— No no, si vuelves a hablar de otra mujer, ¡te voy a callar a besos! - le advirtió. Ella sonrió de medio lado. —¡aaahh! Eso quiere decir... - dijo mientras se rodaba hacia atrás en la silla cruzando sus piernas — que no hay libertad de expresión en casa de éste escritor. - él se acercó hasta ella poniendo sus brazos acorralándola en la silla. — no, no en cuanto al tema del amor. - ella lo miró de cerca buscando sus respuestas. — ¿ah no? - preguntó mientras el cerraba una gaveta de su escritorio. — no, ese te pertenece. - ella volvió a sonreír mientras el analizaba cada detalle de su rostro. — no, no me pertenece a mi, le pertenece a otra persona... - el la interrumpió besándola sin dejarla hablar. — mmmm, Alejandro no. Por favor, Alejandro. - el siguió omitiendo sus negativas. — ¡te lo advertí! - ella le siguió correspondiendo sin poder evitarlo. — mmm, no. Tú me dijiste que viniera porque me ibas a entregar una copia de tu libro. ¡Dámelo! - le dijo intentando alejarlo. Pero el ágilmente alcanzó la novela y se volvió a ella en la misma posición. — ¡Por si volvieras! — Ya, ya la tengo. — por si volvieras - repitió el. — ya la tengo y ya me voy. - dijo ella sintiéndolo muy cerca de ella. — Ojos, OJOS. Tus ojos no mienten... — Alejandro... - le dijo ella suplicando. — no te sacrifiques. ¿Por qué quieres dejar de ser la mujer que eres? - le decía sabiéndola ya rendida a la situación. Ella rozó su nariz hacia el contorneando su cuerpo anhelándolo. — ¿por qué la contienes? ¿Por qué la retienes? ¿Por qué la sometes? - le dijo haciéndola perder la poca razón que tenía cuando estaba junto a él. — ya déjame, déjame. - decía con sus ojos cerrados rindiéndose a su cercanía y a sus besos. — no te dejo en paz. - dijo el terminando de besarla fuerte. Ella suspiró cuando se separaron y lo miró con aquel deseo que nunca pudo morir entre ellos, aquel deseo que nunca morirá, ahora fue ella quien lo reclamó en un beso suave, lento y apasionado. Poco a poco fue rodando la silla, y a su paso dejando caer el libro. Se adentraron en la habitación y siguieron explorando sus bocas como aquellos condenados a muerte, que sin poder probarse en mucho tiempo, habían vuelto a tener un momento de intimidad, esa intimidad conocida, muy conocida por ambos. Añorada intimidad. María lo acercó más a ella cuando sintió que el se alejaba un poco para cerrar la puerta. En cuestión de segundos el saco de María quedó en alguna parte de la cama, mientras la camisa de Alejandro en el piso. El la miró como quien vuelve a casa, y ella, lo recibió como siempre, con el mismo amor, pero quizás con algo diferente, mucha más pasión. Sus encuentros siempre estuvieron llenos de amor y deseo, pero hoy, justo ahora estaban experimentado un deseo descontrolado. Se necesitaban, se añoraban, se reclamaban.— te extraño tanto, tanto Ojos. - le dijo el mirándola fijamente cuando cayeron en la cama, el encima de ella sin ningún obstáculo entre sus pieles. Ella sonrió y le acarició el cabello haciendo un recorrido hasta sus ojos. — y yo a ti, no sabes cuánto... Alejandro. - suspiró y se entregó a sus besos. — te amo... - le dijo el mientras besaba su cuello y una de sus manos se colaba entre sus piernas haciéndola delirar. Ella suspiró y el buscó su mirada esperando una respuesta. Lo intentó besar nuevamente evadiendo aquello. — te amo. - repitió sobre sus labios. — Alejandro... - el insistió mientras bajaba sus caricias aún más. — ¿me amas? ¡Dímelo Ojos! - María soltó un susurro por el delirio de tenerlo ahí. Haciéndola sentir como nadie lo ha hecho en su vida. — te amo, te amo Alejandro. - por fin condensó mirándolo a los ojos, el sonrió satisfecho y la besó. La besó perdiéndose y reencontrándose completamente en su señora de ojos verdes... Suspiros, sonidos de amor; de mucho amor y pasión fue lo que se escuchó en aquel departamento.
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Mirada de Mujer • Capítulos únicos.
RomansaCapítulos que pudieron ser. Mirada de Mujer (1997) Mirada de Mujer el Regreso (2003)