Capitulo 1

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Todos aquellos que engendran de la maldición, emergen del suelo sin más. Como cadáveres que vuelven a la vida luego de ser enterrados.

Estos seres apenas pueden ser llamados humanos. Su sangre es más oscura que el vino, y su dolor es inevitable.

Si se tiene suerte, pueden ser acogidos por una familia, un orfanato, alguna pandilla o tutor que haga como figura paterna; sin saber que desde que se hace contacto con ellos, se maldicen a sí mismos también.

Los engendros no pueden hacer nada para evitar su destino. Solo pueden vivir con ese dolor, la soledad, y el abrumante sentimiento de lugubridad.

...

...El nació en un acantilado, muy cerca de un bosque, con una apariencia de casi seis años, y se caracterizó por tener ojos negros, al igual que su cabello, que no reflejaba luz en lo absoluto.

Solo con mucho esfuerzo recuerda los primeros momentos de su existencia, todo acontecimiento de aquel periodo se aparece confuso e indistinto, y lo embargaba una sensación extraña todo el tiempo. Era la primera vez que olía y sentía, pero en sus oídos recibió un estruendo doloroso

Descubrió las formas de operar de su cuerpo y de sus sentidos, y el dolor en sus oídos se calmó para ser reemplazado con sonidos de viento y aves lindas

Poco a poco, un brillo más fuerte nació del ocaso y se apodero de sus ojos, incluso tuvo que cerrarlos. Se escondió en la oscuridad, pero la luz lo perseguiría por más tiempo.  Él se angustió, creía que recibiría el mismo dolor en todo su cuerpo

Eventualmente la luz se desparramo sobre su frío cuerpo y sintió un suave calor sobre sí mismo. El destello que deslumbró sus ojos no lo lastimaría si no miraba la esfera que emitía ese brillo. No le dolía. Su agobio se desvaneció.

Dio unos pasos, si se les puede llamar así, y descendió hacia el bosque, volviéndose poco más ágil con cada metro que recorría. Era libre y no había obstáculo que no pudiera atravesar de alguna u otra forma.

El resplandor se hacía más opresivo. Su cuerpo se calentó por esos rayos quemantes y sus propias acciones. Entró a un bosque poco frondoso, la sombra que los arboles ofrecían era suficiente para cubrirlo, el escenario templó su piel.

Cerca de un arroyo se acostó algunos minutos. Sintió punzadas por hambre y sed. Se vió obligado a descubrir como calmarlas. En su expedición encontró algunos animales que saciaban sus necesidades con sus fauces en lagos y arbustos, y como él sentía su propia necesidad detrás de la boca, intentó imitarlos para descubrir que pasaba. Agachó sus labios y bebió del arroyo, tranquilizando su sed. Luego intento mascar unas hojas amargas como lo hacían los venados que encontró, pero no se sintió satisfecho.

Vio a algunas ardillas comiendo semillas y bellotas y a los conejos comer frutas y verduras que sacaban del suelo. A todos ellos los imitó, sintiendo un placer enorme con su primer alimento, al punto que no quería dejar de hacerlo. Las jugosas bayas y manzanas y las secas bellotas y almendras tenían todas un delicioso sabor. Pronto sintió que ya no podía comer más, pero no alcanzo a sentirse culpable por eso. Un sueño profundo lo invadió inmediatamente.

Alrededor de su ligero calor, se agruparon varios conejos y animales peludos de su tamaño y más pequeños, ayudando así a que no se enfriara durante la noche. Tuvo un sueño de 14 horas y volvió a ver el amanecer.

En el bosque, la mañana era más fría que en el acantilado. Sintió la necesidad de no moverse para no despertar a los otros animales, pero descubrió que más de uno de ellos estaban manchados de sangre y temblando, entonces se alertó.

Notó que la sangre seguía un camino. Se levantó, tomo una piedra y lo siguió. Encontró a un zorro que se estaba comiendo a una liebre pequeña, de la cual solo quedaba su cabeza. Este ya lo había visto acercarse y le gruño, enseñando sus afilados dientes y preparándose para una presa mayor.

El sintió furia por primera vez. Apretó la piedra con la que iba a golpearlo. Esta se hizo polvo con la presión de su mano. Hizo un puño, que iba dirigida a la cabeza del animal con una fuerza aún más tremenda. Los sesos del animal inmediatamente se hicieron trizas dentro de su cráneo. Fueron perforados por trozos de hueso de todo su cuerpo, y en menos de un segundo, el zorro ya no parecía ser ningún ser vivo

Luego de volver al lugar donde había dormido, vio muchos pedazos de animales y conejos esparcidos por el suelo. Aparte de su gran ira, sintió tristeza, y sus primeras lágrimas brotaron con fuerza. De inmediato salió a la caza de los asesinos de sus pocos compañeros.


El Angel del Caos (precuela)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora