierto tipo de comentarios. El sarcasmo y las comparaciones eran su especialidad. Al parecer a los lectores les encantaba eso, aunque no se podía decir lo mismo de los artistas a los que Elian criticaba tan duramente.

Y si bien sus reseñas eran la razón por la que Elian mantenía su trabajo en El Switcher, lo que de verdad le gustaba hacer era publicar semanalmente capítulos de La familia Crymur. No era de las historias más populares del momento, pero poco a poco Elian iba ganando lectores fieles y eso lo hacía muy feliz.

La familia Crymur era una historia sobre una familia numerosa, de clase alta, cuyos miembros tenían todo tipo de personalidades y vivían una aventura cada día. La primera vez que Elian recibió la carta de una lectora, casi lloró.

Y hasta ese día su historia había estado fluyendo bien... hasta ese día.

Nunca se había sentido tan perdido. Sentía las dinámicas de la familia se habían estancado. Y, encima, tenía que resolver otros problemas de su vida personal.

Al terminar de ver la obra de teatro se dirigió de nuevo a la oficina y escribió la reseña que sería publicada al día siguiente. Después de entregarla a su editor, él y Percival decidieron ir por un trago al Bar Esmeralda. Aunque Elian nunca bebía, le gustaba ir a ese lugar desde sus días de estudiante. Además, servían una bebida de moras sin alcohol buenísima.

Cuando entraron, se fueron directo a la barra a saludar a Lyra, una vieja amiga. Ella, al verlos, se quedó inmóvil y abrió mucho los ojos.

-¡Cielos, Lyra! ¿Por qué parece que has visto un fantasma? – exclamó Percival.

-¿Por qué vinieron?

-Pésimo servicio al cliente.

-No... es que... Elian... tú... hoy tenemos clientes... inusuales...

Señaló con su cabeza al fondo del bar, cerca de donde estaban los músicos. Una pareja cenaba y conversaba en una de las mesas. Estaban vestidos demasiado elegantes para el tipo de establecimiento en el que se encontraban, pero Elian no entendió la actitud de Lyra hasta que ésta le aclaró quiénes eran.

-¿Desde cuándo vienen actores de la Compañía Real a un bar de estudiantes? – le susurró Percival a Lyra. La mesera continuó secando vasos mientras le susurraba:

-No lo seee... pero Carl está como loco supervisando todo lo que piden.

Elian sintió cómo ambos se le quedaron viendo fijo al mismo tiempo. Carraspeó para aclarar su garganta.

-¿Qué?

-Será mejor que no te vean, no gozas de buena popularidad entre los actores de este Reino– le dijo Lyra.

Elian decidió ignorar el comentario y pidió su bebida de moras. Lyra le sirvió lo que pidió y luego se concentró en otros clientes. Percival pidió algo de comer y luego fue al baño. Elian se quedó sumido en sus pensamientos. Tomó un trago de su bebida y volteó a ver de reojo a la mesa de los actores. No quiso alarmarse, pero parecía que veían en su dirección y que el hombre le susurraba algo a la mujer.

Elian sacó un pergamino de bolsillo y comenzó a anotar algunas frases. Intentó concentrarse, pero no podía evitar sentirse algo nervioso. Se empinó lo último de su bebida de moras. De pronto, una figura femenina se recargó a su lado en la barra.

-Así que eres tú.

Elian casi se atragantó con un pedazo de mora. A su lado estaba la mismísima Yeria Valerian. Su largo cabello rojo era inconfundible. Parecía una alucinación verla tan de cerca. Percival no regresaba del sanitario y Lyra los observaba a cierta distancia, cautelosa. Estaba atrapado.

-Pensé que serías un viejo calvo y amargado el día que leí tu primera crítica en el periódico.

Elian se recuperó, dejó de toser y la observó fijamente. Le llamó la atención que alrededor de sus ojos azules tenía brillitos distribuidos por ahí y por allá. Le sonreía, pero como sólo se le podía sonreír a los enemigos. Elian le devolvió esa misma sonrisa.

-Y yo pensé que serías una excelente actriz el día que fui a ver tu primera obra.

Yeria rio secamente y se sentó en el banco a su lado. Muy cerca. Percibió su perfume floral.

-Tal vez en el fondo sí que eres un viejo amargado.

-Y tal vez en el fondo, muy en el fondo, tú eres una excelente actriz.

Elian no sabía por qué estaba contraatacando así. A pesar del tipo de críticas que hacía, en la vida real no era para nada un tipo al que le gustaran los conflictos. De hecho, por lo general no se relacionaba con mucha gente. Yeria se alejó un poco de él. Elian podía sentir el latido de su corazón hasta las orejas.

-Me molesta demasiado que luzcas así.

-¿A... a qué te refieres con eso?

Yeria lo inspeccionó de arriba abajo de una manera que puso a Elian nervioso. ¡¿Acaso Percival estaba enfermo del estómago o por qué demonios no regresaba ya?!

-Eres mi tipo.

-¿Qué?

Yeria se puso de pie y se sacudió el vestido.

-Pero no importa. Ojalá te hubieras ahogado más hace rato.

Dijo eso con una sonrisa que sólo podía describirse como "encantadoramente cruel". En realidad, Elian podía entenderlo. No pudo evitar devolverle la misma sonrisa. Y estaba a punto de replicarle algo cuando el actor que la acompañaba, un joven alto y rubio, se acercó a ellos.

- ¿Nos vamos, Yeria?

La tomó de la cintura y se dirigieron a la salida. Carl, el dueño del Bar Esmeralda, los despidió personalmente y les agradeció su visita.

Percival regresó del baño muy sonriente:

-¿Ya trajeron mi emparedado de cordero?

Rojo y NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora